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  • Mujer pública y vida privada: Del arte eunuco a la novela lupanaria
  • Pedro José Vizoso
Mujer pública y vida privada: Del arte eunuco a la novela lupanaria. Tamesis, 2008. Por Pura Fernández.

Pura Fernández, investigadora de reconocido prestigio dentro del hispanismo por sus trabajos sobre literatura española de la segunda mitad del siglo XIX, nos ofrece en este libro un amplio panorama de la evolución de la novela naturalista peninsular del fin de siglo. La irrupción de los espacios privados en la representación de la realidad urbana dentro de la novela realista es el punto de partida para una apasionante y fructífera indagación sobre las formas del narrar de los novelistas finiseculares que militaron en lo que Alejandro Sawa denominó tan acertadamente como "naturalismo radical" (113). Del trabajo de Pura Fernández es fácil deducir que esta literatura constituye una singular y explosiva emergencia del secular "tremendismo" español (cuyos antecedentes más remotos se pueden hallar en ciertas producciones de la Edad Media, y su derivación más conocida sería el esperpento valleinclanesco).

El subtítulo plasma con inmediato acierto el paso de una narrativa (romántica, posromántica o realista) con fines más o menos humanitarios, didácticos y edificantes, a una novelística en que, sin ambages de ningún tipo, "el sexo se convierte en el principal actante narrativo" (10). De ahí la idea de la "novela lupanaria" de los naturalistas radicales frente al "arte eunuco" promovido por el discurso hegemónico de la sociedad burguesa de la Restauración. Para aquéllos, la prostitución y los espacios urbanos destinados al comercio venéreo, se convierten en el nuevo filón narrativo. Por un lado, y en sintonía con los postulados de la "novela experimental" de Émile Zola, prostitución y prostitutas constituyen una demoledora evidencia del determinismo social—y por ende también espacial—que estos autores denuncian. Por otro, prostitución y prostitutas—y todo lo que este comercio sexual supone desde el punto de vista médico-sanitario—se convierten así en una metáfora de los males que aquejan a la sociedad española decimonónica. Una metáfora de la corrupción y de la hipocresía de unas clases dirigentes burguesas que, al mismo tiempo que propician y fomentan el comercio sexual y la explotación del cuerpo de la mujer como commodity, pretenden mediante regulaciones municipales y prohibiciones mantener oculto el tráfico venéreo, fuera del alcance de la (¿pudibunda?) mirada pública. Y ello tanto en los espacios urbanos reales, como en sus representaciones literarias. De ahí que las autoridades hayan perseguido con idéntico celo a prostitutas y a literatos. A las primeras, forzando su reclusión en el lupanar y prohibiendo su circulación por los espacios públicos reservados al esparciemiento del buen burgués. A los segundos (y segundas, pues también están los casos de escritoras como Matilde Cherner, Pardo Bazán o Carmen de Burgos) declarando el carácter pornográfico de su literatura, y secuestrando en ocasiones—como sucedió con algunas de las novelas de López Bago—la edición entera de una obra narrativa con el pretexto de constituir un atentado a la moral y las buenas costumbres de la sociedad.

La novela lupanaria de los naturalistas radicales españoles penetra en espacios de la vida privada que habían estado completamente vedados a la mirada pública en la novelística anterior: la alcoba, el salón mundano, las salas de juego clandestinas, el sugerente e íntimo boudoir de la cocota, la mancebía, el burdel, el lupanar, determinadas calles de los bajos fondos urbanos, los "espacios del pecado" (154) y de la mala vida, las salas del hospital de enfermedades venéreas. Pero, sobre todo, y como símbolo, el prostíbulo. Porque, como dice Pura Fernández,

el lupanar representa la sexualidad femenina desviada y la alteración del orden social; el contradictorio [End Page 230] discurso de la moral sexual burguesa a merced de la fatídica, impredecible y arrolladora fuerza del deseo, el gran...

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