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MLN 115.2 (2000) 299-322



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Tres caricias:
una lectura de Luce Irigaray en la narrativa de Diamela Eltit

Aurea María Sotomayor


Uno no entiende la música, uno la escucha.
Escúchame, pues, con todo tu cuerpo

Clarice Lispector (The Stream of Life)

Desde dónde se habla me parece una interrogante pertinente para tocar, casi como una caricia, tres instancias de habla, que provienen de tres localidades diversas aunque no disímiles. No es azaroso que quiera tocar lo que se escucha en tres textos de Diamela Eltit: El padre mío (1989), El cuarto mundo (1988) y El infarto del alma (1994). Quienes allí hablan son hijos de la marginalidad: la que opera en la demencia y la que emerge del incesto entre hermanos en el seno de una familia corrupta. Pese a la diferencia de sexo podría afirmar que son voces "femeninas" 1 las que ocupan este espacio que quiero tocar.

El cómo se habla resulta ser otra pregunta importante. ¿Decidir hablar como una ex-céntrica (el mimetismo histriónico) o como una "con-artist" (el mimetismo histérico), vociferando el "con" de la difer-encia sexual? Es decir, ¿fingir actuar fuera del discurso falogocéntrico explorando otras posibilidades creativas como mujer o, de otra forma, exponer-se [deshonestamente] lo que se tiene de mujer, magnificando los lugares de esa diferencia? La pregunta formulada [End Page 299] por Dianne Chisholm a Luce Irigaray 2 podría leerse como otra versión de la planteada por Tina Chanter y Simon Critchley a Jacques Derrida sobre su lectura travesti de Levinas. 3 Pero con una diferencia porque no es lo mismo que Derrida quiera "leer" como si fuera una mujer a que Irigaray desee leer como si fuera un hombre. La impostación, la ironía y la parodia no generan el mismo resultado, pese a la aficción de ambos autores con la otredad. Nos hallamos en el umbral mismo de la diferencia sexual.

¿Existe una otredad fuera de la diferencia sexual? 4 , pregunta Luce Irigaray. ¿Existe una otredad fuera de las prácticas signadas y resignificadas por el cuerpo mismo de los actantes? La filósofa ensaya en muchos de sus textos una estrategia de la subversión valiéndose de un estilo paródico, excesivo, irónico, que destaca los lugares comunes del régimen patriarcal 5 . En el ensayo "El poder del discurso" Irigaray señala: "Jugar con la mímesis es para una mujer tratar de recuperar el lugar de la explotación de lo femenino por el discurso sin ella permitirse ser reducida a éste. Significa re-exponerse ella misma--en la medida en que esté del lado de lo perceptible, de la materia--a las ideas, en particular, a las ideas que sobre ella ha elaborado una lógica masculina, como para hacer visible mediante el efecto de una repetición juguetona lo que debía permanecer invisibilizado; el [End Page 300] encubrimiento de una posible operación de lo femenino en el lenguaje." 6 La hija y discípula histérica de Freud y de Lacan, como le llaman a Luce Irigaray, engendra en su escritura dos posibilidades miméticas: la utópica, es decir, aquélla en que la mimesis se manifiesta productivamente, y la mímesis histérica, por la cual la mímesis desconstruye mientras reproduce. Según la mímesis productiva, la mujer crearía un espacio colectivo y creativo dentro de la comunidad patriarcal sin necesitar un interlocutor masculino, realizando así la posibilidad del hablar mujer o "parler-femme"; mientras que según la mímesis histérica o reproductiva se imita el discurso masculino descubriendo la cultura hom(m)osexual que veda el habla mujer.

La narrativa de Diamela Eltit me parece un lugar interesante donde leer, desde las tácticas escriturísticas irigayanas filiadas a la parodia, la cita, la ironía y el exceso, una vertiente agresiva de lo que sería esa mímesis histérica que analiza Chisholm, conjuntamente con un elemento...

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