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Hispanic Review 75.4 (2007) 331-348

La intimidad mediada.
Apuntes a partir de un libro de Antonio José Ponte
Reinaldo Laddaga
University of Pennsylvania

De qué manera los cambios de los últimos años en las tecnologías que permiten la producción y la circulación de imágenes, textos y sonidos ha impactado o debiera impactar en nuestro campo, es decir, en los estudios hispanos? Creo que no hay una respuesta simple a esta pregunta: por un lado, el impacto de las nuevas tecnologías en nuestro trabajo de todos los días es tan grande, que no sabría por donde empezar; por otro lado, es probablemente demasiado pronto para medir sus efectos a largo plazo en las prácticas artísticas que son nuestros objetos primarios de estudio. Sin duda, aquellos de nosotros que, desde la plataforma cambiante del hispanismo, estemos interesados en seguir la evolución de las artes del lenguaje, tendremos pronto que encontrar maneras de tratar con objetos muy diferentes a aquellos a los que estamos acostumbrados, con proyectos encabalgados, que tienen algunas de sus partes en el espacio virtual y otras en el espacio físico. Los objetos con los que tenemos que estar preparados para encontrarnos serán crecientemente entidades complejas cuyas fronteras, las regiones que las comunican y las dividen del vasto mundo, serán enormemente transitadas. El académico que estudie objetos estéticamente ambiciosos asociados, de una manera o de otra, a los nuevos medios, tendrá que revisar la validez de algunas de las categorías con las que todavía conduce su trabajo más cotidiano y sus proyectos más excepcionales: tendrá que, por ejemplo, relativizar la importancia de la noción de obra, si una obra es una composición esencialmente concluida y más o menos cerrada sobre sí; tendrá que considerar la posibilidad de que los agentes que actúan en su campo adopten [End Page 331] formas de definición profesional nueva, formas que recombinen los antiguos atributos del artista con los del editor, el compilador, el orquestador de conversaciones; tendrá que, sobre todo, reducir su expectativa de que los proyectos con los que se encuentra tengan un origen simple (un autor, digamos) y, por supuesto, de que tengan lugar solamente en un medio (o aún en una forma estable de relación entre varios medios, como sucede en el teatro o el cine tal como los conocemos). Es evidente que la transformación que nuestro campo sufrirá cuando esto se vuelva más evidente que lo que lo es ahora será verdaderamente grande; es una incógnita, por ahora, cual será, de esta transformación, el detalle.

Pero ahora quiero detenerme en otro aspecto de la cuestión. Quiero referirme a la forma como ciertas formas de expresión, de comunicación, de organización de los actos de lenguaje que favorecen esas tecnologías de la proximidad que son la televisión (particularmente en la época de los satélites y el cable) y el Internet, cierto tipo de escena de enunciación que impera en esos espacios, impactan en objetos que pertenecen a la clase a la cual le hemos dedicado durante décadas lo esencial de nuestras prácticas de análisis: textos escritos para la imprenta, narraciones compuestas por individuos particulares para que circulen en volúmenes.

Supongamos que nos interesa la narrativa contemporánea. Supongamos que creemos que lo mejor de esta narrativa son los textos de escritores que tienen la ambición de que sus producciones sean comparables con lo mejor de la obra de los grandes maestros modernos. Es probable que este lector hipotético note que, entre estos autores, una forma se ha vuelto crecientemente común. La forma en cuestión es ésta: un escritor (alguien que en sus textos tematiza abiertamente el hecho de que es un escritor, que explicita en la narración que compone su fidelidad a un oficio ya antiguo, quizás anacrónico) relata memorias personales...

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