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Reviewed by:
  • El Scholástico
  • José Enrique Laplana Gil
Cristóbal de Villalón, El Scholástico. Edición de José Miguel Martínez Torrejón, Crítica (Anejos de Biblioteca Clásica), Barcelona, 1997. LVI + 488 pp.

Con la presente edición José Miguel Martínez Torrejón redondea la importante serie de investigaciones que ha publicado en los últimos años sobre El Scholástico de Cristóbal de Villalón, obra siempre juzgada desfavorablemente por la crítica y que por fin cuenta con el estudio metódico que pedía Bataillon hace veinte años. Entre las publicaciones previas del editor merece especial mención su Diálogo y retórica en el Renacimiento español. «El Escolástico» de Cristóbal de Villalón (Edition Reichenberger—Estudios de Literatura, 22—, Kassel, 1995), obra de obligada consulta no sólo por tratarse de un estudio complementario de esta edición, sino también por su planteamiento metodológico en el análisis del diálogo renacentista a partir de la tensión dialéctica-retórica; se trata, en suma, de comprobar cómo se establece la relación entre verdad y elocuencia, entre filosofía y retórica.

Cristóbal de Villalón, «conocido más por lo que no escribió o sólo quizás escribió que por las obras que con seguridad son suyas», como dice el editor, se propuso delinear en El Scholástico la figura del perfecto escolar y del perfecto maestro a través de las ficticias conversaciones mantenidas en el retiro e intimidad de los jardines de los duques de Alba por un grupo de relevantes miembros de la Universidad de Salamanca, algunos de ellos destacadas figuras históricas, en un diálogo que se desarrolla según el modelo ciceroniano, pero bajo el disimulado patrón de El Cortesano de Castiglione que Villalón se empeñó en ocultar. Junto a este tema principal, centrado en los libros II y III, El Scholástico se explaya en toda una constelación de temas a modo de digresiones y excursos: la amistad, el deleite, la virtud, la verdadera sabiduría, la libertad, la vejez, el amor, la condición de la mujer, etc., desarrollando una variedad temática que implica la presencia en la obra de dos tendencias antitéticas: la que conduce a la disgregación y la que procura la unidad a través del marco dialogístico y las referencias constantes al tema principal. Villalón fue consciente de que estas tendencias distorsionaban el molde del diálogo e intentó ajustarlas en su segunda versión, pero la obra sigue reflejando la inclinación de la prosa renacentista por una verbosidad erudita de carácter misceláneo y enciclopédico que sobrepasa los moldes genéricos y puede rastrearse por igual en las obras de Guevara, Mexía o Torquemada.

De todas estas cuestiones trata con pormenor Martínez Torrejón en el sustancioso prólogo que precede a la edición del texto, tras poner al día el “problema Villalón” despojando al autor de la costra de suposiciones que sobre su persona se habían ido acumulando. Sitúa también el editor El Scholástico en su contexto literario y en su relación con las obras que desarrollan la formación ideal y, por tanto, utópica, de un individuo, aquí el perfecto “scholástico,” lo que sirve para explicar la enorme falta de actualidad [End Page 448] de la obra ya señalada por Bataillon, pero que no responde (al menos no únicamente) al deseo de desentenderse de los verdaderos problemas de su época, sino al deseo de tratar de temas de validez universal cuyo único punto de referencia halla Villalón en la Antigüedad. El apartado dedicado al “Diálogo y retórica” deslinda con acierto la coexistencia de una retórica pretendidamente clásica y de una dialéctica fuertemente asida a la práctica escolástica; las relaciones entre retórica y dialéctica provocan desajustes, pero también se armonizan en el terreno de la dispositio y de una inventio en la que exemplum y auctoritas...

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