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  • Cómo respiran los ausentes: La narrativa de Ricardo Piglia 1
  • Idelber Avelar

Si el enemigo vence, también los muertos estarán en peligro.

Walter Benjamin

I

Si la crítica literaria es la culminación contemporánea del género autobiográfico, inaugurado por Rousseau con las Confessions—en el sentido cabal de que hacer crítica es siempre escribir la historia de una colección de libros, siendo el graphós del sujeto que escribe nada más que el biós de lo que ha leído 2 —, la obra de Ricardo Piglia representaría entonces la resistencia máxima, la impermeabilidad absoluta a toda autobiografía. No por la razón trivial de que en su texto el yo escribiente se hallaría “menos implicado” (como si la autobiografía consistiera en la exposición transparente de un ego), sino más bien porque Piglia escribe el texto-biblioteca, texto sin afuera, inenarrable más allá de sí mismo. ¿Dónde ubicar al sujeto que, en posesión de un relato más, supuestamente contaría la historia de la vida / lectura? ¿Si este mismo sujeto ya se encuentra citado, previsto en su totalidad por uno de los textos? La antigua paradoja del conjunto contenido en uno de sus elementos regresa, no como farsa, sino como pesadilla: si en nuestro pensar crítico, no hemos [End Page 416] estado escribiendo nada sino autobiografías fantasmales, la llegada de textos como Respiración artificial y La ciudad ausente nos condena al orden del metafantasma: disertar infinita, neuróticamente, acerca de la imposibilidad de narrarnos; así como de la imposibilidad de no narrar esta imposibilidad.

De la noción de texto total se deriva una de las utopías fundamentales de la modernidad, yo diría la utopía por excelencia, en la medida en que ella es, en su propia definición, el espacio sin afuera. El Libro de Mallarmé, Le livre à venir de Blanchot, los sueños de Borges, 3 son todos imágenes de un texto que contendría todos los relatos posibles y todas las combinaciones que uno pueda generar a partir de ellos. En Piglia dicha utopía se encuentra a la vez reinscrita e interrogada. Es imposible pensar fuera de ella o sin ella. Pero hoy tampoco ya es posible rendirse a ella. Hay que resistir. La imagen utópica del texto total, de la ciudad ordenada, 4 regresa como inmenso archivo del Estado, catálogo paranoide cubriendo perfectamente el recorrido de cada sujeto, un poco como el mapa imaginado por Borges cubriría todo el territorio. Si en la exactitud de la representación, apropiada por el Estado, nuestro narrar se ha vuelto cita archival en la máquina burocrática, la única salida es inventar historias falsas y apócrifas. Barajar los relatos y los nombres propios hasta el agotamiento.

De ahí la importancia de Kafka en la obra de Piglia. En Kafka la utopía del orden ya no puede ser vivida sino como pesadilla. El proceso, releído desde hoy, no es sino una condena de la memoria: el crimen más hediondo de K. es no acordarse de su crimen. El proceso se arma contra el olvido. La modernidad sería el momento en el que la memoria del sujeto no es más que una cita en la inmensa biblioteca del burócrata estatal: memoria que deviene impersonal, impura, sucia, hecha de citas. Una de las hipótesis subyacentes a los textos de Ricardo Piglia es la de que si la memoria moderna se ha vuelto [End Page 417] catálogo de la máquina paranoide del Estado, quizás se pueda inventar una resistencia a partir del olvido. Si la novela moderna nace narrando la trayectoria de un lector y sus recuerdos (el Quijote no es sino un lector recordando textos), y si la misma posibilidad de cualquier porvenir reside en el relato de estos recuerdos, su culminación, su momento más radical de apogeo y autoexplosión, se halla no en Proust, en cuya obra un yo todavía puede constituirse a partir de la singularidad de un recuerdo, sino en Kafka...

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