Premonitoria en su título aunque no en su contenido, la última de las novelas de Juan Goytisolo clasificable en el compartimento del realismo social, La isla, se publicaba en 1961, año en que el novelista viajaba a Cuba por primera vez. Más allá de la propia maduración que como novelista experimentase por entonces Goytisolo, no fue casualidad que el abandono de la (est)ética testimonial convergiese en el tiempo con su profunda toma de contacto con la realidad cubana. Así lo atestigua de hecho el protagonismo que Cuba entrañará tanto en su propia evolución vivencial como en la inflexión que su trayectoria intelectual experimentaría por entonces, cuyas secuelas quedarían fijadas en su obra escrita—de ficción y crítica—a lo largo de veinte años. Dicha trayectoria arrancaría precisamente con la publicación de una serie de artículos en el diario habanero Revolución que, agavillados en forma de ensayo, verían la luz en París al año siguiente bajo el título de Pueblo en marcha, su única obra dedicada por entero a Cuba.1 Prueba palpable del nuevo rumbo que comenzaba a tomar su carrera, este ensayo forma hoy parte del territorio del olvido, pues Goytisolo se ha negado a su reimpresión, desligándose del contenido panfletario del texto y de su por él mismo cuestionada calidad literaria, algo con lo que la crítica en general, salvo en Cuba, ha concordado.2 Aunque de menor dominio público, idéntica suerte correría un cubano y por igual poco conocido capítulo octavo de la primera edición de Señas de identidad (México, Joaquín Mortiz 1966), del que Goytisolo, tras hacerse asimismo eco de las poco favorables opiniones vertidas por la mayoría de [End Page 131] la crítica, decidió prescindir a partir de la segunda edición de la novela, que editaría también Joaquín Mortiz en 1969.3

Sería precisamente a raíz de la redacción de esta novela que la obra de Juan Goytisolo comenzaba a asentarse sobre dos pilares narrativos: el de expiación de un sentimiento de culpa y el de comunión con los marginados. El primero, heredero en buena medida del pasado esclavista cubano de su familia paterna, se refleja sobre su clase social (burguesa), su nacionalidad (española, ¿cubana?) y un ser racial blanco. El segundo, se alza sobre un sólito deseo de unión con aquellos que no encuentran digna cabida en sus sociedades en función de los tres parámetros precedentes. Cuba resultaría fundamental en la consolidación de estos principios, validando uno más para la génesis creadora: el de una disidencia sexual, algo sutil aún en SdI pero manifiestamente explícita a partir de la siguiente de sus novelas. También aquí España y Cuba comparten la traba que coartará la comunión que Marcuse fijara en la ecuación entre liberación y placer sexual: en Cuba, por la postrera imposibilidad de "apropiación de un universo mulato en cuyo dulzor te sumerges con inocente beatitud lustral" (En los reinos de Taifa 163), del mismo modo que antes en Barcelona "el deslumbramiento ante la belleza física de los inmigrados" (RdT 62) había devenido en frustración inalcanzable.4 En todo caso y al igual que acontece respecto a España, el efecto liberador que en sí conlleva el cuestionamiento de esta múltiple ortodoxia resulta insuficiente, de ahí que de cara a lograr la expiación de esa tentacular culpa Goytisolo se proyecte en sus personajes hasta lograr la comunión con un otro expelido—no familia, no clase, no España-Cuba, no heterosexual. Junto a charnegos, negros y árabes en los que suele encarnar su deseo de identificación, desnudar un canon "poderoso" en el se que proscribe la disidencia intelectual—Blanco White, Sarduy, Ibn Arami—y, sobre todo a partir de su experiencia cubana, reivindicar una homosexualidad que hace suya desde la picota serán la meta en que buscar anido. Si España y el mundo árabe han recibido el justo protagonismo que reclama esta (est)ética, lo cubano, situado como almohadilla entre ambos intentos de aproximación hacia "el otro," o ha sido encalado o desviado, por motivos bien políticos o literarios, tanto en España y el resto del occidente capitalista, como en Cuba. Pero el que las cosas así se hayan dado no quita para que su coherente y solitaria posición intelectual tenga mucho que ver con la locuaz atingencia castrada por la Isla. En suma, es esta Cuba que en la trayectoria intelectual de Goytisolo se eslabona consecutiva y complementariamente a su (des)interés por España, la que le erige en uno de los primeros autores en desenmascarar, enjuiciar y desautorizar el legado colonial y postcolonial español, aplicable también al propio territorio nacional.5 A la intensa comunión inicial que Goytisolo encuentra en la Isla, pronto se le sobrepondrá el desaliento producido por la constatación de que su éxito intelectual se debía a un protagonismo mediático que no se correspondía con una obra literaria que lo sustentase.6 La represión estatal, el extrañamiento alienante, la censura y, por último, el "exilio" son asimismo hitos que avalan el paralelismo con el que Cuba y España desvían su interés hacia nuevos derroteros. Por último, la confrontación de intereses entre, por una parte, un progreso material, globalizador, que intuye como factor de pérdida de particularidades identitarias y, por otra, un esencialismo de imprecisa conceptualización en el terreno político, le [End Page 132] marcará en Cuba tras haber hecho lo propio en España, siendo a la postre determinante para entender su actual posición como intelectual nesrani (cristiano) en un medio que adolece todavía de ese progreso material como es el marroquí. No obstante, antes de que su tercer exilio le propiciara un atisbo de pertenencia, el sentido de no saberse parte de nada—etnia, nación, partido, grupo literario—le llevó a buscar unas señas de identidad a las que intentar prenderse o, si se prefiere, a desprenderse de unas señas en las que ni podía ni quería reconocerse.

Si todos los paralelismos hispano-cubanos podrían en cierta forma defenderse sin contar con el perdido capítulo octavo de la primera edición de SdI, una ponderada consideración del mismo da pie a fijar la interdependencia de los tres objetivos que conforman la razón de este trabajo. El primero, extraliterario, perfilar el rastro de los vaivenes vital y literario del novelista en los cruciales años que van de 1961 a 1967. El segundo y de mayor peso se concentra en las palabras silenciadas del referido capítulo VIII para proponer que, aun reconociendo la mayor coherencia estilística de la novela a partir de la segunda edición, este corte barrena la estructura original del relato dejando partes del mismo sin basa. El tercero y último prolonga los efectos de dicho corte más allá de su Elegía cívica (título provisional de SdI), proyectándolos en el conjunto de una trilogía que no aleatoriamente decide volver a la Cuba revolucionaria desde las primeras páginas de Juan sin tierra.

Cuba en la obra de Juan Goytisolo

[Los sucesos de la Revolución cubana] me sacudieron de mi apatía. Había una maldición que parecía pesar contra los pueblos de nuestra lengua, siempre dormidos, siempre inmóviles y como aplastados bajo el peso de las oligarquías y las castas. La odisea de Fidel y sus hombres era la negación de esa fatalidad […] por una hermosa lección de la historia, ya no era España quien indicaba el camino a su ex-colonia, sino la ex-colonia quien daba el ejemplo y alumbraba los corazones […]. Defender a Cuba era defender a España, como un cuarto de siglo atrás morir en España fue morir por Cuba.

(PM 18-20)

Además de plasmar la estrecha vinculación que establece Goytisolo entre Guerra Civil y revolución castrista, superando ésta el sentido de la derrota republicana y proponiéndose como guía de acción para los pueblos hispanos, esta cita valida la profunda simbiosis que, de la mano, Cuba y España tendrán en la formulación política y literaria en la obra posterior de Juan Goy-tisolo. Cara y cruz de la misma moneda, el despunte de su interés por esta revolucionaria Juana se vería corroborado en España con la publicación, también en 1962 y en la revista Ínsula, de un manifiesto, "Para una literatura nacional y popular," con el que Goytisolo rubricaba su abanderamiento de la concepción gramsciana de intelectual, que como en ningún otro lugar tendría ocasión de poner en juego en Cuba. Poco después, sin embargo, Goytisolo comenzaría a cuestionar su propio predicamento, si no distanciándose del valor inherente a algunos principios gramscianos, sí de la "disciplina de partido" que solía enmarcarlos; si no de lo que considerara loables ideales de la revolución cubana, sí de los derroteros que estaba tomando bajo el dicterio de Castro, equiparables a los que el PCE le impondría para España desde el exilio compartido. [End Page 133]

La complementariedad que España y Cuba juegan en la trayectoria intelectual de Goytisolo tiene otro punto de amarre en su oposición al régimen franquista, puesto que aunque fuera ya manifiesta en su decisión de instalarse en París en 1955, se intensificaría precisamente por las mismas fechas en que una mayor atracción le depara la revolución cubana. Pero si en la década del sesenta la proscripción que orquesta el estado español del liderazgo intelectual ejercido por Goytisolo desde París es evidente (además de dolorosa, lo que intensificaría una relación de amor-odio hacia España que fluctúa por toda su carrera), el distanciamiento de Goytisolo respecto a la Cuba de Castro, aunque a la postre concluya produciendo un dolor similar al que le deparara siempre la España franquista, se irá perfilando de forma mucho más cautelosa, tanto en la agencia estrictamente política como en su plasmación literaria, en la que a su vez se debe establecer una linde entre ensayos y biografías, por una parte, y su obra de ficción, por otra. Es más, me atrevería a decir que la necesidad de poner en un libro su vida, o como diría Brad Epps, "his purportedly authentic, authoritative self,"7 radica no sólo en la trascendencia de encuentros personales y textuales que tuvo con autores como Genet, con el pensamiento político de Marcuse o con clásicos literarios como Cervantes, Góngora o Cernuda, sino que redunda primordialmente en su propia creación literaria, ensalzada por algunos, defenestrada por muchos y, en todo caso, nunca exenta de una polémica que suele exceder con mucho el ámbito propio a la ficción novelesca. Sea como fuere, dos diferencias notorias se establecen entre los "exilios" cubano y español: la primera, que a partir de un momento determinado, Cuba guadianescamente se diluiría en el mapa de letras goytisoliano; la segunda, que antes de que desaparezca alrededor de 1980, este distanciamiento se irá modulando con constantes tiras y aflojas, con sutiles matices e incluso abiertas contradicciones,8 siendo necesario destacar, además, la no concordancia temporal entre lo sentenciado ensayística o autobiográficamente y lo que novela por los mismos años.

Así, por ejemplo, la mofa que de la revolución castrista lleva a cabo Goytisolo en JsT no se aviene en el coetáneo terreno del ensayo con el mismo ideario político, según se constata en la lectura de Cronología, la primera entrega de su biografía que veía la luz también en 1975. De forma telegráfica y elocuentemente en tercera (otra) persona, Goytisolo recuerda aquí el acoso de que fue objeto a comienzos de los sesenta en la prensa española, algunos de los cuales ya había ficcionalizado, como veremos, en las primera páginas de SdI. En relación con Cuba, sin embargo, el mismo Goytisolo que en JsT hacía público escarnio de los fastos elocutivos de la Plaza de la Revolución, dando práctica y novelísticamente por zanjado su largo proceso de ruptura con el castrismo, afirmaba lo siguiente sobre su experiencia cubana:

Recorre la Isla de un extremo a otro y es testigo del extraordinario entusiasmo popular suscitado por la revolución. Sus parientes cubanos han huido a Miami, pero conoce a varios mulatos y negros con su mismo apellido que le interesan muchísimo más: son los descendientes de los esclavos del bisabuelo, identificados todos con los ideales revolucionarios del Movimiento 26 de julio.

(Ríos 19-20) [End Page 134]

Para esta fecha Goytisolo había sufrido ya suficientes contratiempos revolucionarios como para no tener que edulcorar su retrospectiva. Estando lejos por entonces de mantener una visión de la revolución cubana más afín al optimismo de PM que a lo que Goytisolo pensaba de la revolución (que no de Cuba) en el momento de publicar Cronología, se hace necesario cuestionar el sentido de esta afirmación: ¿irónica remembranza de su pasado revolucionario; negativa a asumir que las cosas eran como eran? Goytisolo, siempre en tercera persona, continúa su recorrido por Cuba con dos citas (las correspondientes a los viajes de 1962, cuando aún creía ciegamente en la viabilidad del proyecto revolucionario, y de 1967, última vez que viaja a la Isla con el Salón de Mayo) poco relevantes para enjuiciar esta divergencia entre ficción y ensayo. La siguiente, enmarcada en la corta trayectoria de la revista Libre y el conocido como "caso Padilla," apenas sí pasa de ser un mero apunte dolorido.9 Por el contrario, en RdT (1986) recordará amargamente los mismos sucesos citando por dos veces al Comandante, para quien tanto él como varios de sus compañeros intelectuales habían pasado de ser a principios de los sesenta "los únicos y verdaderos amigos de Cuba" a "turistas revolucionarios, basuras, ratas intelectuales y agentillos del colonialismo" (RdT 187). La divergencia en esta toma de partido insta a preguntarnos por qué no detalla Goytisolo en Cronología el cuestionamiento de la revolución que como intelectual comprometido venía efectuando en la esfera política al menos desde 1969 y que es, asimismo, manifiesto en JsT e, incluso antes de forma más velada, en SdI. Es lícito argüir que en 1975 aún le quedaba a Goytisolo un retazo de fe en la Cuba revolucionaria. De ser así, sería el último.

Cuatro años después, en 1979, Goy-tisolo publicaba un artículo con el que, esta vez sí, daba por perdida su apuesta revolucionaria, "Cuba, veinte años de Revolución." En el mismo, afirma sin paliativos lo siguiente: "Dejé de apoyar a la revolución el día que comprobé que había pasado a ser un freno y no el motor del progreso de un pueblo" (Contracorrientes 229). Por si a alguien le quedara alguna duda, en 1984, Goytisolo volvía a arremeter contra Castro en todo un contraataque jugado en inglés, en los Estados Unidos y en la Partisan Review. De este artículo, "Twenty-six rue de Bièvre," llama la atención un elocuente detalle cuando se lo contrasta con la más prolija redacción de la misma anécdota que también refiere en RdT. Según Goytisolo en el último de sus relatos autobiográficos, en 1967 la televisión cubana le solicitó una entrevista en directo. Antes de entrar en el plató, se le pidió expresamente que no hablara de Cabrera Infante. Pese a la censora solicitud, al ser preguntado por los títulos de las tres mejores novelas cubanas contemporáneas, Goytisolo se refirió a Paradiso, Tres tristes tigres y El siglo de las luces (RdT 167). En el artículo de la Partisan Review, sin embargo, un poco presumible descuido de la memoria hizo desaparecer de su respuesta en la televisión cubana la novela de Carpentier, el único de estos tres autores que permaneció siempre afecto al régimen castrista. La puya al oficialismo cubano que supone la explícita omisión de Carpentier en la revista estadounidense confirma un distanciamiento entre Goytisolo y Cuba que no ha tenido vuelta atrás desde finales de los setenta:

During my 1967 visit my vision of the revolution creating a free society had been replaced by what I had already become familiar with during trips to countries in the [End Page 135] Soviet orbit, where there is, as Rudi Dutscheke has soon aptly put it, real socialism—where everything is real except the socialism […]. Cuba has ceased being my political model.

(Goytisolo, "Twenty-six rue de Bièvre" 683)

Ahora bien, no se ha de pasar por alto que todas estas citas corresponden a transcripciones de la memoria que Goytisolo lleva a cabo bastantes años después de que acontecieran—entre trece y veinticuatro años respecto a 1962, año en el que Goytisolo comenzaría a percibir que no todo en Cuba era como quisiera. En todas ellas, por lo demás, se omite hacer mención a una fecha concreta para plasmar el principio de estas desavenencias. Consciente de las trampas que juega la memoria, sabedor quizá también de haber mantenido dos ópticas frente a Cuba, escribe en 1984:

Es función de la memoria involuntaria conservar las impresiones soterradas que el mecanismo del recuerdo destruye: ¿la hipótesis freudiana, atribuyendo al último una acción canibalesca, depredadora respecto a un pasado sepulto, no condena acaso tu ingenuo proyecto en razón de sus posibles resultados opuestos al fin perseguido?

(CV 180)10

Es preciso hacer hincapié en esta indefinición dado que la labor que Goytisolo efectuará en defensa de la revolución desde 1967 y hasta al menos 1972 fuerza a ponderar la rotundidad de los desafectos asertos que comenzamos a encontrar muy a finales de los setenta en su obra crítica. Igualmente ineludible es afirmar que, amparado en los recursos lingüísticos que la ficción proporciona, Goytisolo había ya comenzado a fraguar su alejamiento de la Cuba de Castro en una novela tan clave en su trayectoria intelectual como es SdI.

Señas de identidad

Centrándonos en su estructura y sin bajo ningún concepto pretender cuestionar el protagonismo que España desempeña en el relato, lo cierto es que a partir de la segunda edición el contenido elidido no se refleja ya en otros dos episodios de la novela en los que Cuba adquiere una presencia que, si bien no era nueva en la obra de Goytisolo,11 sí que resulta por vez primera determinante para calibrar el decurso de la narración. De este cubano tríptico tenemos evidencia apenas comenzamos a leer la obra, que se abre con una mofa del autor a las innumerables críticas que los medios de comunicación y propaganda franquistas lanzaron contra él mediados los sesenta. Junto al pie de afrancesado, amancebado, amanerado y ajeno a "nuestros valores," la crítica franquista ficcionalizada por Goytisolo se concentra en la señera figura de Castro, de la que se vale el narrador para defenderse y contraatacar:

INSTALADO EN PARÍS, cómodamente instalado en París con más años de permanencia en Francia que en España […] conocedor experto de la amplia geografía europea tradicionalmente hostil a nuestros valores sin que falte en el programa de sus viajes la consabida imposición de manos del santón barbudo de la ex paradisíaca isla antillana transformada hoy por obra y gracia de los rojos semirrojos e idiotas útiles en callado y lúgubre campo de concentración flotante.

(SdI 11)12

En cualquier primera lectura, sin contar con otros elementos de juicio para contextualizar esta introducción, el texto abre [End Page 136] la vía a dos interpretaciones divergentes, pero no necesariamente excluyentes entre sí, que condensan ya de entrada un posicionamiento ambiguo. Teniendo en cuenta los derroteros políticos por los que atraviesa Goytisolo en estas fechas, cabe la posibilidad de pensar denotativamente que Goytisolo está llevando a cabo una crítica al entorno revolucionario de Castro. Sin embargo, el origen franquista de la admonición fuerza a relativizar la literalidad de la afirmación, algo que una lectura completa de la novela—en la que incluyo el perdido capítulo octavo—confirma sin por ello menoscabar la valía de una duplicidad interpretativa que es extensible, respecto a Cuba, al relato en su conjunto. En cualquier caso, en este juego de amor-odio, mayor peso tiene todavía el primero que el segundo, pues sobre la burla a la figura de Castro prevalece una nítida réplica hacia la prensa franquista que hizo de su labor por Cuba blanco de su furia. Dando proyección a la viabilidad de ambas lecturas, diría que lo que Goytisolo plantea de entrada en la novela es una defensa de su propia posición política e intelectual contra Franco y en favor condicionado, todavía, a la revolución. Extra-textualmente, esta idea se sostiene además sobre el hecho de que, aunque para su fecha de redacción Goytisolo manifestará años más tarde que ya había comenzado a sentir un serio malestar con el rumbo tomado por Cuba, no conozco constancia alguna que avale dicho distanciamiento durante estos mismos años. Su conformidad a reeditar en 1969 y en Uruguay PM sustenta este parecer.

El cubano arranque de la novela, con Franco y Castro aún como dos monedas distintivas, se sostiene a lo largo de la redacción facilitando la búsqueda de esa (no) identidad a la que se lanza el protagonista, Álvaro Mendiola. Éste, parangonando aquí la propia biografía del escritor, al volver a su casa familiar después de varios años de residencia en Francia no se reconoce en el niño y joven que fue.13 La aventura de reencontrarse consigo mismo remite en primera instancia a Cuba:

En el adusto despacho presidido por el retrato del bisabuelo podías abrir uno de los cajones del escritorio […] y calar unos minutos, si así lo deseabas, en el descabellado y anacrónico universo de tus antecesores: cartas de esclavos del desaparecido ingenio de Cruces, solicitando la bendición de <su Mersé>, el amo remoto—responsable tuyo en el moroso sucederse de las generaciones—que cabalmente les negaba y desposeía.

(SdI 16; el énfasis es mío)

Significativamente departiendo del que probablemente sea uno de los descubrimientos más hirientes de su legado, Goytisolo embarca a Mendiola hacia Cuba en esta escueta mención a una de las esclavas de su bisabuelo, Casilda Mendiola. Este apunte tendrá reflectante continuidad en la carta completa de la esclava que aparece en el capítulo octavo de la primera edición (SdI-1 455-56), pero que desaparece en las siguientes. La remisión a su voz cautiva se antoja primordial dado que de ahí, en igual medida que de su "materna" Barcelona, ha de ser que salga (des)identificado un personaje que, tras recorrer tiempo y geografías, tras metamorfosearse en otros varios gracias al corifeo de voces narrativas con el que progresa la trilogía, retornará a esa misma carta al final de JsT, trazando así un círculo que cohesiona la experimentación narrativa de las tres novelas:

Reproducirás una vez más, con tu caligrafía pulcra, la carta de la esclava cuya lectura esclarece y da sentido a [End Page 137] una vida (¿la tuya?) organizada (la función de ella) como un interrumpido proceso de ruptura y desprendimiento, sabedor de que posees la clave que te permite interpretar su trayecto (el del otro) de modo retrospectivo, con la conciencia de haber llegado al final de un ciclo a partir del cual, mudada la piel, puedes vivir en paz

mi amo

su mersé me dejó en casa de sus hijos la niña Ferminita y el niño Jorgito y yo hice todos los posibles de cumplir con la palabra que yo di a su mersé pero cuando vino la niña Telesfora a casa de la niña Ferminita me botaron de la casa y aquí estoy como quiera en la calle esperando siempre a su mersé

también diré a su mersé que la niña Telesfora bendió Julián a Tomabella y Tomabella lo bendió a Montalvo y desde el verano su hijo Jorgito no quiere pasarle ni medio

si su mersé quiere arreglar de otra manera pues ya esta poble no tiene que comer yo quisiera que su mersé me socorriera

memorias a Petra a María… y a la mi señora y su mersé manda a su esclaba que pide su bendición

Casilda Mendiola

grito de dolor

fuente secreta del proceso liberador de tu pluma

razón oculta de tu desvío moral y artístico, social, religioso, sexual

(JsT 253)

Entre esta confesada "liberación" y los recuerdos avivados por los hallazgos de la casa familiar al comienzo de SdI, el narrador—narradores, voces narrativas—de las tres novelas nos brinda unos cientos de páginas con las que recorrer su largo camino de perfección. La imposibilidad de aceptar el letargo franquista conduce a Álvaro Mendiola a París, desde donde espera poder contribuir al deceso del régimen despertando a sus compatriotas de la modorra existencial por la que campaban. Como le ocurriera al mismo Goytisolo, el triunfo de la revolución cubana le sirve de acicate con el que tratar de virar el rumbo de la historia de los pueblos hispanos—Hasta aquí, tanto la biografía de Goytisolo como lo narrado en PM coinciden. Sin embargo, el optimismo inicial deviene pronto en fracaso. Hastiado e impotente, vuelve a Barcelona para despedirse de su país. Instalado en Tánger desde el despertar de Reivindicación del conde don Julián, la novela no ceja en su intento de encontrar su identidad y la de los suyos. En aras de conseguir tal empeño, Mendiola se siente forzado a destruir de raíz el andamiaje cultural sobre el que se ha sustentado la civilización española durante los últimos quinientos años. Reencarnado en el traidor conde don Julián sobre quien leyenda e historia hicieron recaer la debacle del imperio visigótico, su razzia, como la de Tarik y Muza, muy pocos títeres dejará con cabeza al norte de Algeciras, e implicará además la identificación con una nueva víctima, el marroquí—el árabe, por extensión. No obstante, JsT se abre con el deseo de renacer "negro." Abocado de nuevo al fracaso, los parias cubanos, como antes los españoles, quedan al margen del proceso de reencarnación que el narrador siente como imprescindible para alcanzar la comunión identitaria con los desposeídos. En resumen, si el triple proceso de búsqueda de identidad con el proscrito, primero en España, luego en Cuba y por último en Marruecos, sólo se produce en territorio de Alah, hemos de ponderar la razón de ser del protagonismo [End Page 138] otorgado a Cuba en la última de las novelas de la trilogía, extensible en menor medida a otras obras posteriores. Más allá de las razones estrictamente ideológicas (no literarias) que puedan aducirse, la primera pista a seguir quizá no se encuentre sino en el ya subrayado vacío estructural abierto por la supresión del capítulo octavo a partir de su segunda edición.

Entre la crítica, sin embargo, han sido amplia mayoría los que se decantaron por cuestionar la conveniencia de dicho capítulo, tanto desde razones políticas como estilísticas.14 Sólo Linda G. Levine apuesta positivamente por no perder de vista este capítulo en el conjunto de la novela,

pues pone de manifiesto, más que cualquier otra experiencia del narrador, la dualidad ambigua y desgarradora de un personaje que quiere creer en la destrucción de un paraíso infantil al mismo tiempo que esta aniquilación le duele profundamente"

(Juan Goytisolo 43).15

No obstante, Levine añade a continuación que Goytisolo carga sobre su personaje su propia perspectiva de la revolución, introduciendo así en este capítulo "factores poco justificados dentro de la novela misma" (44). Con todo, de convenirse que Goytisolo "carga" sobre su personaje muchas de sus propias vivencias, deseos y frustraciones, ¿por qué extrañarnos de que también lo haga en este capítulo? Si estéticamente es cierto que el capítulo desentona frente al resto de la novela, ni temática ni estructuralmente puede decirse lo mismo.

Por lo que concierne al estilo, su singularidad en el conjunto del relato conduce a pensar que fuera ese perdido capítulo octavo el primero en escribir, probablemente bajo la inmediata experiencia de su segundo viaje a Cuba en 1962, y sobre el que posteriormente se iría tejiendo la novela. Dicho capítulo se halla, de hecho, mucho más cercano a las novelas anteriores a SdI que al resto de esta obra y a las que después vendrían: narrador (semi)omnisciente en tercera persona; profusión de diálogo en estilo directo; confrontación entre personaje fuerte (Enrique, Sara) y débil (Álvaro) que conduce a la consecuente "derrota" del último ante una realidad que se ansía transformar, pero que al no conseguirse provoca la "huída" del protagonista. Al margen de lo estrictamente literario, conviene no perder de vista la avenencia con su propia biografía, esa marcha repentina que en 1962 le hacía ponerse con Castro del lado de Kruschev frente a Kennedy, en primer lugar, y el desencanto que se iba a producir de inmediato ante la concienciación de que su primer y único gesto de "valentía revolucionaria" caía en saco roto.

El argumento del perdido capítulo octavo de la primera edición de SdI se presta a una simple lectura alegórica. Álvaro y una joven y virgen miliciana de 16 años—aunque parecía algo mayor—viven un romance. Ella le adora y él se resiste a quebrar su inocencia. Pero, cuando cansada de insistir ante las reiteradas negativas del fotógrafo, la joven vuelva con su novio miliciano, Álvaro sufrirá un duro varapalo amoroso. El contexto en que se desarrolla esta historia es igualmente elocuente de la imposibilidad de comunión que atenaza al protagonista. Mientras todo el mundo lucha por la revolución o, como periodistas, asisten expectantes a ver qué pasa, Álvaro se dedica a recoger fotografías de viejas mansiones españolas, en su mayoría abandonadas. Su relación con su mujer, de tan sintomático y español nombre como Dolores, se mueve en un arduo compás de espera—nada nunca en el correo del hotel—y tal vez por ello, tal [End Page 139] vez por ver qué pasa con esta Sara que es epítome de la joven revolución, decide posponer su viaje de regreso a Europa. Tras asistir a un rito de santería junto a Sara y otros milicianos, entre los que se incluye el novio de Sara, Álvaro confirmará la terrible soledad—individual, social—a la que se siente abocado. Abatido, abandonará sin despedirse el templo santero, sintiéndose "purificado" en su huida, para acabar anclado a la tierra en un cementerio de coches norteamericanos mientras aviones también norteamericanos sobrevuelan su cabeza, que yace en un remanso de paz. Solo frente a todos y frente a todo, "tuvo la impresión de echar raíces y fundirse definitivamente con la tierra." (SdI-1 465)

Transportado como Lorca, Alberti y Zambrano a esa otra Andalucía que es Cuba (SdI-1 407), Álvaro tiene la impresión de echar raíces. Si bien tener la impresión no es lo mismo que tener la certeza, la carga semántica de la frase apunta a que la expiación tan denodadamente buscada había sido finalmente encontrada.16 Con la comunión, por el contrario, no correría la misma suerte. Determinante para ello resulta que esta concienciación se produzca en terreno heterodoxo y supuestamente afín como el de un ritual santero, al que curiosamente acuden numerosos milicianos. Si junto a ñáñigos y santones de negra mayoría con los que ansía fundirse—recordemos que la revolución vendría pronto a tildar la santería de "escuela de desafectos delincuentes" (Orozco y Bolívar 250), Álvaro no logra sentir ese sentido de pertenencia necesario para trascender comunitariamente la expiación de su pecado original, con la otra nueva Cuba, la oficial, las cosas tampoco encajaban. Entre los coches desvencijados y los aviones que sobrevuelan amenazantes "el espectacular desafío frente a la potencia más dura y poderosa de la tierra," (SdI-1 400) campa tan sólo un incierto presente con la satisfacción al menos del deber cumplido que le aproxima a unas señas de identidad que lo son precisamente por omisión. Si en PM leíamos que "en adelante, vivir alejado de él [del pueblo cubano], no sería para mí una separación, sino un destierro," (145) la agorera premonición comenzaba pronto a hacerse realidad.

Los cinco años que distan entre la salida de PM y la de SdI atestiguan el paso del asombro ante el espectáculo de ver a un pueblo unido en lucha por su revolución a la ficcionalizada confesión de Álvaro sobre la imposibilidad de ser parte de la misma. Es más, frente a la victoriosa apariencia, al narrador de la primera edición no se le escapa ya entonces que "un aroma de muerte y putrefacción impregnaba agudamente el paisaje" (SdI-1 465), idea que se reitera varias veces en este capítulo. Según ha explicado Goytisolo en CV, el desencanto se destapó en la clausura de un acto de instrucción política al que le había invitado su amigo el poeta Manuel Navarro Luna. Ese mismo día, dos mujeres asistentes al cursillo fueron descubiertas en la cama. La decisión de los organizadores de expulsarlas del curso y el público escarnio que se hizo de las encausadas abrieron los ojos de Goytisolo. Si éste no podía dar crédito a que un buen hombre como Navarro Luna consintiera semejante espectáculo, menos aún pudo explicarse su activa presencia en un estrado desde el que hablaba entre vítores y aplausos alguien en quien no se reconocía—o tal vez sólo tiempo después no se reconocería)—un tipo que se las daba de ser el joven intelectual revolucionario español, mientras que su auténtico yo permanecía en todo momento con las expulsadas. Siempre con un ojo puesto en la salvedad que supone la reconstrucción [End Page 140] autobiográfica que Goytisolo lleva a cabo más de veinte años después, la importancia de este suceso excede su condición de ser el primero—explícito—con el que la revolución comenzaba a desplomársele encima, al atestiguar ex aequo una bisexualidad de proteicas implicaciones para su escritura posterior:

Presentiste entonces lo que ocurriría, lo que iba a ocurrir, lo que estaba ocurriendo a tus hermanos de vicio nefando […] y junto a ellos, a santeros, poetas, ñáñigos, lumpens, ociosos y buscavidas, inadaptados e inadaptables a una lectura unicolor de la realidad?"

(RdT 175, el énfasis es mío).17

Fuese o no así, Goytisolo apenas sí refleja en la redacción de SdI estos temores. El transvase de sus vivencias a la ficción de SdI enlaza por amor el amor—hacia Sara, hacia la revolución—con la inviabilidad de su concreción, con la recurrente certeza a lo largo del relato que uno es y será siempre uno, solo, por muy apegado que se crea a alguien o a algo. Escindido entre dos opuestos de imposible síntesis, Álvaro estaba "dispuesto a morir por la Revolución, consciente de que la Revolución era imposible, del mismo modo que quería a su mujer, a sabiendas de que el amor desemboca en la nada" (SdI-1 437). No obstante esta certeza, Álvaro le confesará a su amigo Enrique, fiel seguidor de la revolución, que pensó que largarse "de Cuba en estos momentos era una manera de desertar" (SdI-1 416). Ni autor ni personaje lo harían todavía, ni en la realidad ni en el texto.

No todo el capítulo octavo de la primera edición desaparecería en las siguientes. Varios pasajes en cursiva escapan al decurso de la historia de Álvaro y Sara, aunque de alguna forma vengan a completar el sentido de la misma, en particular, y del resto del libro, en general. Ubicados en el octavo y último capítulo a partir de la segunda edición,18 el primero de ellos, "El telegrama había llegado inesperadamente" (SdI-1 411/ SdI 372), rememora un episodio de la niñez de Goytisolo que sería después recogido en CV. Con irónica amargura, Goytisolo nos lleva al puerto de Barcelona en la dura posguerra española. Allí se ha congregado su familia a la espera de un pariente cubano sobre el que las cábalas no encajaban. Un negro Goytisolo—el que tal vez quisiera ser Juan—descendería de un barco para ser rechazado por una familia que, pese a la necesidad en que entonces vivía, decidió no saber nada de este hombre. El segundo, "El clima es magnífico" (SdI-1 425/ SdI 379), trae a colación las muchas horas pasadas frente a los Atlas y los libros de historia con los que el niño Álvaro lograba la evasión de una realidad siempre adversa, horas que refuerzan el sentido de ese "paraíso perdido" al que se refiere Levine. El tercero, "Te lo habían contado siendo niño" (SdI-1 439/ SdI 383), repercute sobre la imagen imperial-oficial-familiar con la que Goytisolo creciera y cuya vuelta de guante constituye pieza básica para el avance narrativo.

El último de los epígrafes, "La tienes ante ti" (SdI-1 455), incluye la referida carta de Casilda Mendiola. Como vimos, a diferencia del resto de epígrafes, Goytisolo no lo incluye en el capítulo octavo a partir de la segunda edición, postergando su reimpresión hasta las páginas finales de JsT. Su preámbulo, que no sólo anticipa el final de la novela, sino que vaticina también el por entonces latente "desvío" por venir en RCDJ y el mismo arranque narrativo de JsT (esa "razón oculta de tu desvío moral y artístico, social, religioso, sexual" JsT 253), reza así: [End Page 141]

Y cuando todo absolutamente todo como en el siniestro verano del 63 instiga a creer en la impunidad del crimen y el monstruoso olvido de la Historia te basta leer la carta de la esclava para restablecer la verdad y hallar en ella en su certeza cruda el fundamento y razón de tu desvío tu regla de conducta tu manera de ser conquistados frente a la simonía e impostura de la fauna española la moral que debe permitirte en adelante proseguir inexorable tu camino lejos de tu país y tu gente sin familia sin hogar sin amigos contra viento y marea sin ayuda difícilmente a solas.

(SdI-1 456)

En SdI sólo se vislumbra que la zafra liberadora ya ha tornado contra su objetivo. Si mirando al pasado, la expiación de su culpa parece completa en la ecuación piedra = libertad, mirando al futuro esa tendencia constante del autor a buscar un objeto-sujeto a redimir para redimirse a sí mismo no encuentra el camino: raza, clase social, patria y orientación sexual le obstruyen el avance, al mismo tiempo que le abren las puertas de la literatura. De ahí la dialéctica irresuelta entre pasado y futuro, entre expiación y comunión, entre vinculación y desentendimiento, dialéctica que encuentra su correlato narrativo en el acercamiento-distanciamiento que se produce en torno a Dolores, en tanto que exponente de una España republicana que malvive en la Península y de la que le cuesta desasirse: "[Dolores]: —Yo creía que en Cuba volverías a encontrarte. [Álvaro]:—He perdido mi tierra y he perdido mi gente" (SdI 312). Exactamente lo mismo cabe aplicar a la esquemática y desaparecida Sara respecto a Cuba.

Junto a la esquiva mención a Castro que abre el texto y el largo capítulo octavo sobre el que probablemente comenzara a germinar el conjunto de la novela, este tríptico cubano se completa con la triste historia de M. Heredia, pariente del célebre poeta cubano "d'une ligne collatérale" (SdI 294). Frente al abierto simbolismo que guía la relación entre Álvaro y la miliciana, este postrer episodio retorna narrativamente a la escurridiza filiación de las iniciales palabras sobre "el santón barbudo de la isla antillana." La ambigüedad subyace en sí en el contexto parisino en el que se desarrolla la acción. Álvaro se aloja en casa de esta señora venida a menos. La que un día creyera ser gran diva de los escenarios regenta una pensión y da unas clases de música para mantenerse. Divorciada y con un hijo adolescente, madame Heredia es agasajada por una sensibilidad exquisita como la suya, la de un etéreo Frédéric que comparte con ella la pasión por la música. Narrado con sordina, el prolongado cortejo del caballero hacia la dama no se concreta ante la desesperación de ésta. Un buen día, Frédéric desaparece sin dejar tras de sí ni las flores ni las notas con que solía halagar la vanidad amorosa de su amiga. Su volátil misticismo revierte entonces carnalmente donjulianesco: el soñado amante ha huido con el núbil hijito de Madame Heredia, Sebastián. (SdI 294 y ss.)

Esta concreción argumental da de nuevo pie a plasmar dos posibles interpretaciones que, al igual que discurrimos sobre la primera referencia cubana de la novela, no tienen que ser entendidas como excluyentes entre sí. Por una parte, la mencionada [End Page 142] localización parisina de esta cuestionada alta cultura posibilita una lectura que no pone en entredicho el presente cubano, siendo el altivo aburguesamiento de esta afrancesada dama el objetivo a señalar. Justifico lo dicho con las palabras con que fija Goytisolo el parentesco entre madame Heredia y el célebre poeta de origen cubano, cuya fotografía reposa sobre el piano de la mujer:

il m' avait connue quand j'était toute petite, ma mère me disait toujours qu'il me prenait dans ses bras et qu'il me regardait pendant des heures: el autor de Trophées figuraba en ella […] ceñido en el gallardo y suntuoso uniforme de los inmortales.

(294)

Una página más adelante, la narración reafirma esta posición al mencionar a "un argentino pedante que os hiciera desternillar de risa al anunciar con gran énfasis 'Madame, je voudrais être pénétré jusqu'au bout par la culture française'" (295). Este cuestionamiento se sustenta asimismo en el hecho de que Álvaro conozca a Dolores en la pensión, dado que ésta, hija de exiliados republicanos en México, será conminada por madame Heredia a abandonar su cuarto ante la difícil situación económica en la que malvive. Si Álvaro salvará a la que será después su mujer del desahucio, nada hará por advertir a la Madame sobre las que se barruntan oscuras intenciones de Frédéric. En tanto que alter ego en busca de personaje, el tal Frédéric bien podría catalogarse como un primer esbozo de la prometeica caracterización que experimentarán los protagonistas de los relatos goytisolianos posteriores.

No obstante, cabe también afirmar que la ironía discursiva con la que se nos relata la relación entre madame Heredia y Frédéric avala el puenteo entre la candidez de aquélla—la otra cara de la moneda de Sara—y la revolución cubana, por una parte, y la de Frédéric—la otra cara de la moneda de Álvaro—y el propio autor, por otra. De seguirse esta vía, es preciso marcar una notoria salvedad entre la salida que Goytisolo da al conflicto que Álvaro experimenta con Sara y el que Frédéric finge frente a Madame Heredia. Aunque compartan como trasfondo el debate que el escritor experimentaba frente a la revolución, es significativo que en el primer caso la rienda se contenga, mientras que en el segundo se suelte. Si la candidez sincera, de calle, de Sara fuerza a Álvaro a dejar incólume su espíritu revolucionario, la presuntamente culta inocencia de madame Heredia corre dispar suerte. En este sentido, puede decirse que Sara y Dolores se complementan para retener la mano que escribe del lado de un compromiso político en el que anhela creer aun a sabiendas de que en uno y otro caso la ansiada transustanciación está abocada al fracaso. De ahí que me parezca fundamental tener en cuenta el perdido capítulo octavo, no tanto por lo que en él se nos diga sobre Cuba, sino por el modo en que se entreteje con la historia de madame Heredia y con otros personajes que escapan a la directa experiencia de la revolución: Dolores, que desde una España recuperada comparte un espíritu de lucha similar al que se vive en Cuba, y Frédéric, heterónimo o Mr. Hyde complementario de Álvaro, el don Julián de SdI creado para profanar. La desaparición de Sara a partir de la segunda edición difumina la estructuración de estas relaciones que vinculan cara a cara amor y política: si para Álvaro, Dolores es a España lo que Sara a Cuba, Frédéric no es a madame Heredia lo que Álvaro a sus "dos mujeres." En suma, aun reconociendo de nuevo que estilísticamente la narración pueda ser más coherente a partir de su segunda edición, la omisión del capítulo octavo de la primera edición no sólo limita la captación del [End Page 143] desamparo del narrador al final del relato, sino que distorsiona la aprehensión de una cubanidad condicionada que tiene en dos figuras, la del santón barbudo y la de esta dama (ex)cubana, el fundamento en sus extremos, las puertas del tríptico. Al abrirlo encontramos un vacío, apenas cuatro trazos difuminados, oscuridad que no impide concluir que puestos a encontrar un cubano nítidamente vilipendiado en la narración, no es ése todavía Castro; lo es la exiliada y afrancesada (como lo es el mismo Álvaro) madame Heredia.

La irredenta posición social, política, moral y sexual que caracterizará a Juan Goy-tisolo a partir de SdI se completa en este relato con una nueva desviación, la religiosa, en la que Cuba desempeña asimismo un rol fundamental. En relación con la misma destaca cómo la invocación al Dios cristiano a quien se pedía amparo al comienzo de la novela muta al final por otra que santifica a Ochún, Changó y Yemayá (386-87). En ambos casos, con idéntica pobre suerte. Sin boya alguna a la que asirse, la narración se despide de los suyos desde la atalaya de Montjuic, al igual que antes hiciera lo propio a ras de suelo en Cuba, sin comprender él cuál ha sido su crimen. Su adiós Cojuelo será una especie de suicidio que, imbricando realidad y texto, se nos deja bajo preceptivo depósito cuatrilingüe de la moneda en la ranura del catalejo: "Wir mussen den Geldstuck einwarfen" (389). Al introducirla—al visionar la lectura—completamos como lectores su deceso y nos predisponemos para un renacimiento que tendrá lugar en otra red y en otra orilla. Pero tras la que se supone huída final—SALIDA, SORTIE, EXIT, AUSGANG (388)—aún habrá espacio para realizar una última súplica a Changó: "no permitas que me arranquen de ti." (388)

Conclusión: "Cuando salí de Cuba, dejé mi vida, dejé mi amor… dejé enterrado mi corazón"

Cerrada por Ruiz Lagos en su Retrato del novelista con un "Punto" (49) que es final, la relación entre Goytisolo y Cuba se antoja sin embargo trascendental y en cierta forma inconclusa, tanto en lo que atañe a su compromiso político como a su espíritu creativo. Porque si bien es cierto que a partir del vigésimo aniversario de la toma de La Habana, Goytisolo da por perdida su apuesta revolucionaria, ese "punto" más bien se asemeja a un largo punto suspensivo. Dolido, sin duda, por la entonces presente situación cubana así como por su propia involucración en una causa que después ninguneó los nobles principios que la hicieron posible, su negativa a callar es palmaria en novelas posteriores como Makbara (1980), Las virtudes del pájaro solitario (1988) y Carajicomedia (2000), en las que el resentimiento no ha empecido su interés por un pueblo del que un día se sintió parte. En el último de estos textos, Marchena y Fray Bugeo rememoran de la siguiente forma la que un día fuera filípica:

'No obstante su desengaño actual y airoso cinismo, también creyó usted que el comunismo esparciría las semillas destinadas a germinar y a producir la felicidad del género humano. Viajó a Cuba y volvió cantando maravillas de la Revolución y sus líderes en el momento en que éstos aplastaban las libertades que predicaban y sometían al pueblo a una inquisición política digna de los jacobinos. ¿Por qué no se retractó luego? Yo lo hice.''Mon cher, mi vida es una cadena [End Page 144] de errores pese a mi lectura diaria de nuestro Kempis. Yo creía que en Rusia se estaba gestando la aparición del hombre nuevo, este ser fraternal, libre, desinteresado, que el cristianismo no alcanzó a forjar durante veinte siglos.'

(161-62)

SdI, en tanto que arranque para la ficcionalización de estas vivencias, resulta imprescindible de cara a sopesar los derroteros que guiarían la trayectoria intelectual de Goytisolo desde la década del sesenta. Me atrevería a decir que entre la intensa comunión inicial de PM y la ruptura de relaciones de finales del setenta, SdI marca una línea equidistante, a pesar de la palmaria falta de sintonía que puede inferirse en algunos pasajes de la novela. Incluso en el supuesto de que dejemos de considerar el perdido capítulo octavo de la primera edición, al poner en una balanza las puertas de su cubano tríptico, madame Heredia se alza sobre el "santón barbudo" como diana sin floreada, por más que a la postre éste terminara siendo el máximo exponente de unas señas de identidad que en Cuba acabarían más castradas que en ningún otro lugar. Con todo, haciendo acopio de la pétrea firmeza del enemigo, Goytisolo, por activa y por pasiva, nunca ha cejado en su empeño de lograr un mundo, una Cuba, más justa. A juzgar por sus últimas declaraciones sobre la Isla a raíz de la muerte de Cabrera Infante, podría decirse que no obstante todos los imponderables sufridos, Goytisolo ha hecho suyo el eslogan revolucionario por antonomasia y no renuncia a seguir pidiendo la luna: hacia atrás, ni para coger impulso.19

José Domínguez Búrdalo

José Domínguez Búrdalo graduated from the University of Seville (licenciatura en Filología Hispánica). He completed a Ph.D at Johns Hopkins University in 2002 and is now an Assistant Professor of Spanish Peninsular literature and cinema at Miami University at Oxford, Ohio. He has several publications on the relationship between Cuba and Spain, and Golden Age drama. He is currently working on Julio Médem’s films.

Notas

1. De cara a evitar la reiteración de los títulos y una vez introducido cada texto con el suyo completo, utilizaré las siguientes abreviaturas para referirme a las obras citadas de Juan Goytisolo: PM (Pueblo en marcha); SdI (Señas de identidad); SdI-1 (Señas de identidad, primera edición); RDCJ (Reivindicación del conde don Julián); JsT (Juan sin tierra); CV (Coto vedado); RdT (En los reinos de Taifa).

2.

Según Santos Sanz Villanueva, [e]l libro es profundamente decepcionante en su dimensión literaria, al margen de cualquier juicio sobre la situación que presenta (cuyo comentario en términos políticos o socioeconómicos no es de este lugar) (67). Miguel Dalmau opina sobre este ensayo lo siguiente: “En cierto modo es lógico que Juan Goytisolo haya impedido la reedición de este documento: el entusiasmo desmedido por aquella epopeya popular, cierta miopía ante algunos puntos oscuros que forzosamente tuvo que ver y que deliberadamente decidió omitir, o más aún, la ceguera completa ante evidencias notorias le han aconsejado hacerlo así.” (386-87)

De que tenga noticia, en las últimas décadas la única mención propia a esta obra la realiza Goytisolo en el artículo publicado por el diario El País el 12 de diciembre de 2005, “Antonio Soriano y la Librería Española de París,” en el que el novelista rememora la labor del recientemente fallecido librero español en el exilio francés y editor entre otras muchas obras de su Pueblo en marcha, “fruto de mi viaje a la Cuba revolucionaria en diciembre de 1961” (s.p.).

3. En su trabajo sobre las dos primeras edicio-nes de SdI, Maryellen Bieder hace un perspicaz seguimiento de las diferencias entre ambas. Al respecto de cómo debió de irse gestando este cambio, resaltan sus comentarios sobre la primera traducción al inglés, en la que Goytisolo se queda respecto a Cuba a medio camino entre las dos primeras ediciones de Joaquín Mortiz. Coteja para ello las palabras del traductor, Gregory Rabassa:

The alterations in the English translation were due to some radical changes of heart that Juan had after the translation was already finished. He felt that by eliminating most of [End Page 145] the Havana sequence and rearranging some of the order that the book would be better for it. (299)

Como advierte Radolph Pope, la rehechura de versiones previas sin hacer mención a los cambios introducidos no es ajena al quehacer editorial de Goytisolo:

In 1977, for the first volume of a projected publication of his complete works, which included novels originally published between 1954 and 1958, Goytisolo introduced innumerable changes, without warning readers that they were confronted with carefully revised versions. (Understanding Juan Goytisolo 20)

4. De cara a subrayar el valor de esta constrictiva ecuación hispano-cubana, se me ocurre pensar en el ejemplar eco de la película de Gutiérrez Alea Fresa y chocolate. Recuerdo de la misma cómo la seducción de Diego sobre David se articula en torno a una literatura prohibida entre la que se incluye “Goytisolo completo.” Exponente de una ortodoxia que cuestiona la cubanidad de Diego en su condición homosexual, Miguel, compañero de cuarto de David en la universidad, le espetará a éste un axioma furibundo: la revolución “no entra por el culo.” Su sentido figurado, el de un espacio cerrado a cualquier heterodoxia, incluida la sexual, adquirirá en la escatológica pluma de Goytisolo una retrospectiva respuesta menos contempo-rizadora que la que propone la película, puesto que en JsT “por el culo” acabará saliendo, pero también ahora en su sentido literal.

Son varias las referencias dispersas en la obra de Goytisolo sobre este asunto. Me concentro en lo referido por Goytisolo en la edición impresa (no así en el metraje montado) de la película Conducta impropia, del cineasta Néstor Almendros. Dice Goytisolo:

Yo creo que entronca directamente con los viejos demonios de la civilización española. No hay que olvidar que en la época en que España se transforma con los Reyes Católicos en un estado totalitario, el primer estado totalitario de los tiempos modernos, cuando se expulsa a los judíos, se expulsa a los moriscos y a los gitanos, se prohíbe la importación de libros, se condena igualmente a la hoguera a los bígamos y a los sodomitas. Es toda una tradición española que bajo una máscara marxista-leninista de pureza revolucionaria reaparece a la superficie de Cuba tras el der-rocamiento de Batista. (Almendros y Jiménez 132)

5. Su temprano interés por el sur peninsular, ha quedado condensado en una serie de trabajos cuyo mejor compendio lo compone el artículo “Tierras del sur,” encuadrado en la colección de ensayos de El furgón de cola (Véase también CV 327 y ss. y España y los españoles). En el mismo, Goytisolo pasa revista a cómo en España se sustituyen los mercados coloniales tras el 98 por un “colonialismo interior,” llegando a hacer afirmación tan rotunda como la de que “Almería, por ejemplo, no ha sido nunca una provincia española. En 1962 es—para vergüenza de todos—una colonia de explotación de la industria del Norte y de sus propios latifundistas” (291). Similar orientación le llevaría a precisar la situación (post)colonial cubana (y, en general, latinoamericana) antes de la Revolución.

6. Según un informe de la UNESCO de 1963, Goytisolo era en este año el autor en lengua castellana más traducido después de Cervantes. Este hecho, lejos de tranquilizar su conciencia, la agudizaría hasta el punto de admitir que dicho éxito se debía tan sólo a “la identificatión abusiva y oportunista de mi nombre con la causa de la democracia española [y] mi pequeña posición privilegiada en el mundo editorial y periodístico” (Dalmau 425).

7. En un artículo que compara las autobiografías de Genet y Juan Goytisolo, Brad Epps destaca la distancia entre maestro y discípulo—y en el caso de Goytisolo entre novela y autobiografía—al decir lo siguiente:

My point is therefore not that Goytisolo attains (or even seeks) some impossible degree zero of metaphor, [End Page 146] but rather that he resists and retreats from the peculiar exuberance of (Genetian) metaphoricity in order to construct the spaces and trace the lines of his purportedly authentic, authoritative self: in order, that is, to write autobiography. (“Thievish Subjectivity” 165)

8. No parece que Goytisolo haya pasado por alto ese espíritu contradictorio que a veces le caracteriza. Valga como muestra esta confesión:

Monique me reprochará en adelante la fascinación estética por lugares, regiones, paisajes cuyas condiciones de vida ofenden necesariamente a toda persona con un mínimo de sensibilidad social. Más coriáceo que ella al espectáculo de la pobreza y atraído de modo oscuro por unas cualidades y rasgos inexorablemente barridos por la allanadora mercantilización del progreso, mi actitud desde luego peca de ambigua.”

Así la justifica a renglón seguido:

los intelectuales que no estamos formados de una pieza sino de rasgos y atributos diversos, abigarrados y antitéticos, combatimos por un mundo que tal vez será inhabitable para nosotros. (RdT 23-25).”

9. Los primeros ataques contra Padilla, que acabarían con el poeta en prisión en 1971, se dan en 1969. Éste había denostado la labor literaria de Lisandro Otero, entonces Vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura y director de la revista Cuba, amén de proferir otros “sarcastic attacks concerning the docility and conformity of Cuban writers” (Goytisolo, “Partisan Review” 683). Ante el cariz que frente a la intelectualidad contestataria estaba tomando la revolución, Goytisolo firmaría una carta junto a otros escritores como Carlos Fuentes, José Donoso, Vargas Llosa, Cabrera Infante y García Márquez en la que rechazaban las acusaciones contra Padilla, aunque mantenían el apoyo a la labor intelectual desempeñada por Casa de las Américas. Instigada por Fidel, según Dalmau, he aquí la respuesta de Haydée Santamaría, su directora:

Inexplicable desde tan lejos puedan saber si es calumniosa o no una acusación contra Padilla. La línea cultural de la Casa de las Américas es la línea de nuestra revolución, la Revolución Cubana, y la direc-tora de Casa de las Américas estará siempre como quiso el Ché; con los fusiles preparados y tirando cañonazos a la redonda. (Dalmau 534; RdT 170)

Para valorar los avatares sufridos por la revista Libre, véase RdT, 158.

10. Dispersas por CV, e igualmente recurrentes en SdI, encontramos referencias como éstas. (CV 47-48, 53, 73, 101). El propio Goytisolo parece convenir con esta indiferenciación entre ficción y no ficción al sugerirnos en CV una “dosis prudencial de recelo” (181) para con su reconstrucción del pasado, siempre trabada con las trampas de la memoria, a pesar de que él mismo consigne en esta mismo ensayo su buena capacidad nemotécnica (104):

Conciencia de los peligros y trampas de la empresa: vana tentativa de tender un puente sobre tu discontinuidad biográfica, otorgar posterior coherencia a la simple acumulación de ruinas: buscar el canal subterráneo que alimenta de algún modo la sucesión cronológica de los hechos sin saber con certeza si se trata de la exhumación de un arqueólogo u obra flamante de ingeniería: no ya la omisión arbitraria de recuerdos juzgados no importantes sino la elaboración y montaje de los es-cogidos […] transmutar la realidad incierta en argumento amañado de libro. (CV 231)

11. Cuba aparece inserta ya bajo la contro-versia entre el colonialismo yanqui y el español en Juegos de manos. La ironía que lanza contra la posición española, pretendidamente más justa, es clara:

En la pared hay una oleografía con el retrato de mis tíos y en la repisa la foto del abuelo con el uniforme de [End Page 147] capitán de fragata. // Fue en Santiago—dice ella—; estaba solo y mató a quinientos yanquis.// Oh, —digo yo— apenas deben quedar yanquis con vida… ¿ Por qué mató a tantos yanquis? //—Querían robarle las tierras. Él era español. (183-84)

12. Para evaluar el irónico pastiche que crea Goytisolo en las primeras páginas de Señas de identidad con los materiales acusatorios de la prensa franquista, véase Juan Goytisolo, de Levine (página 27 y siguientes).

13. La relación entre Álvaro y Juan Goytisolo ha sido enjuiciada desde perspectivas diversas. Mientras que para Gonzalo Sobejano Álvaro es el “transparente “doble” de Juan Goytisolo” (Ríos 41), otros críticos han realizado un rastreo estructural llegando a conclusiones parciales como las siguientes. Para Bernardo González, Álvaro se identifica con la primera persona sólo al final del relato, produciendo una comunión entre el personaje y su pensamiento, lo que le lleva a decir que “el texto es su espejo y el viaje de un discurso inconcluso hacia sus inciertas señas de identidad” (184). Para Carlos Fuentes, la mezcla de personas—la tercera objetivista, la primera que lleva a cabo un monólogo biográfico y la segunda que engloba a ambas ofreciendo el rastreo de una verdadera iden-tidad—hace que el autor nos conduzca “al punto en que preguntarse ¿Quién es Álvaro? [sea] idéntico a preguntarse ¿Qué es España?” (Ríos 145). Aunque centrado en El sitio de los sitios, Ruiz Lagos y Ruiz Campos utilizan el término narrautor para referirse a un narrador que es al mismo tiempo alter ego de un autor embarcado en una labor continua que denominan “homotextualidad” por su recurrente remisión a una escritura palimpséstica.

14. Su hermano José Agustín le reprocharía el esquematismo del personaje de Sara; Max Aub que este capítulo “[n]ada tiene que ver con la totalidad española de la novela;” Rodríguez Monegal que “la experiencia de Álvaro en Cuba no fue totalmente explotada” (Levine, Juan Goytisolo 262). Sanz Villanueva, por su parte, propone que la conciencia de destierro le lleva a efectuar

un viaje a Cuba—no plenamente justificado, sin embargo—pues predomina una interpretación exótica que tiene poco que ver con el punto de vista del conjunto del relato; con razón la crítica ha censurado el pasaje,

y adjunta en la nota 100 las críticas vertidas por Ricardo Sembre, quien afirma que es un “episodio de relleno que daña gravemente la obra,” y Corrales Egea, quien reincide en la prevalencia de lo exótico” (Sanz Villanueva 91). De “perpleja,” por último, califica Sobejano la estancia de Álvaro “como testigo de la revolución “dionisíaca” de Fidel Castro” (Ríos 45).

15. Si bien coincide en conceder una mayor coherencia literaria al texto fijado a partir de la segunda edición, Maryellen Bieder destaca la dificultad de captar algunas de las referencias cubanas dispersas por la narración a partir de la segunda edición:

Alvaro’s trip to Cuba is prepared by three specific referents in the first chapter of the novel […]. These references also introduce major aspects of Alvaro’s experiences in Cuba […]. With the omission of the chapter elaborating on Alvaro’s experiences in Cuba, this preparatory information no longer serves a definitive purpose and can be unintelligible to the reader of the second edition. (302-03)

16. La culpa lastrada la confirma unas páginas antes una referencia bíblica. Al salir de la casa que fuera de sus parientes cubanos, “Álvaro miró para atrás como la mujer de Lot.” Sara le preguntó si se sentía mal, a lo que respondió: “De pronto me he sentido liberado. Liberado y, a la vez, terriblemente viejo […]. Es como cerrar un capítulo acabado de mi vida” (SdI-1 433).

17. En RdT Goytisolo recorre con angustia los momentos previos a la primera confesión de su homosexualidad (238). Toda la lectura del último capítulo de RdT, titulado “Monique,” resulta fundamental para entender la trayectoria sexual de Goytisolo y sus implicaciones políticas e ideológicas:

La homosexualidad risueña, amable, jocosa y desenfadada de los maricas que frecuentaba Monique no era la [End Page 148] mía. La ambigüedad que le atraía corresponde sin duda a un ideal femenino del hombre mucho más extendido de lo que se cree. […] En diferentes etapas de mi vida he tenido relaciones sexuales ocasionales o esporádicas con mujeres mas nunca, absolutamente nunca, con maricas ni heterosexuales de mi medio cultural y social, clásicamente apuestos, bien educados y de trazas o maneras elegantes; más tarde, extendería este riguroso criterio excluyente a mi propio grupo étnico: a partir de 1963, sólo los hijos curtidos de la zona zotádica suscitarían mi pasión y apoderamiento. (RdT 220-21)

Véase también CV 163-66, en donde Goytisolo rememora los sucesos acontecidos en el mitin de instrucción de milicianas.

18. Referencias dispersas al plante abakuá en Valle Oculto se encuentran al final del capítulo VI a partir de la segunda edición.

19. Con motivo de la muerte de Cabrera Infante, el 24 de febrero de 2005 escribía Goytisolo en las páginas de El País un artículo en el que “revelaba” la película de su vida junto al escritor cubano y la mujer de éste, siempre con la foto de Fidel de fondo. No obstante, prueba de que en los últimos años, tal vez ante la natural pre-visión de que más pronto que tarde Fidel tendrá que abandonar su cargo, Goytisolo respondía a la invitación hecha por la embajada de España en Cuba para volver a visitar la Isla hasta cierto punto favorablemente. Las condiciones, sin embargo, no se han dado todavía:

El agregado cultural de la embajada de España en La Habana me comunicó a fines de la pasada década que un sondeo entre quienes frecuenta-ban el Centro Cultural de la misma mostraba un deseo de escuchar una charla o conferencia mías. Le dije que las daría con mucho gusto, pero con una condición: de que versaran sobre Guillermo. El diplomático rompió a reír: ‘Esto es pedir la Luna.’ Pues bien, yo sigo pidiendo la Luna, a fin de poder hablar un día del autor de Tres tristes tigres en esa Habana que tanto amó y que supo retratar como nadie. (s.p.)

Obras citadas

Almendros, Néstor y Orlando Jiménez Leal. Con-ducta impropia. Madrid: Playor, 1984.
Bieder, Maryellen. “A Case of Altered Identity: Two Editions of Juan Goytisolo’s Señas de identidadMLN 89 (1974): 298-310.
Dalmau, Miguel. Los Goytisolo. Barcelona: Anagrama, 1999.
Epps, Brad. “Thievish Subjectivity: Self-Writing in Jean Genet and Juan Goytisolo.” Revista de Estudios Hispánicos 26 (1992): 163-81.
González Antonio, Bernardo. Parábolas de identidad: realidad interior y estrategia narrativa en tres novelistas de posguerra. Potomac: Scripta Humanistica, 1985.
Goytisolo, Juan. “Antonio Soriano y la Librería Española de París.” El País Digital. 12 de Diciembre de 2005.
———. Carajicomedia. Barcelona: Seix Barral, 2000.
———. Contracorrientes. Barcelona: Montesinos, 1985.
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———. Señas de identidad. México D.F.: Joaquín Mortiz, 1966.
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