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  • Cervantes y Sor Juana:La hipótesis del Barroco
  • Julio Ortega

El tercer centenario de la publicación de la primera parte del Quijote se caracterizó por la extraordinaria lectura documental de la novela. Se celebró el Quijote como documento empírico de su época a la que puntualmente retrataba: las clases sociales y sus diferencias, la pobreza y sus penurias, la vida marginal y su precariedad. En una monografía titulada Estado social que refleja "El Quijote" (premiada por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con motivo de ese centenario) Julio Puyol y Alonso cotejó "aquellos calamitosos tiempos" (10) y concluyó, revelando la perspectiva de su lectura, que la situación no difería demasiado del presente español. A comienzos del siglo XX la perpetuidad del Quijote era, evidentemente, su actualidad.

En este cuarto centenario hemos privilegiado el carácter universal de la novela seguramente desde el presente ya no de España sino del español sin fronteras. Cervantes había anticipado la lectura de su novela como una avanzada de la lengua española, cuando en su dedicatoria al conde de Lemos, le cuenta, no sin humor, que el emperador de la China le había escrito una carta suplicándole le enviase la Segunda parte, "porque quería fundar un colegio donde se leyese lengua castellana y quería que el libro que se leyese fuese el de la historia de Don Quijote. Juntamente con esto me decía que fuese yo a ser el rector de tal colegio" (547). Por eso mismo, no creemos hoy que sea preciso defender las raíces clásicas, cristianas o castellanas, de la novela contra sus filiaciones italianas o bizantinas. Nuestra lectura del Quijote se ha hecho más cervantina, más creativa y dialógica; y hemos aprendido a incorporar sus dilemas de afincamiento crítico (su locación) pero también [End Page 165] su capacidad de apropiar otros discursos (su horizonte mayor), desde el romance griego y la novela bizantina hasta la pastoril y la crónica de Indias. Ante la casi obsesiva definición española del Quijote a partir de lo que es y lo que no es, hoy creemos que siempre es más y que, seguramente, mañana será otra cosa. Don Quijote, en primer lugar, es el canon de salud de la lectura. Nunca la lectura ha sido más cuerda que en esta historia de la locura española, que es creer en una sola lectura. Aunque, a poco que leemos, vemos que ni siquiera "Don Loco" está tan loco, gracias a que es capaz de leerse a sí mismo.

En este trabajo quisiera proponer que uno de los horizontes constitutivos de la obra cervantina es atlántico tanto como, desde la otra orilla, lo es de la poesía de Sor Juana Inés de la Cruz. Cervantes hizo de las Indias algo más que un tema histórico de ida y vuelta, de modo que la cartografía de ese horizonte, que entendió como una extensión creativa de España, no se agota en un repertorio de referencias, personajes o motivos. La intensa curiosidad de Cervantes por las Indias, los indianos, los escritores americanos, la crónica histórica y la poesía heroica, así como por las obras del Inca Garcilaso de la Vega y de Ercilla, todavía no está suficientemente documentada. Nos falta leer ese interés como parte del espacio de alteridades que esa obra propiciaba, y en el cual crecía; no sólo desde la ironía crítica de la actualidad sino desde la visión de lugares históricos interpuestos, hechos complementarios en la novela; el sistema de esos espacios alternos presupone la diversidad de la creatividad humana y su distinta racionalidad civil. El manuscrito del Quijote se hace traducir del árabe, la carta del emperador de la China requiere de un intérprete, y la novela se lee en la China remota como si fuese el abecedario de la lectura franca. La literatura, parece decirnos Cervantes con una sonrisa, es una geografía del español aleatorio.

Aun si el mismo género...

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