[PDF][PDF] Diccionario de historia de Venezuela

F Polar - 1988 - guao.org
F Polar
1988guao.org
No debieron ser escasas las tentaciones, en la Edad Media de penetrar en el Atlántico, a
impulso de la creencia medieval en las islas fantásticas, donde se suponía habían quedado
aislados grupos de cristianos o vivían retirados monjes anacoretas: de aquí que se hablara
de la de las Siete Ciudades, hasta donde se decía escaparon siete obispos cuando los
moros entraron en España, o la de San Brandam. Pero, en contraposición, estaban los
temores que se derivaban de las creencias y terrores antiguos. No obstante, empezaron …
No debieron ser escasas las tentaciones, en la Edad Media de penetrar en el Atlántico, a impulso de la creencia medieval en las islas fantásticas, donde se suponía habían quedado aislados grupos de cristianos o vivían retirados monjes anacoretas: de aquí que se hablara de la de las Siete Ciudades, hasta donde se decía escaparon siete obispos cuando los moros entraron en España, o la de San Brandam. Pero, en contraposición, estaban los temores que se derivaban de las creencias y terrores antiguos. No obstante, empezaron tales islas a señalarse en los mapas de la Baja Edad Media, como en el de Andrea Bianco, con nombres concretos, como la isla Brasil, la isla Antilla y otras también desconocidas, pero que eran admitidas como muy posibles, sobre todo en un lejano más allá, en el extremo oriental o asiático donde también se situaban las islas de La Especería, de las cuales los árabes extraían las especias.
Con todo, la idea del mundo a fines del Medievo apenas había alterado la que se tuvo en el pasado, desde que, en la Antigüedad, se llegó al convencimiento de la esfericidad de la tierra, pues se mantenía la creencia en la existencia de un único bloque de tierras emergidas, en cuyos extremos se situaban una serie de islas, quedando cubierto por las aguas el resto. Dada la preocupación creciente por el más allá, no hubiera tardado mucho el reino castellano en impulsar expediciones transocéanicas puesto que desde las mismas islas Canarias estaba latente la tentación. El hecho en sí era, en tales circunstancias, algo inevitable, establecidos los determinantes que imponían el intento, puesto que el proyecto y el proyectista eran ya lo de menos.
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