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  • La poeta y el silencio:desafíos en la traducción de Alejandra Pizarnik
  • Anastasia Kanjere

Alejandra Pizarnik (1936-1972) es una poeta argentina, nacida en Buenos Aires de padres judíos refugiados de Ucrania. Durante sus años de estudios en París publicó su libro más conocido, Árbol de Diana, con un prólogo del célebre poeta mexicano Octavio Paz. Pizarnik es autora de once libros de poesía, entre los cuales se incluyen Los trabajos y las noches, El infierno musical y Textos de sombra y últimos poemas, una antología póstuma, así como varios textos de prosa, críticas y traducciones. Su obra usualmente se considera como perteneciente al movimiento surrealista al cual adherían también sus amigos, los escritores Julio Cortázar y André Pieyre de Mandiargues y el pintor Juan Batlle Planas. Pizarnik sufría de esquizofrenia y pasó los últimos años de la vida internada en un hospital psiquiátrico, hasta que murió en Buenos Aires en 1972 de una sobredosis de seconal generalmente considerada como suicidio.

Los elementos más llamativos de su obra son la brevedad, la fuerza y el leguaje enjuto. Una voz poética inconfundible, irresistible y fortísima vuelve obsesivamente a temas de muerte, amor, silencio, nacimiento, locura, verdad y olvido. En este artículo se examinan los desafíos especiales que la obra de Pizarnik presenta al traductor, y en particular el papel esencial de los silencios en ella. Se investiga la reacción de Frank Graziano y Susan Bassnett, los autores de las dos antologías más famosas de traducciones de la poesía de Pizarnik al inglés, a estos desafíos.

El principal reto al que se enfrenta el traductor de la obra de Pizarnik es cómo traducir no sólo las palabras sino también el espacio insalvable de los silencios. Si ha de existir un hilo que atraviesa su poesía, éste será el del silencio, ya que en la obra de Pizarnik el silencio es un tema, una obsesión y, además, una técnica. El Silencio la deja decir, como declara [End Page 173] el poema arriba, pero también es lo que ella dice. ¿Podría existir un sonido más silencioso que el ‘sonido de manos enamoradas de la niebla’ (83) o un llamado más sigiloso que ‘la tenue respuesta de las hojas’, traída por el viento (86)? La tensión que existe entre el silencio y las palabras da a la poesía de pizarnik una intensidad feroz y reservada.

En términos sencillos, el silencio es lo opuesto del decir. Pizarnik siempre intenta abreviar sus poemas; para no malgastar ni una sola palabra, para con ello crear un espacio misterioso en el cual se podría ver lo inefable y porque su misma voz la amordaza. parte de este silencio es lo que Sara Cohen describe como una ‘limitación léxica’, que Pizarnik se autoimpone, no sólo en cuanto a la cantidad sino también en la variedad de palabras usadas (49).1 Esa limitación es tan fuerte que se podría evocar la naturaleza misma de la poesía de Pizarnik meramente haciendo una lista de algunas pocas palabras elegidas con esmero: jaula, jardín, pájaro, ausencia, garganta, espejo, niña, muñeca, sombra, y, por supuesto, silencio.

Alberto Manguel, intelectual argentino y amigo personal de Pizarnik, describe su manera de trabajar en una pizarra pequeña:

she would write sentences… and then, day after day (or night after sleepless night) she would erase word after word…[until] she would allow a verse or two to stand, hard and brilliant as diamonds.

(n.p.)2

Duro y brillante como los diamantes: por medio de esta extrema economía, de esta lucha incansable por la pureza, Pizarnik escribe poemas de un impacto tremendo, a veces con poco más de seis palabras que surgen del silencio que las rodea con una fuerza volcánica. Dada la brevedad llamativa de los poemas, el espacio alrededor es tan importante como el cuerpo del texto (Bassnett 139; C P Rossi 586; C Rossi 139; Stratford...

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