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  • Poesía y violencia: representaciones de la agresión en el Poema de mio Cid
  • Grant Gearhart
Hernando, Julio F. Poesía y violencia: representaciones de la agresión en el Poema de mio Cid. Palencia, España: Ediciones Cálamo, 2009. 204 pp.

Si la Edad Media se conoce como “la era de la violencia” también se puede decir que, como afirma Julio Hernando en Poesía y violencia: representaciones de la agresión en el Poema de mio Cid, hacen falta estudios sobre el tema en la poesía épica porque ha sido considerado de “limitada relevancia crítica” (11) hasta este momento. Por esta razón Hernando se propone analizar cómo se manifiesta la agresión en el Poema de mio Cid (c.1207, PMC) para demostrar que la violencia es parte inseparable de la cultura medieval española. Según explica el autor, la elección de la obra se debe a dos razones: en primer lugar, el PMC es el primer texto poético largo en lengua castellana; en segundo lugar, al pertenecer al género épico anticipa el tema de la violencia. El análisis de Hernando mantiene que el PMC no celebra la figura de un guerrero que llega a un rango alto a través de sus conquistas militares, sino que ilustra lo que puede hacer una figura cuando no está subordinada a la autoridad real.

En el primer capítulo, “Violencia y representación en el Poema de mio Cid,” Hernando demuestra cómo la agresión ocupa un lugar central en la obra, y examina su representación en el primer cantar. La violencia, dice él, es una “mímesis textual de actos que implican la subordinación funcional de un personaje o un grupo de personajes en contra de su ‘voluntad,’ de su motivación narrativa” (21). El autor afirma que en este cantar un acto de agresión inicial da paso al primer combate, y que por medio de él se llega a una redefinición de la jerarquía. Esta progresión lo lleva a declarar que la violencia bien administrada, tal y como es al principio del poema, puede allanar las tensiones que podrían resultar del primer acto de violencia, y permiten el establecimiento de una estructura política más estable y armónica. Hernando explica que, para resolver la crisis del destierro que ha sufrido a manos de Alfonso VI, el Cid no solamente tiene que acumular botín, sino que también debe enfrentarse a un enemigo con “un grado de contigüidad física o imaginaria suficiente con el origen de su agresión, el rey” (53). Este ‘enemigo’ será el conde Ramón de Barcelona. El autor concluye el capítulo explicando cómo el conde representa un antagonista con los mismos atributos que el rey y con el cuál puede luchar [End Page 143] sin poner en mayor peligro su relación con Alfonso. En esta batalla el Cid triunfa metafóricamente sobre el destierro, y a la vez comienza a recuperar simbólicamente su legitimidad política al obtener la espada Colada.

A diferencia del primer capítulo, el siguiente, “Crisis representacional,” cuestiona la utilidad de los actos violentos en el segundo cantar y primera parte del tercero en cuanto a las relaciones entre el Cid y los infantes de Carrión. Hernando examina las acciones de los Infantes en la batalla ante Valencia, afirmando que ellos se comportan “valientemente.” Por este motivo cuestiona el comportamiento de los Infantes en Corpes, y explica la razón tras la afrenta diciendo que es “un intento final de acción autónoma” (94) en el que los Infantes rechazan la ejemplaridad que ha mostrado el Cid a lo largo de la obra.

El tercer capítulo, “Violencia e institución,” explora de forma más detallada el episodio de la afrenta de Corpes y sus repercusiones. Hernando explica que el matrimonio entre los Infantes y las hijas del Cid es, según ellos, una ofensa que requiere el acto de venganza que perpetúan los hermanos sobre las hijas del Cid en Corpes. La afrenta...

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