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Reviewed by:
  • Obras escogidas by Fernán Caballero
  • Rosa E. Montes Doncel
Fernán Caballero. Obras escogidas. Ed. Mercedes Comellas. Sevilla: Fundación José Manuel Lara, Clásicos Andaluces, 2010. 620pp.

Cecilia Böhl de Faber constituye una referencia obligada para los historiadores de la literatura española del siglo XIX, que rara vez olvidan citar la función de bisagra entre distintas estéticas tradicionalmente atribuida a esta autora en la evolución de la novela patria durante el ochocientos. Sin embargo, y dejando al margen las compilaciones de materiales folklóricos realizadas por la escritora hispano-germana, de su abundante obra de creación solo La Gaviota, La familia de Alvareda, Clemencia y Elia han conocido ediciones modernas y solventes. Muy pocos lectores tienen facilidades para acercarse al resto de las novelas de Fernán Caballero fuera del ámbito estrictamente universitario, por lo que merece ser celebrada la empresa de la profesora Comellas, que contribuye a tan deseable rescate brindándonos una cuidada selección de narraciones de Fernán: La Gaviota, Una en otra, Un servilón y un liberalito y La hija del sol.

De estos cuatro textos, únicamente La Gaviota disponía de ediciones fiables y accesibles en formato impreso (la última de ellas, la excelente de Demetrio Estébanez Calderón en Cátedra, que es de 1998), y la inserción de esta novela en la antología se justifica con creces por la repercusión que ha alcanzado dicho título dentro del corpus de la obra de Cecilia Böhl e incluso del de la literatura española decimonónica. Parece inexcusable que unas Obras escogidas de Fernán Caballero recojan La Gaviota, primera de sus novelas largas que vio la luz, envuelta aún en un aura de misterio (que no tardaría mucho en disiparse) respecto a su autoría, camuflada tras el sonoro pseudónimo masculino. Este texto supuso la presentación al público de Fernán Caballero en la estratégica fecha de 1849, tras lustros de dedicación silenciosa a la literatura, y alberga además en uno de sus diálogos una poética programática de la novela (que, como casi todos los manifiestos estéticos, es conculcado en la praxis por su propia signataria). La editora llama también la atención, muy atinadamente, sobre el juego metaficcional contenido en el capítulo XII: María, tras oír unos versos compuestos por el duque de Almansa, pregunta si van a salir en El Heraldo, periódico donde leyeron La Gaviota por entregas sus primeros receptores (pp. CXXXVIII y 258).

Las otras tres narraciones reunidas en el volumen pertenecen al mayoritario grupo de las hasta ahora ayunas de ediciones críticas, y aquí cumple aplaudir el criterio de elección de Mercedes Comellas: por una parte se trata de obras injustamente preteridas que demandaban una revisión, y por otra presentan una variedad que refleja los heterogéneos moldes adoptados por la novelista. Una en otra, surgida el mismo año que La Gaviota y compuesta entre 1845 y 1848, según argumentada hipótesis de la editora (pp. CXXXIX, CXL y CXLI), materializa una novela epistolar, fórmula que aplicó también Fernán en Un verano en Bornos, una de sus más felices creaciones. Un servilón y un liberalito o Tres almas de Dios, publicada en el 55 y redactada probablemente poco antes, ofrece el ejemplo más representativo y condensado de anécdota encaminada al adoctrinamiento político (componente que por supuesto atraviesa de distintas maneras casi toda la narrativa de Fernán); a mayor abundamiento domina en ella el registro irónico, que es aquel en el que mejor se maneja su autora. En cuanto a La hija del sol, producto temprano que se considera compuesto antes de 1845 (p. CIX) y que fue publicado [End Page 124] por primera vez en el 49, ilustra la modalidad que Fernán llamaba “relación” en oposición a la “novela de costumbres”; bien es cierto, según señala Comellas en la p. CLIX, que Cecilia cambió el subtítulo de su obrita en el transcurso de...

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