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  • Vestido de noiva de Nelson Rodrigues y la fragmentación escénica del matrimonio
  • David William Foster

Comenzamos con un buen epígrafe. Dice Alaíde, la protagonista de Vestido de noiva:

Você está vendo, Clessi? Outra vez. Penso que estou contando o seu caso, contando o que li nos jornais daquele tempo sobre o crime, e quando acaba, misturo tudo! Misturo Traviata, … E o vento levou…, com o seu assassínio! Incrível. (pausa) Não é?

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Estrenada originalmente en Rio de Janeiro en 1943, hay pocas obras teatrales latinoamericanas más originales que Vestido de noiva de Nelson Rodrigues.1 Amén de la fluidez del lenguaje coloquial urbano de clase media y la notable verosimilitud de los diálogos, Vestido rompió con todos los moldes del teatro nacional al superar la fácil comedia de salón en aras de una plasticidad del escenario que permite la confrontación de los conflictos ventilados en la obra, además de la posibilidad de representarse en forma audaz, compleja y sugerente para implicar profundamente al espectador en el montaje del sentido.2 Rodrigues le dio al teatro brasileño, [End Page 283] atrapado en un ciclo de frioleras comerciales y un costumbrismo social nacional poco interesante, todo un esquema de nuevos valores teatrales que ayudó a estimular el enorme desarrollo de nuevas propuestas en el teatro brasileño a partir de los años 50, influyendo también en el cine nacional en la medida que gran número de sus textos dramáticos tuvieron una segunda vida como guiones de excelentes films provocadores.

Lo que es más notable en el teatro de Rodrigues es la forma en que supo unir la profunda visión de un nuevo manejo del espacio escénico con una no menos profunda reinterpretación de las ideologías axiales de la vida brasileña. Trabajando con el lema rector de “a vida como ela é”, Rodrigues, sin ambages y trucos sentimentaloides, pudo dar en la tecla del vasto tejido de chantajes ideológicos que sustentan la precaria clase media nacional.3 Son chantajes porque, por mucho que se articulen enérgicamente, nadie vive conforme con ellos, con el resultado de que la textura del discurso social brasileño, según lo entiende Rodrigues, se tensa en hipocresías compulsivas que dan origen a y propulsan enormes conflictos emocionales, hasta fatídicos y fatales, entre los sujetos sociales, conminados a vivir conforme con ellos aún cuando todo conspira en contra de su posible adhesión.

Ningún esquema ideológico recibe a manos de Rodrigues una auscultación más devastadora, y hasta aun truculenta, que el del matrimonio heterosexista.4 Como la sagrada institución que, de manera sedicente, funda la sociedad, la unión conyugal (y hoy en día tenemos que especificar el carácter de compulsión heterosexista) tiene que ser la meta de todo ciudadano decente y el tener familia su correspondiente compromiso contribuyente. No cumplir es quedar varado en los márgenes de la decencia y susceptible a las más desenfrenadas fantasías respecto a la vida, ora huera, ora siniestra, que está condenado a vivir el así [End Page 284] malogrado ciudadano. De hecho, para tales individuos los mismos frutos de la ciudadanía entran en una desamparada zona gris del ninguneo – por evocar el siempre útil concepto mexicano. Ser castigado con la tara de homosexual es solo el comienzo de este ninguneo y uno no puede menos que contemplar cómo uno de los mayores peligros para la legitimación del homoerotismo es entregarse a la conformidad con la ideología del matrimonio obligatorio.

Para Rodrigues, el matrimonio aglutina conceptos entre descaradamente falsos como igualmente cínicos, como las promesas del amor, la fidelidad y la nobleza moral de la dinámica de las relaciones que narrativiza la familia. Cuestionar tales principios no nos parece algo tan tremendo hoy en día cuando la familia ya no goza del mismo estatus social de hace medio siglo, pero en plena época de la dictadura facistoide de Getúlio Vargas, era algo tremendo, y aún más cuando nos damos cuenta de que Rodrigues los...

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