Cibercartografías de la ciudad. 'Arquitecturas líquidas en el ciberespacio'

¿Existe todavía una forma posible cuando se pierde el lugar?

(Lévy 43)

Hermida: "La gente desconfía de los mapas. ¿Para qué están hechos el noventa por ciento de los mapas? Para hacer circular a la gente, para llevarte de un sitio a otro. Los mapas deberían ayudarte a saber dónde vives. Casi siempre se usan para lo contrario, para confundirte. Lo que la gente busca es un mapa que les diga la verdad"

(Mayorga 11)

La posibilidad de habitar el ciberespacio, y quiero usar este concepto en un sentido amplio, sumando la perspectiva de William Gibson (esa realidad virtual que se encuentra dentro de los ordenadores) con la que me permite entender que se extiende igualmente a los espacios físicos ocupados por la tecnología se concreta de manera muy atractiva en objetos artísticos que se resisten a la catalogación genérica. El cambio se percibe en la elaboración de ciertos espacios mediante una infraestructura arquitectónica, manejada, ahora, a través del software. Es lo que Thrift y French (2002) denominan "producción automática del espacio", poniendo en paralelo la teoría geográfica con los Media Studies. Estos espacios se plantean como "interfaces geoculturales" en las que emergen interacciones dialógicas, corporeizadas en la figura metafórica del mapa.

Los vaivenes de contenido y de apariencia en Internet son tan constantes que desembocan en "una inmensa aglomeración desordenada, en la cual el lugar que visitamos ayer, hoy puede haber desparecido" (14). El resultado, como sostiene Paul Virilio, es la incapacidad para "mapear" el espacio contemporáneo (Boyer 19). En efecto, Virilio ejemplifica esta reflexión con las imágenes de ciudades que se diluyen en un espacio geográfico que ha sido reemplazado por topografías cronológicas en las que se erradica cualquier sentido de espacialidad (21). Surge un nuevo campo de estudio psicogeográfico para cartografiar la red matrix que la investiga como hiperespacio sobrepuesto al nivel de la realidad, que actúa observando los hábitos y las peculiaridades de distintas formas de vida, concebidas por la combinación de componentes virtuales, artificiales y orgánicos (Imken 102).²

El sentido fundamental asignado a los mapas y a la producción cartográfica deriva de la necesidad de que "no quedemos atrapados permanentemente en un deambular carente de dirección" (Harley 73). Al mapa le son inherentes los límites en busca de una embaucadora tranquilidad.

Frente a esta seguridad, la aparición de anti-narrativas y de alternativas artísticas descentradas redesplazan el pensamiento hacia el espacio, y, curiosamente, una vez más hacia el mapa. Los mapas "son especialmente útiles desde el instante en que reconocemos que no existe un modo de representación visual realista para rastrear los movimientos online (Parks 41). Pero, si los entornos virtuales permiten descubrir relaciones ocultas, modificando la estructura convencional de los 'mapas de datos' en 'mapas de representación', ¿cuál es el sentido de mapa que nos ofrece la tecnología digital?

La propuesta de Hermida, personaje de Juan Mayorga que encabeza este artículo, me parece muy ilustrativa: "Fue mi hermana la que me dio la idea de los mapas personales. Yo no lo veía claro, pero pensé: ¿Qué tengo que perder? Mi hermano pequeño, que es informático, dio forma a la idea: www.mipropiomapa.com" (5).

Hermida coincide, sin saberlo, con varios críticos y filósofos como Corner para el que "toda actividad de construir mapas, emerge en tanto que virtualización de un elenco de posibilidades y no como destino ineludible, por lo que impele a confrontarnos no sólo con la actividad representacional del mapa sino también con su actividad y su performatividad." (79); o con Cavallaro que sostiene que "los mapas son... textos deconstructivos... basados en la selección de detalles que pertenecen a una situación geográfica contingente"; o, en fin, Deleuze y Guattari:

El mapa es abierto, conectable en todas sus dimensiones, desmontable, alterable, susceptible de...