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  • Las soldaderas de Elena Poniatowska:Estampas femeninas de la Revolución
  • Alicia Rita Rueda-Acedo

Elena Poniatowska deja bien claro en Las soldaderas que sin ellas "no hay Revolución Mexicana: ellas la mantuvieron viva y fecunda, como la tierra" (14). Es por ello que las veintinueve páginas que componen este libro de difícil clasificación representan un homenaje a las "adelitas," a las "vivanderas, comideras, galletas de capitán, soldaderas, chimiscoleras, soldadas, juanas, cucarachas, argüenderas, mitoteras, busconas, hurgamanderas [. . .] pelonas, guachas" (22). Es decir, un homenaje a las mujeres que de forma más o menos anónima participaron en la Revolución pero que en muy contadas ocasiones fueron el objeto de estudio de "los historiadores, los enciclopedistas, los académicos, los guardianes de la cultura oficial y de la memoria pública," puesto que "los actos y las obras de las mujeres han pasado raramente a los anales" (Montero 19). Como se sabe, esta constante global adquiere un tinte local en la sociedad mexicana, donde la pretendida inferioridad de la mujer es institucionalizada por medio de la religión, la educación y la tradición, y en donde la escritura de las mujeres se convierte en un medio para transgredir códigos sociales imperantes (De Valdés 29-32).

Tal vez lo más sobresaliente de este libro-homenaje es que en él Poniatowska rescata los nombres de mujeres mexicanas que sirvieron como militares en la Revolución. Entre sus páginas encontramos, por ejemplo, a Rosa Bobadilla y María Esperanza Chavira, ambas coronelas zapatistas, a la villista Carmen Parra, alias la Coronela Alanís, a Clara de la Rocha, "comandante de guerrilla" (16), o a Carmen Vélez (la Generala) quien comandó a más de trescientos hombres en Tlaxca-la (16). Por las páginas de Las soldaderas deambulan Catalina Zapata Muñoz, "capitán primero zapatista," y Ángela Gómez Saldaña, "agente [End Page 423] confidencial de Zapata" (16). Junto a ellas están igualmente Petra Herrera, travestida en un principio como Pedro Herrera, a quien "[l]a historia convencional no menciona [porque] Villa nunca le dio su lugar a mujer alguna y ocultó el papel de Petra Herrera en la toma de Torreón" (17) y María Quinteras, "la vieja de la suerte," quien tuvo a su esposo "como capitán bajo su mando y ella nunca le pagó" (17). Quinteras misma "se negó a recibir pago alguno de Pancho Villa [. . .] que menospreciaba a las mujeres," lo que le mereció el respeto del Centauro del Norte (17).

Entre los nombres rescatados por Poniatowska encontramos el de la coronela Carmen Amelia Robles, "más plana que una tabla [...] Si con la mano derecha disparaba, con la izquierda sostenía el cigarro" (15), y el de Petra Ruiz, travestida como "Pedro Ruiz" y "más certera que un torpedo," quien ganó la pelea por violar a una jovencita secuestrada a la que dejó partir (16). Junto a la mujer que al menos logró trascender la Revolución con nombre y apellido, aunque no con reconocimiento, Poniatowska rescata a la mujer anónima que sirvió como "señora comidera" (17), "recogió leña," "acarreó agua e hizo tortillas," dio el pecho al hijo hambriento, tuvo que "disfrazarse de hombre[s], encerrarse a piedra y lodo, o de plano seguir a sus padres y refugiarse en las montañas para evitar la violación y el secuestro" (15). Por medio de estos perfiles, Las soldaderas se impone como un reconocimiento a la mujer robada y violada, a la que no le quedó más remedio que meterse a soldada y, una vez en el ejército, salvo en contadas ocasiones, nunca fue nombrada con un alto cargo. Se trata de un tributo a las soldaderas de las que, "[s]i no fuera por las fotografías de Agustín Casasola, Jorge Guerra y los kilómetros de películas de Salvador Toscano, nada sabríamos [...] porque la historia no sólo no les hace justicia sino que las denigra" (21).

Lo que me interesa señalar es que con este libro Poniatowska resarce el daño causado por la historia oficial...

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