University of Pennsylvania Press
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Gustavo Verdesio, Rolena Adorno, The Polemics of Possession in Spanish American Narrative

Rolena Adorno . The Polemics of Possession in Spanish American Narrative. New Haven: Yale UP, 2007. 428 páginas.

Una de las tesis centrales de este libro es que los textos coloniales latinoamericanos están detrás, o son el fundamento de, la tradición literaria latinoamericana. Otra de las tesis sostenidas por Rolena Adorno es que la obra de Fray Bartolomé de las Casas es el hilo conductor de buena parte de los textos que son hoy parte del canon de la época colonial. Estas tesis, como es obvio, no pueden probarse exhaustivamente en un solo libro, razón por la cual la autora ha decidido analizar algunos casos que ella considera emblemáticos para apoyar sus ideas. Algunos de los autores y temas que se discuten a lo largo de sus páginas son Guamán Poma de Ayala, el propio Las Casas, Ginés de Sepú lveda, Bernal Díaz del Castillo, la figura de Gonzalo Guerrero, y algunos más.

Vayamos primero a las ideas-fuerza de este libro. La que parece estar en la base de todo el argumento central es la que sostiene que existe una relación estrecha entre la matriz que anima al debate Las Casas vs. Sepúlveda y las controversias producidas por el colonialismo (xi). Los textos coloniales toman posi-ción sobre ese debate y sobre el destino de las tierras y habitantes de los nuevos dominios españoles (xi). En otras palabras, los textos coloniales reflejan, de alguna manera, la situación colonial y sus consecuencias y tratan de dar una respuesta a ellas.

Por esta razón, el corpus que Adorno analiza (algunos textos del canon latino-americano colonial) tiene su razón de ser en el tema que los convoca: la repre-sentación de la conquista y colonia de América—cosa que ya bien había señalado Walter Mignolo hace más de dos décadas, al afirmar que lo que unía a los textos del corpus colonial era su referente—(6). Esos textos, según Adorno, están conectados entre sí por la polémica sobre los derechos de los conquistadores y sobre el tratamiento debido a los indígenas (6). Es decir, son textos atravesados por lo que la autora llama la polémica sobre la posesión. Esa polémica comienza, según Adorno, con la posesión efectiva del espacio—esto es, de la tierra—y la pregunta que surge ante esa nueva situación: ¿quién tiene derecho a reinar en un espacio determinado?

El otro presupuesto básico de este libro es que todos los autores coloniales conocían la obra de Las Casas y que todos responden a sus posturas con respecto al tema de la posesión de la tierra y otros temas relacionados (14). De este modo, Las Casas se presenta como el hilo conductor o punto de convergencia no ya de este libro, sino también de toda la literatura colonial (x, 15), y como veremos a continuación, de la tradición literaria latinoamericana en general. Es que para Adorno, existe una continuidad entre los textos coloniales y los textos literarios [End Page 107] producidos en tiempos más recientes. Esta idea no es nueva y hace un par de décadas Walter Mignolo se ocupó de una de las formas que tomó , elaborada por Roberto González Echevarría y Enrique Pupo-Walker: la de una narrativa que postula a los textos coloniales como predecesores imperfectos de la literatura latinoamericana post-independencia. De modo que es conveniente detenernos un momento en este punto, a fin de tratar de entender lo que la autora está queriendo decir.

De entrada conviene rechazar la adhesión de Adorno a esa hipó tesis en su versión evolucionista de la historia literaria latinoamericana. En ningún momento hace ella alusión a conexiones que impliquen una secuencia donde lo estético o el "progreso" tengan algún papel. Lo que sí dice es que los textos coloniales están en la base—es decir, son el fundamento—de la literatura que vino después. Ese fundamento nada tiene que ver con lo estético ni con una mirada evolutiva, sino que está pura y exclusivamente limitado a la temática que tratan los textos: la polémica sobre la posesión de las tierras y el dominio sobre los indígenas.

En este sentido, es muy difícil estar en desacuerdo con Adorno. Lo único que cabría agregar es que la literatura es sólo uno de los lugares donde se manifiesta esa continuidad en el tratamiento del tema de la posesión de la tierra: la sociedad latinoamericana en todos sus aspectos está atravesada por esas consecuencias y legados coloniales. El despojo de tierras sufrido por los indígenas, su lucha por la recuperación de las mismas y por la mera supervivencia, son situaciones y problemas que condicionan el desarrollo de la vida social en todo el continente. Si hay algo que este libro demuestra, entonces, es la continuidad que existe entre las situaciones coloniales del pasado y los legados coloniales del presente—algo que Álvaro F. Bolaños y el suscrito intentaron subrayar cuando coeditaron el libro Colonialism Past and Present—.

Esto queda más claro en el Capítulo 11, dedicado a estudiar la relación entre los lugares literarios que surgieron con el boom latinoamericano y aquellos lugares coloniales que los precedieron. Los lugares elegidos son Comala (el lugar de Pedro Páramo, de Juan Rulfo) y el Macondo pergeñado por García Márquez en Cien años de soledad. El lugar colonial que elige analizar es Guancane, que aparece en La Florida del Inca, del Inca Garcilaso de la Vega. Según Adorno, la invención de Guancane respondía a ciertos objetivos del autor: mostrar una situación de encuentro colonial en la que los indígenas, que aparecen como muy civilizados y pacíficos, colaboraron con los gallardos españoles que llegaban a ocupar sus tierras (297).

En cambio, lo que vemos en Comala y Macondo es justamente lo que Garcilaso quiso esconder con la invención de Guancane: la violencia que conlleva todo proceso de conquista y colonización. Básicamente, lo que Adorno nos está tratando de decir es que Garcilaso puso a funcionar esa operación textual que Álvaro F. Bolaños llamó , apropiadamente, textual cleansing: el escamoteo de la violencia que rodea a toda situación colonial a través de ciertas prácticas textuales. Es en parte por eso que no puede decirse que haya una relación de causalidad entre los procesos culturales y literarios del pasado y del presente. Lo que hay es, según la autora, simplemente, una continuidad (302). Por eso no debe extrañarnos encontrar metáforas de la riqueza de la naturaleza americana y de [End Page 108] su explotación por parte de invasores poderosos en el Macondo de García Márquez. Es en este sentido que las obras de algunos de los autores más representativos del boom nos remiten a las tradiciones narrativas coloniales.

El otro gran tema explorado por este libro es el de la presencia constante de Las Casas y de su polémica con Sepúlveda en buena parte de los autores del canon colonial. Para probar su tesis, Adorno se aboca a algunos aspectos de la obra de Las Casas mismo, especialmente a las distintas etapas de su pensamiento con respecto a temas como la esclavitud, la evangelización, el poder del papa, y sus ideas y propuestas sobre el problema de los encomenderos del Perú (Capí tulo 3). En el Capítulo 2, explora la presencia de Las Casas en la obra de Guamán Poma de Ayala, y en el Capítulo 4, ofrece una historia del tratamiento de los temas que se discutieron (incluyendo las ideas de Francisco de Vitoria) en el debate entre Sepúlveda y Las Casas, y a analizar detalladamente los puntos del debate en los que los contrincantes diferían. En el capítulo siguiente (el 5), la autora ofrece una mirada un poco diferente de las ideas de Sepúlveda cuando se enfoca en sus ideas sobre la guerra justa y el comportamiento en tiempos de guerra (tema que también se ilustra, en ese mismo capítulo, con textos relacionados a la conquista de México). El Capítulo 6 incluye un estudio de Bernal Díaz como lector de Las Casas, Sepúlveda y López de Gómara que confirma ese diá logo de los principales textos coloniales con Las Casas y la polémica sobre la posesión, y el 7 discute temas de autoridad literaria.

El capítulo 8 estudia las formas en que se representó al Amerindio durante la colonia, buscando con ello apoyar su idea de que el indígena está siempre presente, explícita o implícitamente, en todos los textos coloniales (5). El capítulo 9, sobre Gonzalo Guerrero y su carácter de personaje literario se concentra en su carácter ficticio, que precede a otros personajes de la literatura latinoamericana posterior, en tanto que el Capítulo 10, sobre Cabeza de Vaca, reafirma la influencia de Las Casas. El Capítulo 12, sobre Fray Servando Teresa de Mier y Alejo Carpentier, continúa (efectivamente) la labor iniciada por el Capítulo 11, que intentaba hacer explícita la relación entre los textos coloniales y la literatura latinoamericana de épocas más recientes.

En suma, estamos ante un libro rigurosamente pensado y ejecutado, que echa nueva luz tanto sobre las conexiones entre los textos coloniales entre sí como sobre su relación con nuestro presente. Y lo hace desde una perspectiva muy saludable en estos tiempos en que el positivismo histórico—que cree que las fuentes son documentos transparentes—parece dominar el campo de los estudios coloniales: la de una lectura inquisitiva de los textos que cree que la in-terpretación tiene, todavía, un papel importante que jugar en nuestro quehacer intelectual.

Gustavo Verdesio
University of Michigan

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