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  • Literatura en América Latina: La Historia No Escrita
  • Juan-Manuel García Ramos

Parto de una reflexión que tomo prestada de José Miguel Oviedo (1997, p. 73): «En América Latina, la Historia ha sido, desde los cronistas coloniales, una preocupación mayor de su literatura». Y continúo con Oviedo, sosteniendo que la literatura de América Latina ha tenido que enfrentar la responsabilidad de corregir a una historia la mayoría de las veces falsificada, cuando no tergiversada o silenciada.

En la clásica distinción aristotélica entre literatura (poesía) e historia, entre lo que pudo o debió suceder, y lo que realmente sucedió, cabe, en el ámbito de la América a la que nos referimos, una tercera posibilidad: la literatura que sustituye y corrige a la historia cuando ésta miente o se escabulle de sus tareas canónicas.

Quizá el problema se agrava más en esa América porque no sólo rivalizan las construcciones de la literatura y de la historiografía académica o extraacadémica, sino que a ellas se añade el uso ventajista del pasado que hace la política, tal y como hoy podemos comprobar con un ejemplo tan diáfano como el de la figura de Simón Bolívar: ¿nos quedamos con el Bolívar recreado por García Márquez en su El general en su laberinto ─esa novela inspirada en un cuento de Álvaro Mutis: «El último rostro»─, con el Bolívar asumido convencionalmente por la memoria colectiva, o con el Bolívar gestionado por Hugo Chávez en su república de nuevo cuño? ¿De cuántos Bolívar disponemos?

Como diría Claudio Magris (2001, p. 23), sólo la literatura ordena lo que antes nos quisieron decir la historia ─al contar, bien o mal, los hechos─, la sociología ─al describir los procesos─, la estadística ─al proporcionar las cifras─, o la política ─al conjugar todas esas informaciones en su propio beneficio─. Según el narrador y profesor triestino, sabemos lo que fue la Francia de la Restauración y lo que es la metrópoli contemporánea gracias a las novelas de Balzac, que nos acercan a lo amado, deseado o falseado por los hombres de esa época, y a novelas como Berlín Alexanderplatz, de Alfred Döblin, donde la vida urbana se presenta en toda su complejidad y alienación.

Si la historia nos abre el vastísimo horizonte de la humanidad en todas sus dimensiones, nunca podrá prescindir de las interpretaciones de la literatura. ¿Qué [End Page 117] obra nos proporciona con mayor nitidez la imagen de la España de los siglos XVI y XVII que el Quijote o la gran poesía satírica de Quevedo? ¿Quién es hoy más real, el soldado español manco del siglo XVII, autor de esa novela fundacional, o su tierno hidalgo?

¿Qué obra nos proporciona con mayor amplitud y riqueza la historia de la América Hispana en su conjunto que Cien años de soledad?

Lo que sucede con la literatura de América Latina es que casi siempre luchó contra la historia para enmendarla y para facilitar a los habitantes de esa región del mundo una versión más apacible, también más completa, de lo sucedido. En ese sentido, nos parece un acierto la breve y lúcida reseña que el mexicano Jorge Volpi ha hecho de Cien años de soledad para el especial «Babelia» del diario madrileño El País (28-11-2009) con motivo del Bicentenario de la independencia americana. Dice allí Volpi:

Imaginemos una América Latina sin Cien años de soledad. Su autor, un brioso periodista de izquierdas, apenas conocido […] jamás concluye su novela. […] En este escenario, tal vez el boom hubiese existido, pero el realismo mágico habría perdido su carácter de espejo único de América Latina. Dictadores y rebeldes hubiesen sido retratados con crudeza, sin delirios sobrenaturales. Los pobladores de esta región no nos habríamos convertido en apáticos testigos de las prodigiosas calamidades que nos azotan. Y nuestra...

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