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  • Fin de Mundo: El Falso Siglo Victorioso
  • Greg Dawes

En 1980 Enrico Mario Santí publicó un artículo controvertido sobre la obra tardía de Neruda en que sostenía que en tres libros se revela el patrón de un “apocalipsis sin Dios.”1 De acuerdo con Santí, esta fase apocalíptica, que proviene de la tradición bíblica, empezaría con el Canto general y se ilustraría más cabalmente en Fin de mundo (1969) y La espada encendida (1970). En el caso del primero, se trataría de un “libro profético” en que se apreciarían las “advertencias de un levantamiento y holocausto final,” pero este gran libro quedaría corto, su descripción apocalíptica “trunca e insatisfecha” (267). Fin de mundo, en cambio, no sería “maniqueísta” como el Canto general según Santí, sino que advertiría “una visión pesimista del futuro que rechaza la más mínima posibilidad de renovación” (272). Es por ese rumbo que se llegaría al “apocalipsis mental” que se manfiesta en La espada encendida (266–68). Esta interpretación es primordial porque le permite al crítico cubano-norteamericano identificar un giro en la postura política del poeta. Siguiendo la lógica de ese argumento, Neruda se desilusionaría con el comunismo y les acusaría a la Unión Soviética y a Estados Unidos por igual de las tragedias a partir de los años 50. Visto así, Neruda llegaría a ser un hombre de la izquierda no alineada, o, se conformaría con una postura muy parecida a la liberal. Se podría creer entonces, pese a que Neruda nunca abandonó el Partido Comunista ni dejó de apoyar en definitiva al “socialismo real,” que se dio por vencido por los acontecimientos del siglo XX y se desilusionó. En un libro reciente Dominic Moran hace eco de esa postura al comentar que el enfoque de Fin de mundo es “el catálogo apocalíptico de horrores que habían manchado el siglo XX.”2 Asimismo en su libro del 2008, María Luisa Fischer concuerda con el análisis de Santí fundamentalmente al considerar Fin de mundo como la “reescritura en clave apocalíptica de Canto general.” En el caso del poemario de 1969 “se figura,” dice, “una distopía, se predice un apocalípsis nuclear y ecológico, y la voz del poeta ya no se eleva por sobre las predicciones negativas, sino que se sumerge en ellas, exhibiéndose amarga y sin certezas.”3

No cabe duda que muchos de los poemas parecen apuntar hacia esas conclusiones, que, a mi ver, sólo nos llevan a cuestionarlas. ¿Qué factores hacen [End Page 127] que Neruda se desilusione? ¿Con qué y cómo se desalienta? Si se trata de un libro sombrío, ¿cómo se explica que abra y cierre el poemario con la esperanza? Es a base de esas preguntas que quisiera explorar una interpretación nueva de Fin de mundo.

En el caso de varios estudios, el portentoso título del libro de Neruda se presta a lecturas dispares. Evidentemente la interpretación apocalíptica depende de la denotación “fin del mundo,” sugiriendo así una equiparación con “fin de mundo.” Pero si es así, ¿por qué no le puso ese título el vate? Y si no le puso ese título, ¿qué consecuencias acarrea en cuanto a nuestra interpretación del poemario? No contestar estas preguntas a cabalidad puede generar una serie de teorías no siempre creíbles respecto de la diferencia entre estas dos frases. Giuseppe Bellini, por ejemplo, en un estudio corto pero interesante, señala que el título “significa propiamente no el fin del mundo sino la víspera de este fin...”4 En este caso vendría a ser lo mismo: que el mundo se está acercando al fin. Idea que iría muy bien con la lectura apocalíptica, sólo que los puntos que expone Bellini en el artículo dan a entender que sobra la esperanza a pesar de la desilusión. Es decir, los planteamientos del crítico italiano indican...

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