Retirar la cultura

RETIRAR LA CULTURA ALBERTO MOREIRAS Duke University Se me perdonará, o no, la impostura, o lo que algunos querrán considerar la impostura, de usar como epígrafe a esta respuesta sobre el estado actual de los estudios culturales latinoamericanos versos de un poeta español recientemente fallecido, José Angel Valente. El poema se llama "Proyecto de epitafio," y está incluido en Fragmentos de un librofuturo. Lee: De ti no quedan más Que estos fragmentos rotos. Que alguien los recoja con amor, te deseo, Los tengajunto a sí y no los deje Totalmente morir en esta noche De voraces sombras, donde tú ya indefenso Todavía palpitas. (36) Hace unos años era sobremanera frecuente encontrarse en foros como éste con menciones sostenidas, o más o menos sostenidas, al logocentrismo a partir de la crítica derrideana, entonces relativamente influyente. Hoy la crítica o, cuando menos, la referencia posicional respecto del logocentrismo parece haberse desvanecido o parece haber entrado en diseminación. En el campo latinoamericanista que nos congrega aquí, así como en otros campos de reflexión hermenéutica más que nomotéticamente determinados a partir de lo que podrían llamarse geocircunscripciones o topologías —latinoamericanismo o hispanismo, por cierto, así como todos los demás herederos de los viejos discursos de área, pero también campos discursivos basados en etnia, raza, género o sexo—, en esos campos la crítica al logocentrismo parecería haberse resuelto a favor de otros objetos críticos: eurocentrismo, hegemonía, "whiteness," patriarquía o heterosexismo. Podría ser este el momento —o, en todo caso, por qué no— de cuestionar tal resolución y de empezar a examinar qué hemos podido perder por el camino al abandonar o trascender la crítica del logos, en toda la amplitud de su resonancia.© 2000-2001 NUEVO TEXTO CRITICO Vol. XIII-XIVNo. 25/28 134_____________________________________________ALBERTO MOREIRAS Aunque de tal resonancia sólo voy a retener aquí quizá lo más obvio: la noción latina de ratio en uno de sus aspectos, que traduce logos en la acepción específica de cociente, es decir, de razón calculativa. Mi propósito fundamental no es polémico sino, modestamente, conmemorativo. No quiero realmente reincidir en la crítica de esta o de aquella tendencia intraprofesional a la que tendría entonces que presentar como caída, a su pesar o no, en una facticidad calculativa. No quiero hacerlo, no por el mero capricho de no hacerlo, sino porque, si lo hiciera, no podría sustraerme yo mismo al cálculo, a la cuenta del más y del menos. Mi empresa estaría a su vez caída en la facticidad calculativa. Aunque ¿cómo evitarlo? Creo que no hemos reflexionado bastante en el hecho de que, cuando accedemos a seguir una directiva que pide, cabalmente, evaluar direcciones, hacer borrón y cuenta nueva de la cotidianidad profesional, y escudriñar el misterio del presente y del futuro para determinar cómo resultaría mejor seguir, cómo tirar más eficazmente hacia delante, cómo administrar más provechosamente nuestro saber y nuestro límite con el no-saber —cuando decimos que sí, que haremos o que intentaremos todo eso, estamos haciéndonos sujetos de cálculo y estamos dejando que nuestro tiempo de trabajo, nuestra identidad y subjetividad laboral o profesional, quede predominante o tendencialmente definida por el cálculo, por la ratio calculativa, o, lo que es lo mismo, por la apoteosis logocéntrica de la razón pragmática, del saber entendido como cómputo de eficiencias. No digo que esto sea evitable ni totalmente desaconsejable. Sólo que pasa, que pertenece a nuestra facticidad más obvia como sujetos de institución. Pero ser sujetos de institución no nos agota, o no tiene que agotarnos. Iniciar, pues, un trabajo no calculativo sino conmemorativo o evocativo, no por señalar líneas para el futuro, no por decir "eso es lo que hoy conviene más hacer," y así jugárselo todo al juego mismo del poder profesional, cada vez más pragmáticamente definido y acentuado a favor de esa eficiencia técnica...