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  • La prosa/cultura no ficticia según Leonardo Valencia y Jorge Volpi
  • Wilfrido H. Corral

Casi subrepticiamente, o debido a la cacofonía de los numerosos medios que emplean, los nuevos narradores hispanoamericanos, por ahora los nacidos en los sesenta, están produciendo un corpus significante de prosa no ficticia. Obviamente, ésta todavía no llega a tener la influencia de la ensayística de los autores del boom, pero ya muestra con creces que su ambición es comparable a la de los mejores momentos de aquellos maestros. Paralelamente, sus exiguos críticos no pueden decidir de quiénes o de qué obras o formas ensayísticas se compone el corpus que va representando a aquellos narradores. El esmero de su producción supera cualquier interés estrictamente estético, porque también es una fuente habitual de entradas, tal vez mayor de lo que fue para los "boomistas," cuando éstos estaban en una etapa análoga de sus carreras. La progresión es difícil de precisar: Carlos Fuentes y el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez (1973) escriben para revistas de líneas aéreas, y éste ha comenzado a escribir para El País, donde el mexicano colabora desde siempre. En épocas de reivindicaciones, no pasa desapercibido que pocas narradoras contribuyen a ese estado del arte, como precisaré. Si no se descubre una Rosario Castellanos o Ferré, la responsabilidad también yace en la crítica que supedita el análisis de la complejidad del ensayismo femenino a cierto revanchismo. Esos lectores hiperespecializados tampoco advierten, más allá de teorías efímeras, cómo las variaciones de discursos ficticios y "reales" superan las estratagemas de las recientes generaciones de narradores. De hecho, estas están redefiniendo la prosa y cultura no ficticias, y la brillantez conceptual y valentía de una colección como [End Page 366] No leer. Crónicas y ensayos sobre literatura (2010) del chileno Alejandro Zambra (1975) es la señal más importante de hacia dónde van los nacidos en los setenta.

¿Cómo jerarquizar entonces una producción habitualmente dispersa, estar al tanto, y determinar su público? ¿Qué hacer si las obras no están "consolidadas" o canonizadas? ¿Cómo establecer ciertos parámetros de recepción cuando varios narradores publican continuamente en periódicos y revistas que además tienen sitios en la red? ¿Qué hacer cuando tienen sus propios blogs (pienso particularmente en los de las mexicanas Cristina Rivera Garza [1964] y Carmen Boullosa [1954] y el peruano Iván Thays [1968])? Las posibilidades estéticas o narrativas de los medios nacientes no son inmediatamente evidentes o están definidas, y la defunción de los medios convencionales es prematura. Se podría proponer entonces que una manera de establecer valores es limitarse a la ascendencia de las publicaciones impresas; pero hacerlo sería concentrarse en algunos narradores agenciados inicialmente por McOndo, el Crack, Líneas aéreas, y, en menor grado para el ámbito hispanohablante, Se habla español. El modo de producción sólo da un mensaje, no una distinción decantada respecto al narrador que lo produce, y por esto me refiero a la "prosa/cultura no ficticia" de ellos.

Aparte de Roberto Bolaño (1953-2003) y su recepción en curso, todavía no se establece un contraste válido y convincente entre los narradores recientes verdaderamente originales y los que son parte del montón. En lugar de distinciones hay el culto de la interdisciplinaridad indisciplinada, una feroz mercadotecnia de la mitología del autor más que de sus ideas, y una crisis de modernidades que requiere nuevas ideas sobre el pasado y su relación con el presente. Los narradores responden a esa situación, más en su prosa/cultura no ficticia que en sus novelas, y los cruces entre ambas prácticas son evidentes. Vale aprovechar el relativismo reinante y re-postular un axioma: que factores como la diferencia en edad o el momento en que se publica o "descubre" a un autor no tienen nada que ver culturalmente con la pertenencia generacional y el talento. ¿Por qué no pensar en que la producci...

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