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  • Viaje a los campos de batallaAugusto Roa Bastos y la Guerra de la Triple Alianza1
  • Leila Gómez

Para Lía Barrionuevo y Ana Matienzo

La guerra del Paraguay contra Argentina, Brasil y Uruguay (o Guerra de la Triple Alianza, 1865–1870) estalló por cuestiones limítrofes, la navegación de los ríos, la política de intervención de Francisco Solano López en el Uruguay contra el Brasil y, principalmente, la incompleta organización de las naciones del Río de la Plata, en la que pugnaban las luchas de la confederación de las provincias contra los intereses del centralismo de Buenos Aires. Para este último, la presencia autoritaria y beligerante de Solano López representaba una fuerte amenaza a su monopolio, el que la batalla de Pavón había empezado a garantizar (Pelham Horton Box, Efraím Cardozo, Harris Warren). Dice Roa Bastos de esta guerra: "Fue la primera guerra internacional que estalló en el Nuevo Mundo a mediados del siglo pasado en sustitución de las sanguinarias cabalgatas y degollinas de antaño. La guerra de cinco años arrasó a sangre y fuego el pequeño país hispano-guaraní, lo que sometió a la desmembración de más de la mitad de su territorio, privándolo de su salida al mar y convirtiéndolo para siempre en una isla purpúrea, rodeada de tierra, separada del mundo y replegada sobre sí misma como un caracol desmochado e inmóvil" ("El ojo de la luna" 13). [End Page 305]

En este ensayo se estudiará el modo en que Roa Bastos entendió la Guerra del Paraguay desde el exilio y las dos fuentes principales que utilizó en su reconstrucción histórica: los cuadros del pintor y soldado argentino en la Guerra, Cándido López, y el viajero victoriano embajador del Imperio británico en Brasil y famoso traductor de las Mil y una noches: Sir Richard Burton.

Mirarse desde el otro

Roa Bastos no sólo escribió sobre el exilio sino que además propuso una teoría del mismo en El fiscal (1993).2 En la novela, el protagonista Félix Moral revive al personaje exiliado, profesor paraguayo de literatura latinoamericana en París, no sin caer en el estereotipo del hombre atormentado, dislocado y con graves desajustes sociales. La novela ha sido medida y valorada siempre en desventaja con respecto a las dos anteriores de la trilogía, las obras maestras Hijo de hombre (1960) y Yo, el supremo (1985). Sin embargo, Félix Moral se aboca a una metanarrativa del exilio que echa luz en un aspecto cognitivo importante sobre la preeminencia de la mediación de los viajeros y la extranjería en la obra total del escritor paraguayo.3 Dice Félix Moral:

Hay cosas de la historia de la gente de este país que sólo ahora, cuando ya es demasiado tarde para mí, se me van revelando en su profundidad y complejidad. Lo curioso es que las veo y las comprendo mejor en el prisma un poco especular de los relatos de extranjeros. Acaso porque yo mismo soy un extranjero y no puedo ya ver lo que fue mío sino desde fuera de mí.

(310)

[End Page 306]

Este mirar la propia historia desde un sujeto doble y especular (el viajero) se genera, por un lado, en un desgarramiento traumático de la identidad. Los psicólogos Maren Viñar y Marcelo Viñar señalan que "toda migración implica un largo, lento y doloroso proceso de transculturación, una experiencia traumática de tipo acumulativo, cuyos efectos producen una 'crisis radical de la identidad'" (citado en León Grinberg y Rebeca Grinberg 60), donde se pierden masivamente los símbolos que nos devuelven una imagen tranquilizadora del mundo: idioma, personas, costumbres, clima, profesión (Abril Trigo 39). La apropiación del relato de los viajeros es clave para entender la reconstitución de la identidad individual y colectiva. Se trata de asumir la falta del hogar y al mismo tiempo desplegar tácticas reterritorializantes de la patria que devuelvan una imagen tranquilizadora del mundo. La escritura de...

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