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  • El cine y la invención de la vida moderna en las crónicas de Roberto Arlt1
  • Valeria de los Ríos

Interesado por las novedades de su tiempo, Roberto Arlt (1900–1942) escribió crónicas en las que registró el uso cotidiano de diversas tecnologías durante la primera mitad del siglo XX. En un contexto cultural en que la técnica no figura como un valor central para las elites artísticas letradas (Beatriz Sarlo, La imaginación técnica 13) esta incorporación puede ser vista como un gesto revolucionario. La radiofonía, la fotografía instantánea y el cine son algunas de las invenciones que circulan en las aguafuertes de Arlt. A pesar del interés que el uso de la técnica despierta a partir de la figura del inventor en la ficción arltiana,2 es poco lo que se ha dicho respecto al lugar de la tecnología—y en particular del cine—en sus crónicas.3 [End Page 460]

Entre 1928 y 1940 Arlt publicó en el diario El Mundo una serie de aguafuertes dedicadas al cine. La mayoría de ellas estuvo incluida en su célebre columna "Aguafuertes porteñas"4 (1928–1933), aunque algunas—específicamente las dedicadas a películas5—aparecieron en las páginas de espectáculo, mientras que "Recordando el Eclesiastés" y "El cine y estos pueblitos" fueron publicadas de manera independiente en el mismo periódico. Si bien es menor el número de aguafuertes dedicadas al cine en relación a las dedicadas a la ciudad, es posible afirmar que las crónicas de cine funcionan como suplemento a las crónicas propiamente urbanas, ya que contribuyen a lo que autores como Leo Charney y Vanessa R. Schwartz denominan la "invención" de la vida moderna, en la que el cine va acompañado de otras manifestaciones sociales, económicas, culturales y políticas que se producen en el Buenos Aires de los años 20 y 30, es decir, en un contexto eminentemente urbano. Siguiendo a Raymond Williams, la tecnología cinematográfica funciona en estas aguafuertes como un fenómeno social,6 que configura un sujeto espectador, masivo y moderno, basado en modelos considerados socialmente marginales durante las primeras décadas del siglo XX, como el inmigrante, el desempleado y la mujer. [End Page 461]

Cinematógrafo de letras porteño: Cine, crónica y ciudad

El cine llegó a Buenos Aires a pocos meses de su introducción en Estados Unidos y en Europa. El Kinetoscopio, invento de Edison y Etienne Jules Marey que creaba la ilusión del movimiento y que podía ser visto por un espectador a la vez, fue exhibido en Nueva York el 14 de abril de 1894 y en Buenos Aires el 18 de septiembre de ese mismo año. El Cinematógrafo Lumière, presentado en París en 1895, fue exhibido en Buenos Aires el 18 de Julio de 1896. Después de este primer impacto, las primeras salas comienzan a surgir en 1900 y en la década del 30 sólo en Capital Federal se cuenta con 200 salas tanto en el centro como en los barrios (María José Iriarte 10). En la década del 20, cuando Arlt comienza a escribir sus primeras crónicas cinematográficas, el cine que se exhibe en Buenos Aires proviene principalmente de Estados Unidos y en menor medida de Europa. La hegemonía de Hollywood se asienta a partir de la Primera Guerra Mundial, producto del encarecimiento del celuloide. Después de un breve florecimiento del cine mudo local con la película Nobleza gaucha (1915) la producción cinematográfica argentina desciende hasta mediados de la década del 30, cuando el surgimiento del cine sonoro hace que la producción local, hablada en el propio idioma, sea relativamente competitiva frente a la hegemonía hollywoodense.

Tal como afirma Ana M. López la experiencia del cine en Latinoamérica fue en sus comienzos fundamentalmente urbana, ya que se disponía del aparato cinematográfico sólo en las ciudades más importantes del continente, que formaban...

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