Abstract

The Mexican transition to democracy has not been completed in terms of either the destitution of the authoritarian regime or the establishment of a democratic regime, a situation that explains the continuity of authoritarian practices and culture in public life. Not only did the Partido Revolucionario Institucional preserve impressive veto power over constitutional reforms and even small changes in matters of public policy, but also the other two main political parties (Partido Acción Nacional and Partido de la Revolución Democrática) had no alternative democratic projects and reproduced the clientelistic and particularistic political culture of the past; civil society was (and is) both socially and politically weak, and its popular sectors suffered important strategic defeats along the process. Not surprisingly, democratic innovations have been scarce, and the few interesting ones are at risk. The emergence of new social and political actors, as well as new public spaces, is urgent and necessary to counter the paradoxical combination of depoliticization of public life and overpoliticization of democratic institutions the country suffers nowadays, a situation that explains the current simultaneous crisis of representation and governability.

La transición mexicana a la democracia no se ha sido completa, tanto en términos de la destitución del régimen autoritario como respecto al establecimiento de un régimen democrático, una situación que explica la continuidad de las prácticas y de la cultura autoritarias en la vida pública. No solamente el Partido Revolucionario Institucional ha mantenido un impresionante poder de veto sobre las reformas constitucionales, e incluso sobre pequeñ;os cambios en materia de políticas públicas, sino que los otros dos partidos políticos principales (Partido Acción Nacional y Partido de la Revolución Democrática) tampoco tenían proyectos democráticos alternativos y reprodujeron la cultura política clientelista y particularista del pasado; la sociedad civil era (y es aún) tanto social como políticamente débil, y sus sectores populares sufrieron importantes derrotas estratégicas en el proceso. No es sorprendente que las innovaciones democráticas hayan sido escasas, ni que las pocas de ellas que son interesantes estén en peligro. La aparición de nuevos actores políticos y sociales, así como de nuevos espacios públicos, es urgente y necesaria para contrarrestar la combinación paradójica de la despolitización de la vida pública y la super-politización de las instituciones democráticas de las que padece el país actualmente, una situación que explica la actual crisis simultanea de representación y de gobernabilidad.

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