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  • Escritura y erotismo en La Lozana Andaluza: La lengua que pega al cuerpo
  • Louis Imperiale

Muy pocos escritores se divirtieron tanto como el padre Francisco Delicado, sacerdote de la iglesia romana de Santa Maria in Posterula y vicario del valle de Cabezuela, al redactar su novela dialogada, el Retrato de la Lozana Andaluza (Venecia, ca. 1528).1 Verdad es que lo hizo para aliviar el dolor de pie causado por el estado avanzado de su sífilis como indica en la Carta dedicatoria (6; también XVII, 80). La Lozana Andaluza es, en primer lugar, una obra de entretenimiento muy estilizada que forma parte de esa literatura lúdica que sale a la luz o se idea en la primera mitad del siglo XVI con los novellieri italianos. Por ello la tradición carnavalesca con sus juegos y parodias constantes, con su erotismo burlesco también, desempeña un papel importante en la selva textual delicadiana.2 El erotismo burlesco es la [End Page 293] característica principal de las evocaciones eróticas que aparecen en la obra y el autor justifica su selección ante el Ilustre Señor a quien dedica su Retrato de la Lozana Andaluza en la Carta estipulando “que Vuestra Señoría toma placer cuando oye hablar en cosas de amor que deleitan a todo hombre” (5).

El presente estudio explora la sutil relación que se establece entre Francisco Delicado, su texto, sus personajes (ciento veinticinco, según sus declaraciones) y la ciudad de Roma. Más allá de las mojigangas, las risas y el erotismo burlesco del libro, se destaca el profundo y sincero compromiso literario del escritor andaluz. Delicado elabora el Retrato de Roma-Lozana en un contexto socio-cultural muy degradado en el cual la capital del cristianismo, no ya caput mundi sino cauda mundi, se convierte en la capital de la prostitución urbana. Para ello, se posiciona como autor-auctor dentro y fuera de la diégesis, es decir, no sólo determinando el destino de sus personajes, sino poniéndose además a su mismo nivel. Al escribir su obra, el novelista se inscribe dentro de la escritura para entregarnos un retrato de sí mismo. Con sus intervenciones Delicado se pone en escena, rompe el marco de la ficción, borra las líneas de demarcación entre realidad y fantasía, y, en última instancia, se interpone y se mezcla naturalmente con los personajes que pueblan el mundo de su atípico Retrato.3

La modernidad atemporal de La Lozana Andaluza nos deslumbra a cada paso por su ingenio verbal, sentido del humor, miscelánea de voces e idiomas, defensa de una ética natural de buscar el bien para sí sin perjuicio de los demás; por el ritmo cinematográfico de sus escenas y cambios de encuadre; y su reivindicación de una honra profesional que nada tiene que ver con la de sus vanos y orgullosos paisanos. Lozana, en Italia, toma conciencia del [End Page 294] potencial acumulado como cortesana independiente, en plena posesión de un cuerpo que la lleva a ocupar una determinada posición en una sociedad no muy prestigiosa, pero que le permite actuar a su antojo en todos los niveles sociales.

No sabemos si el padre Francisco fue un clérigo devoto o un médico chocarrero,4 pero sí, se puede afirmar que tenía plena conciencia de lo que escribía.5 Su escritura de inmigrante español se amolda al habla de la comunidad conversa hispano-romana y descubre una dimensión libidinosa que da expresión a lo indecible. Su lengua evoca cuerpos sudorosos, miradas indiscretas y actos voluptuosos. El texto de la novela se adhiere perfectamente a la piel de los personajes. Delicado sabe que para elaborar una novela erótica necesita texto, verbo y sudor literario. Para sugerir el acto amoroso hay que saber decirlo.6 Los diálogos lozanescos evocan el cuadro vibrante de una oralidad chillona e inmediata convirtiendo el libro en un fenómeno singular dentro de la producción literaria renacentista.

El autor y los personajes

Ficcionalizado Delicado, auténtico agente patógeno del discurso narrativo, ha sabido metabolizar...

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