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LETTERS ONJARCHAS FROM: Alvaro Galmés de Fuentes, Universidad Complutense de Madrid, Real Academia de la Historia "De nuevo sombre el significado de lasjarchas mozárabes" Creo que es preciso volver a insistir sobre este problema de lasjarchas porque, aunque son muchos los filólogos que creen en el verdadero significado de estas cancioncillas mozárabes, siguen existiendo voces aisladas que niegan todo valor lingüístico y literario a las jarchas, que, dentro de la muasaja, representan, sin duda, auténticas obras poéticas y no vulgares trabalenguas sin sentido. La pervivencia durante mucho tiempo de aspectos residuales de la cultura mozárabe viene confirmada por lo que nos sugiere la historia comparada. Si tomamos, por ejemplo, el caso de Siria, podemos observar que habiendo sido ocupada por los musulmanes en el año 635, sigue existiendo, después de trece siglos y medio de dominación islámica, un 14% de población cristiana.1 La negación de la pervivencia de un sustrato mozárabe, aunque sea laso, parte de un doble prejuicio. En primer lugar, la creencia de que dicha pervivencia significaría una débil arabización de al-Andalus, pero acudiendo de nuevo a la historia comparada, nadie puede negar, por ejemplo, la hispanización real de la América española, a pesar de que, 1 Para la pervivencia del sustrato bizantino en Siria, durante el califato de Damasco, véase Alain Ducellier (1996). Otro caso análogo sería la larga pervivencia de elementos bizantinos, en Anatolia, incluso hasta época reciente (Vryonis 1971, 444-97 etpassim; Dawkins 1916). Z4 corónica 29.1 (Fall, 2000): 239-251 240La corónica 29. 1 , 2000 después de cinco siglos de la conquista, permanezcan aún importantes sustratos raciales, lingüísticos y culturales indígenas. En segundo lugar, la más mínima pervivencia sustratístiica románica hace pensar ingenuamente a algunos observadores superficiales en tesis trasnochadas, como la de Simonet, para quien al-Andalus era más románico que árabe. Sin embargo, hoy día, sensatamente no hay nadie que no crea en la arabización de al-Andalus, pues un débil sustrato románico no puede hacernos pensar, como opinaba Simonet, en una inversión de los hechos. Que quede, pues, bien claro, que la arabización de al-Andalus fue real, lo que no excluye focos residuales de cultura mozárabe. Es más, la atención que los mismos árabes prestaron ocasionalmente a ese residuo cultural mozárabe, revela una seguridad en su propia arabización, mientras que, por el contrario, la ocultación de hechos culturales ajenos sería prueba de un complejo de inferioridad, que trataría de ocultar hechos no deseables. Por lo tanto, la pervivencia durante algunos siglos de la lengua o de la poesía tradicional de los mozárabes y muladíes no tiene nada que ver con trasnochadas teorías, como las de Simonet, y no tiene por qué poner en guardia a los que no dudamos de la realidad arabo-islámica de alAndalus , capaz de proyectar aspectos sustanciales de su propia cultura, no sólo al resto de la Península Ibérica, sino también allende el Pirineo, como yo mismo he tratado de demostrar en muchas ocasiones. Sentados estos principios, creo que es fundamental plantearse seriamente, sin viejos ni nuevos prejuicios, el verdadero alcance de las jarchas. Respecto a mi limitada aportación (Galmés de Fuentes 1994), una voz autorizada, la de Manuel Alvar, ha escrito: Porque todas estas y otras muchísimas cuestiones [problemas muy intrincados] ha puesto sobre el tapete la obra de Alvaro Galmés de Fuentes... Para mí todo esto es ejemplar. YIo es porque hacen falta unos saberes que no están al alcance de cualquier atrevido: saber árabe, saber romanístico (no solo hispanismo), saber ese híbrido entreverado que es el mozárabe son muchos saberes que, si se cuartean, hacen que el edificio se tambalee. (Alvar 1994) Cito estas palabras, en primer lugar, para agradecer a Manuel Alvar su generoso juicio, pero también para poner de relieve que para ser filólogo no basta hablar mimèticamente...

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