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  • Insuficiencias líricas: Chantal Maillard y las formas prosaicas de habitar lo cotidiano
  • David Barreto

Nada, prácticamente, se ha escrito en torno a una de las voces más intrigantes de la poesía escrita en castellano de las últimas décadas: Chantal Maillard – nacida en Bruselas en 1951 y nacionalizada española en 1968.1 De la hasta ahora extensa obra de Maillard – repartida hasta finales del siglo xx entre poesía y ensayos, pero a partir del siglo xxi en géneros anfibios que mezclan en las mismas páginas poesía, máximas filosóficas, confesiones de diarios y notas al margen – existen dos textos que, a mi juicio, marcan un antes y un después dentro del ámbito de las letras de índole poética en castellano. Estos dos cuadernos son Husos (2006) e Hilos (2007).2 El primero de ellos es lo que Maillard denomina notas al margen y combina una serie de textos inclasificables que oscilan entre las anotaciones de una ineludible modulación íntima de la autora, hasta composiciones y colecciones a pie de página que acotan, desdicen o afirman las ideas que se escriben en la parte superior de las páginas, cuando no simplemente dicen cualquier otra cosa. Hilos, a su vez, es la prolongación (en verso) del mismo impulso que dio origen a las observaciones de Husos, pero que, por el mero hecho de ser impresos bajo la excusa del género poesía, buscan integrarse en otro repertorio de expectativas con el solo objetivo de bloquearlo, negándoles así – tanto a la poeta como a los lectores – el mundo de la complacencia lírica que en el paradigma lírico de la modernidad era el objetivo, pocas veces declarado, del hecho poético.3 Ambos textos, como indico adelante, llevan a la expresión lírica hasta su agotamiento formal, algo que le permite a Maillard simultáneamente escapar a la trampa de la identificación que le sobreviene a la lírica moderna y dibujar, entre líneas, otra [End Page 93] forma de practicar la lírica como una voluntad declarada de habitar los territorios prosaicos que eran normalmente desechados en el ejercicio poético de la modernidad lírica y exponerse, en última instancia, a un espacio de vacilación enunciativa tejido escrupulosamente sobre la fibra de la cotidianidad.

Comentar el proyecto de Maillard (sobre todo su trabajo de los últimos cuatro o cinco años) es particularmente dificultoso por varios motivos. Uno de ellos es que en su vasta obra pueden encontrarse momentos que delatan una diversidad de temperamentos que da cuenta de una constante búsqueda expresiva y de su inconformidad con los resultados obtenidos. Maillard, en efecto, comenzó a publicar poesía en 1982, pero serían los libros publicados a partir de 1988 en donde comenzaría a construir su particularísima poética en donde, de una u otra forma, intentaba cuestionar el legado poético occidental. O, lo que vendría a ser lo mismo, a cuestionar las formas poéticas herederas de las prácticas líricas solidificadas durante el último siglo y medio.4 Su tercer poemario, Hainuwele (1988) fue, durante casi dos décadas, su texto más ambicioso y es en donde la autora intentaba, tímidamente, explorar estas limitantes. Este conjunto de poemas consiste de una narración de un mito de Indonesia y responde a la fabulación de la creación del mundo a través de un personaje, Hainuwele, quien al final se sacrificará para que el mundo reverdezca. “He muerto y has repartido mis miembros / sobre la tierra. / Mi cuerpo fue simiente de frutas abundantes, / de mis ojos nacieron granadas …” (115), etc., dice el último poema del ciclo. Si bien estos mitos de germinación tienen una larga historia dentro de la lírica moderna – The Waste Land (1922) siendo, quizás, el mejor ejemplo, aunque si Hainuwele busca la fecundidad vivificante, el texto de T.S. Eliot es el testimonio de la fertilidad asoladora de la muerte – el poema de Maillard me interesa por cuanto se inscribe en la formación personal de la poeta como...

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