El árbol de la patria: Una alegoría botánica en El Zarco (1901), de Ignacio Manuel Altamirano

EL ÁRBOL DE LA PATRIA: UNA ALEGORÍA BOTÁNICA EN EL ZARCO (1901), DE IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO por Antonio Sánchez Jiménez Universiteit van Amsterdam ANALIZANDO una obra de Fernán Caballero,1 La familia de Alvareda (1849), Javier Herrero notó la insistente presencia de una metáfora en esa y otras novelas españolas del siglo XIX: el árbol (un naranjo) que simbolizaba en el texto la tradición, concretamente la tradición católica en La familia de Alvareda (346-47). Este tipo de metáforas botánicas abunda en las obras literarias del siglo, según Herrero debido al nuevo énfasis decimonónico en los aspectos organicistas de la sociedad, frente al modelo mecanicista que había impuesto el racionalismo dieciochesco (349). Tras el terror revolucionario y lo que muchos consideraron los excesos ilustrados, los intelectuales abrazaron con el Romanticismo el irracionalismo y la tradición, que representaban literariamente recurriendo con entusiasmo a metáforas botánicas. Como espacio propicio para las metáforas, las novelas de la época se apropiaron de muchas de estas imágenes, incorporándolas a su estructura y simbología interna. Nuestro trabajo estudia la pervivencia y motivos de estas metáforas vegetales tan propias del Romanticismo en El Zarco, la obra más celebrada y difundida del escritor mexicano Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893). Para ello, localizaremos mediante una lectura detallada las persistentes metáforas de la obra, aclarando su simbolismo y asimismo su relación con los temas centrales de El Zarco: los modelos de feminidad y masculinidad, la cuestión racial y el proyecto nacional que alberga el autor de la novela. Este análisis pondrá 65 de relieve la importancia de la metáfora para reiterar artísticamente el mensaje político de Altamirano, así como el papel que desempeña la misma en la construcci ón retórica y estructural del texto. Las primeras metáforas vegetales de la novela aparecen en el “Prólogo”, obra del destacado intelectual de Campeche Francisco Sosa (1848-1925). Se trata de unas alusiones a los “floridos” discursos que se daban en el Liceo Hidalgo del Distrito Federal en los años 80 (7); a los discípulos de Altamirano como “cultivadores” del arte literario (8) y a las en absoluto “estériles” labores de este novelista de Guerrero (8). Como se puede comprobar, se trata de menciones tópicas, de metáforas vegetales y agrícolas ya lexicalizadas que Sosa parece usar sin demasiada consciencia, impulsado por la inercia del lenguaje o tal vez por el recuerdo reciente de El Zarco, caracterizado por su intrincada alegoría botánica. Por tanto, pese a este reflejo consciente o inconsciente de El Zarco, el “Prólogo” no contribuye demasiado al estudio de la construcción metafórica de la novela. Sin embargo, sí aclara, por una parte, el contexto concreto en que apareció la obra de Altamirano. Por otra, el “Prólogo” aporta las reflexiones críticas sobre El Zarco que hizo el propio Sosa. En ambos casos, contexto y lectura crítica, se trata de elementos necesarios para interpretar el sentido de las metáforas botánicas. Sobre el contexto de la obra, Sosa aclara que Altamirano leyó los trece primeros capítulos de la novela en 1886 en “las sesiones del Liceo Hidalgo” (7), a un público de intelectuales. Según Sosa, éstos formaban alrededor de la figura del novelista de Guerrero una Edad de Oro de las letras mexicanas, opuesta al positivismo dominante en el Porfiriato, época en la que se publica la novela. Para Sosa, en los años en que vivía Altamirano (recordemos que El Zarco salió póstumo, en 1901)2 los intelectuales mostraban todavía un “noble ardor” en la práctica de las bellas letras, y la creencia “de que la grandeza de un pueblo no estriba únicamente en el desarrollo de las riquezas materiales” (7). Estos tesoros espirituales, entre los que Sosa cuenta El Zarco, tenían también una utilidad social concreta (Oviedo 95): lo que se escuchaba en el Liceo Hidalgo eran “lecturas amenas e instructivas” (7), horacianas palabras que repite Sosa unas páginas después...