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“COMO SI ACASO EL ALMA TUVIERA SEXO”. MARGARITA HICKEY: EL SEXOY LA ESCRITURA por Álvaro Llosa Sanz University of Nevada, Reno DEFENSA Y ATAQUE DE MUJERES: LA BATALLA ENTRE LOS SEXOS EL debate sobre las mujeres, que tuvo antecedentes medievales, se reaviva en el siglo XVIII, y suele tomarse como emblemático por famoso en su época la “Defensa de las mujeres” que el padre Feijoo publicó en 1726 en su Teatro Crítico (I, 16). Se abre así una época de discusiones en las que se defiende que las mujeres nacían igualmente inteligentes que los hombres, y sólo la inferioridad era aparente por las limitaciones impuestas en la educación y el encierro por ellos. “Como si las mujeres”, en palabras de Josefa Amar Borbón, mujer ilustrada y gran defensora de su condición, “por razón de su sexo dejaran de ser racionales, o como si fuera máxima establecida que las mujeres hayan de ser incapaces de asistir a todas las conversaciones” (citado en LópezCord ón 90). Pero la dualidad varón-razón/mujer-naturaleza prevaleció con la llegada de las ideas de Rousseau, que consideraba a la mujer como compañera y complemento corporal del varón (Sullivan 312-313). Se deseaba además controlar la sexualidad femenina y, en los casos más progresistas o europeizantes , defender una libertad femenina no malinterpretada, es decir, una libertad prudente y plena de normas de cortesía, que había de diferenciar la mujer elegante de la mujer vulgar. Esta enseñanza se ofrecía fundamentalmente a través del teatro, como lo analiza Zavala (12-15), porque la cultura de la mujer se basaba principalmente en la oralidad, y, por tanto, en el teatro, la ópera, los sermones y la literatura de cordel (Sullivan 314-315). Asistimos, sin embargo, por influjo de la moda francesa, a una superficial liberalización de la mujer, 53 que a través de nuevas costumbres como el paseo, las tertulias y la incorporaci ón del cortejo u hombre de compañía para la mujer casada (Martín Gaite), se incorpora y se convierte en centro de atención activo en la vida social (Fernández -Quintanilla 18-21). MUJER Y CULTURA EN EL DIECIOCHO Mujer y cultura no era una relación indispensable. La mujer dependía legalmente de su marido o tutores, y económicamente cobraba un tercio del salario normal de un hombre (López-Cordón 75) aunque usualmente trabajaba las mismas horas. Por lo tanto, a la mujer se la preparaba – si era afortunada – según lo que se esperaba de ella, esto es, gobernar una casa con niños y saber comportarse ante los demás. Esto afectaba o tenía más peso entre las clases altas. A Sullivan le “sobrecoge, sin embargo, el aparente grado de analfabetismo entre las mujeres acomodadas” (307). Según sus investigaciones, a finales del siglo XVIII sólo entre un 5 y un 15 % de las españolas de todas las clases sociales sabía leer, “y quizás firmar mal que bien su nombre, hecho comprobado por los investigadores que han trabajado con protocolos notariales del siglo XVIII” (Sullivan 307). Y en palabras de la ilustrada Josefa Amar, “apenas entre mil señoras de alta esfera haya algunas a quienes hayan enseñado a leer y entender con perfección su lengua patricia, y a quienes ha dado las instrucciones que basten para formar juicios de los más fáciles libros escritos en su propio idioma” (Josefa Amar Borbón, citado en López-Cordón 90). Podemos considerar así la precaria situación cultural de la mujer dieciochesca , que vivía en un mundo en el que todavía a principios del XIX no era necesario saber leer, escribir o contar para ejercer como maestra oficial (López Cordón 74). No obstante, desde 1768 Carlos III había instaurado escuelas gratuitas para niñas (unas 32 en Madrid), para “fomentar con trascendencia a todo el Reino la buena educación de jóvenes en los rudimentos de fe católica, en las reglas del bien obrar, en el ejercicio de...

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