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LOS PERSONAJES FABULOSOS DEL JARDÍN DE FLORES CURIOSAS DE ANTONIO DE TORQUEMADA por Mar Martínez-Góngora Virginia Commonwealth University COMO muestra Erich Auerbach en su análisis de Rabelais, la conquista de América provoca una auténtica liberación de la imaginación (270).1 En España, la expansión de las expectativas de lo real que causan los recientes encuentros geográficos coincide con una revalorización en la cultura de la temprana modernidad de una serie de mitos y tópicos relacionados con lo maravilloso, provenientes del mundo antiguo y medieval. Misceláneas como el Jardín de flores curiosas (1570) de Antonio de Torquemada exhiben el papel fundamental de la fantasía en la creación de un referente imaginario que funciona como un espacio textual alternativo, aunque no necesariamente utópico, de una nueva realidad , marcada tanto por los descubrimientos, como por los intereses coloniales de los españoles en África, en Asia o en el Nuevo Mundo. Al entroncar con la tradición medieval de una compilación no sistemática de curiosidades, mitos y relatos en la que predomina el elemento de la maravilla, los autores de las miscel áneas brindan al lector renacentista un intento de familiaridad con experiencias situadas al margen de lo cotidiano. Aunque esta compilación no sistemática de curiosidades se remonta a la literatura latina, y se vuelve a poner de moda antes del descubrimiento de América, es durante el siglo XVI, la época en que el género se desarrolla en España gracias al éxito de obras como la Silva de varia lección de Mexía y el Jardín de Torquemada.2 No obstante, si bien el gusto por este tipo de lecturas nos muestra la fascinación del sujeto del periodo a la hora de imaginar un sinnúmero de sucesos extraordinarios que, bien pudieran darse en otras latitudes del orbe, el tratamiento en el Jardín de ciertas figuras míticas, tales como el Preste Juan, hermafroditas o monstruos, revela la preocupación 1 del individuo del Renacimiento ante las consecuencias no previstas de la expansi ón territorial llevada a cabo en este periodo. El leonés Antonio de Torquemada, educado en el Humanismo en la Universidad de Salamanca y con pasado aventurero en Italia, lector de misceláneas medievales y de la obra que inicia en género en España, la Silva de varia lección de Pedro de Mexía (Allegra 9-16), combina en su Jardín de flores curiosas la actualidad de los viajes a América y el pasado, reflejado en los libros de viajes de Mandeville y de Olao Magno, con la erudición del diálogo renacentista , las fuentes folklóricas y lo fabuloso (Allegra 16-80; Prieto 245-63). El autor, que emplea la forma del diálogo de tres interlocutores para su miscel ánea, organiza en seis tratados una rara mezcla de curiosidades, reflexiones filosóficas y teológicas, mirabilia, así como frecuentes citas de viajes a tierras desconocidas, otorgando una fuente principal a cada apartado (Allegra 16-17). El primer tratado, basado en gran parte en fuentes clásico-tardías, en concreto, de Plinio el Viejo y de Solino, se dedica a asuntos emplazados fuera del orden natural. Además de los hermafroditas, son materia de este primer tratado los partos extraordinarios de animales o hijos de una raza diferente a la de sus padres , los seres monstruosos, información sobre los pigmeos, las amazonas, las sirenas o ciertas mujeres que se convierten en hombres. Dichos asuntos son localizados por Torquemada en las fronteras cada vez más lejanas de la “terra incognita”. En los dos últimos tratados el elemento de lo maravilloso se combina con la descripción de la geografía del norte de Europa, que aparece en el Jardín de flores curiosas como el último reducto de lo desconocido.3 Aunque Torquemada incluye en Jardín de flores curiosas referencias a Colón (218) y al Nuevo Mundo (200-1; 206-7), o a los continentes africano y asiático, la escasez del espacio que ocupa la realidad de estos...

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