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Reviewed by:
  • Trafficking Knowledge in Early Twentieth-Century Spain: Centres of Exchange and Cultural Imaginaries
  • Germán Labrador Méndez
Sinclair, Alison. Trafficking Knowledge in Early Twentieth-Century Spain: Centres of Exchange and Cultural Imaginaries. Woodbridge, UK: Tamesis, 2009. ix + 223 pp.

¿Teleliberalismo o república inalámbrica?

En el campo del peninsularismo, la fractura historiográfica que supone la Guerra Civil ha tenido efectos duraderos en los estudios sobre el primer tercio del siglo XX, capitalizando sus sentidos, bien como teleología de la guerra, por cuyas claves interrogar a la cultura inmediatamente anterior, bien como segunda aetas aurea que una guerra fratricida clausura. Sin embargo, en algo más de una década, los estudios culturales han reconstruido condiciones de observación de esa cultura con las que fundamentar otras aproximaciones, basadas en nuevas nociones de archivo, en el desarrollo de líneas de investigación desatendidas y en la renovación de las preguntas teóricas con que interpelar aquel mundo. Esto ha garantizado tanto una progresiva autonomización de esas décadas respecto de la crux disperationis del 36, como la entidad de ciertas experiencias históricas, no asimilables a la concentración de significados que la guerra supone.

El libro de Sinclair propone un nuevo e imaginativo paso en el conocimiento de aquella modernidad española, centrado en las élites reformistas, es decir, en el rearme cultural del liberalismo español surgido del colapso de la Restauración. Su eje narrativo va a ser el tráfico de conocimiento, expresión que eleva una magnitud, la información, a motor de la historia. Sinclair nos muestra la cultura española del comienzo de siglo articulada en una trama de agentes e instituciones, que no operan en términos de campo (Bourdieu) sino más bien en un mercado de conocimientos, mediante tácticas y estrategias (De Certeau). Es la circulación de estos saberes la que informa, es decir, configura esta comunidad cultural, materialmente dependiente de un ininterrumpido flujo de conocimientos, fuera del cual carece de existencia.

Impresiona ver hacerse y despegar a esta cultura letrada, interpelada en los términos de una sociedad de la información y del conocimiento, donde “instituciones” y “generaciones”, verdaderas vacas sagradas del peninsularismo, ceden el paso a la emergencia de “centros de intercambio” dedicados al networking. Así, aquella cultura letrada resplandece en el libro de Sinclair bajo las luces de nuestra cultura académica, de ahí los penetrantes análisis que se dedican al funcionamiento de journals y university presses o a la actividad de councils y sociedades de conferencias, donde la Residencia de Estudiantes funciona casi como campus. Sobre ese magma de intercambios flotan citas y presencias de los grandes nombres del 98 y de la generación de 1914 (Unamuno, Ortega, Maeztu, Castillejo . . .). [End Page 579]

España y Europa I

La información como magnitud se relaciona con procesos cognitivos de índole social. Para enfocarlos, Sinclair emplea la noción de imaginario, donde la circulación de conocimientos es la fenomenología de los procesos sociosimbólicos, territorios de afectos y deseos sometidos a un análisis empírico. Ahí, decir “Europa” es nombrar la cartografía simbólica sobre la que el liberalismo capitalino despliega sus tramas inalámbricas (mediante traducciones del torrente europeo del Modernism, la ciencia y la medicina, o el psicoanálisis . . .).

Mise en abyme de lo español, la cuestión europea resultará inseparable de la autonomía del campo cultural español, por ser el lugar simbólico que ofrece a las élites letradas liberales una identidad corporativa, mediante un doble juego de otredades, a la vez interior y exterior, que además explicaría los esfuerzos invertidos en la socialización simbólica de lo europeo y las actividades de Misiones Pedagógicas y Bibliotecas Populares. Así, la España rural se construiría como periferia con la que establecer relaciones inversas y correlativas a las que esos centros de intercambio proyectan hacia su exterior simbólico europeo, una original explicación de la psicología corporativa del liberalismo republicano en su proyecto político para las comunidades campesinas, y también de su violencia simbólica.

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