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  • Julián del Casal o los pliegues del deseo
  • Jorge Camacho
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Jorge Camacho, Julián del Casal o los pliegues del deseo, Francisco Marán

Morán, Francisco. Julián del Casal o los pliegues del deseo. Madrid: Verbum, 2008. 348 pp.

En su crónica sobre Julián del Casal, José Martí se lamentaba de que el poeta hubiera muerto sin que hubieran podido conocerse. Así vamos, decía, “¡ . . . viviendo sin persona en los pueblos ajenos, y con la persona extraña sentada en los sillones de nuestro pueblo propio!” Martí en Nueva York y Casal en La Habana, pertenecían ambos a una misma generación que, como decía Martí en su crónica, era “como una familia en América”. Sin embargo, la crítica modernista, al menos la más tradicional, ha creído ver en estos poetas los signos contrarios de una época, los polos opuestos de una cubanidad irreconciliable. Mientras Casal miraba hacia Francia, decía, alejado del debate político, Martí escribía una poesía socialmente comprometida. En este marco, el libro de Francisco Morán, Julián del Casal o los pliegues del deseo, resulta ser una lectura reconfortante y desmitificadora de los presupuestos tradicionales, ya que nos revela a un Casal más terrenal que etéreo, más preocupado por la política, la economía, el homoerotismo y el bajo mundo habanero, que por la alta literatura, el estilo y París.

El libro de Morán está conformado por cinco capítulos que se dividen a su vez en varios apartados. El primer capítulo, “Mirar fijamente: Julián del Casal y el modernismo hispanoamericano”, aborda el debate modernista alrededor de la oposición entre la figura de Casal y la de Martí, explica las razones que ha puesto parte de la crítica para no considerar al poeta de Nieve dentro del canon cubensis, y describe lo que Morán llama una “ética para el estilo”, una escritura que se define a sí misma frente a los discursos políticos de la época.

Desde un inicio nos percatamos entonces de que estamos en presencia de un proyecto novedoso, que trata en todo momento de llegar al fondo, y que a tales fines analiza y deconstruye casi toda la bibliografía que se conoce del poeta, especialmente [End Page 394] los testimonios que dieron los amigos de Casal al momento de su muerte. Éste último es precisamente el tema del segundo capítulo del libro: “¿Que la alondra no viva junto al cerdo? Casal, monstruo”, donde Morán revela el proceso de tematizar a Casal y “purificarlo”, esto es, proyectar una imagen que no contradiga la norma heterosexual y religiosa de la época. En efecto, “la sacralización de Casal va de la mano de su desproblematización. El impulso ascensional del espíritu se realiza a expensas de la negación del cuerpo” (83). ¿Cómo aparece pues ese cuerpo negado, y sacralizado en su escritura? Morán nos lo revela de dos formas: primero, a través de una lectura problematizadora de la sexualidad en “El amante de las torturas” y segundo, a través de aquello que la crítica modernista ha excluido de sus catálogos temáticos: lo abyecto, la sangre y, en especial, la complicidad casalina con la violencia y el bajo mundo habanero. Y de nuevo, en esta parte del libro, Morán hace lo que no había hecho hasta ahora ningún crítico de Casal: leer sus crónicas y poemas teniendo en cuenta sus contribuciones en el semanario satírico La Caricatura.

Para entender la importancia de este capítulo, el tercero, comencemos por recordar que Morán nació y creció en La Habana, y que realizó parte de la investigación de este libro cuando aún vivía allá. Por espacio de varias semanas, Morán tuvo acceso al mencionado semanario, tan olvidado que ni siquiera aparece reseñado en el Diccionario de literatura cubana del Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba. En este periódico, encontró algunas de las crónicas que Casal publicó para poder sobrevivir...

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