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  • Jornaleros de la pluma: La (re)definición del papel del escritor-periodista en la revista by Margot Versteeg
  • Joaquín Badajoz
Versteeg, Margot. Jornaleros de la pluma: La (re)definición del papel del escritor-periodista en la revista Madrid Cómico. Madrid/Frankfurt: Iberoamericana/Vervuert, 2011. Pp. 381. ISBN 978-84-8489-567-1 (Iberoamericana); 978-3-86527-641-4 (Vervuert).

Jornaleros de la pluma, rigurosa investigación de Margot Versteeg y decimosexto volumen de la serie “La cuestión palpitante: Los siglos XVIII y XIX en España”, publicado por Iberoamericana-Vervuert, viene a ocupar un vacío teórico e histórico, haciendo justicia a una publicación que retrató como pocas las contradicciones de la Restauración. El papel de Madrid Cómico en la producción cultural española, por su naturaleza festiva y satírica, ha sido relegado a un segundo plano, asociado a un “género chico”, bufo, y considerado subproducto cultural y literario, “símbolo de la mediocridad cultural de la burguesía restauradora y de su ficticio equilibrio” (Palenque 1998). Un criterio quizás válido y justificado pero reduccionista, si consideramos que sus páginas ofrecen un importante testimonio del diálogo político-cultural de la España finisecular y que recogen los debates de una parte de la sociedad madrileña sobre asuntos álgidos del momento, como la Guerra de Cuba (1895–98) o la atípica modernización del país. Madrid Cómico fue también liza de algunas encarnizadas polémicas estéticas de la época, muchas protagonizadas por Leopoldo Alas (Clarín). Sin ser una revista política, reflejó la polis, el entorno de los nuevos urbanitas, y fue un controversial generador ideológico. Su elección contextual es, por tanto, uno de los primeros méritos a destacar de este libro.

Versteeg se encarga de darle una mirada historicista y objetiva al asunto, calibrando el lente analítico para eliminar distorsiones. Y eso implica, por un lado, un recorrido crítico por la realidad decimonónica en la que se gestó, destacando la heterogeneidad de estilos, propuestas estético-ideológicas y polifonía de voces, distintas en calibre, que reunió en sus páginas durante sus intermitentes 43 años de existencia, hasta avanzado el primer cuarto del siglo XX; y por otro, realizar una radiografía del papel de la publicación como “herramienta para la formación de la nación”, dotando a una amplia clase media en formación, eternamente aspiracional, de [End Page 183] conciencia y sentimiento de pertenencia a una cultura urbana (madrileña, de capital europea con ambiciones de modernidad), y como “instrumento que permitía criticarla”. Todo esto organizado en torno a un eje investigativo de extraordinaria vigencia: la (re)definición del papel del periodista-escritor.

Como advirtió Juan Valera en 1897, citado por Versteeg (19), tradicionalmente el periodismo ha alimentado la pluma de valiosos autores españoles—e iberoamericanos—, convirtiéndose en un “medio” para participar del debate de ideas y también un modo estable—aunque no siempre bien remunerado—de subsistencia, que corre paralelo a la literatura, como dos carriles simbólicos sobre los que riela el vagón de ese campo autónomo de producción cultural que es la creación literaria. Autonomía que, sabemos, no significa ataraxia o desconexión del tejido social. Ambos, periodismo y literatura, padecerán de esa dicotomía a la que se refiere Pierre Bourdieu, entre la producción a gran escala, subordinada a las leyes del mercado—literatura o periodismo comercial—, y la creación estética dirigida a lectores especializados, que no persigue un fin económico per se, sino poder simbólico, “prestigio, consagración y celebridad”, reconocimiento de capital cultural y liderazgo de opinión—periodismo especializado. De forma tal que en los propósitos del periodismo profesional, como medio de subsistencia, se reproducen y solapan las grandes contradicciones de la producción literaria. Contradicciones, incluso “éticas”, como las reflejadas por Clarín en una carta dirigida a Sinesio Delgado: “[L]a semana pasada no hubo palique porque… me intercepté moralmente. Llegó la hora, cog...

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