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  • Homenaje A Frank P. Casa
  • Enrique García Santo-Tomás

El l de Octubre de 2009 nuestro colega y amigo Frank P. Casa fue condecorado por el Excelentísimo Embajador y actual Cónsul de España en Chicago, D. Javier Rupérez, con la Encomienda de Número de la Orden de Isabel la Católica. La condecoración a Frank, que celebra su extraordinaria difusión cultural de todo lo español a lo largo de más de cinco décadas, coincide también con el año de su jubilación como Catedrático en la Universidad de Michigan.

Por tal motivo, el Department of Romance Languages and Literatures tuvo el placer de organizar un mini-simposio en torno a los temas que han definido la carrera de Frank a lo largo de los años: la comedia áurea, el teatro de posguerra y la política cultural de la transición a la democracia en España. Tres fueron, con este fin, los invitados, todos ellos amigos de Frank de muchos años: Manuel Pastor Martínez, Catedrático de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid, abrió el ciclo de conferencias con "Política y pensamiento político en la España democrática". Randolph Pope, Commonwealth Professor of Spanish en la Universidad de Virginia, impartió la charla "El escrutinio de la biblioteca: la novela hoy en España". Y Luciano García Lorenzo, Profesor de Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, dio la tercera y última, titulada "Política cultural y teatro clásico en la España última".

El acto se cerró con la imposición de la Encomienda a cargo del Excelentísimo Embajador, D. Javier Rupérez. [End Page 174]

Laudatio: Frank P. Casa, perfil de un hispanista (1965-2010)

I

La Dilatada Trayectoria de Frank P. Casa se proyecta sobre cinco décadas de labor crítica así como a través de varias generaciones de estudiantes no sólo en la Universidad de Michigan, sino también en la de Harvard—donde inició su carrera docente—y en Middlebury College, donde fue Director de la Escuela Española de Verano durante doce años. Sus muchos amigos, entre los que no faltan antiguos alumnos suyos, se encuentran dispersos por Europa y las Américas en algunas de sus mejores instituciones docentes y de investigación. Por ello resulta para mí un gran honor y un motivo de orgullo firmar estas líneas, habida cuenta de que habría sido fácil encontrar a más de un colega dispuesto a acometer semejante tarea con igual entusiasmo y no menor cariño. Los avatares de la vida, sin embargo, han permitido que coincidiera con Frank no ya en una institución, sino en dos: mis primeros contactos con él se remontan a 1991, participando de ayudante y tutor en Middlebury, disfrutando desde dentro de un mundo universitario norteamericano que a la postre acabaría siendo el mío y aprendiendo, de paso, los fundamentos de cómo dirigir con éxito un programa estival de semejante magnitud, tradición y relevancia. Fue Frank quien tuvo la generosidad, por ejemplo, de presentarme, siendo como era yo un aprendiz de todo y nada, a Fernando Savater o a Carlos Fuentes, visitantes ilustres de esta Escuela de Verano que por entonces gozaba de una de sus épocas más gloriosas gracias a la destreza en el liderazgo y al enorme carisma personal de a quien hoy homenajeamos. Frank consideraba entonces que sus amigos lo merecían todo, fuera cual fuera la edad y prestigio de quien en ese momento le necesitara—una virtud, por cierto, cada vez más rara en este universo académico donde tantas veces se impone el título sobre la persona—, y así lo sigue haciendo todavía: en el hermoso salón de su casa en Hill St. por el que corretea mi hijo en nuestras frecuentes visitas, disfrutaba Frank hace tres décadas de la compañía de Jorge Luis Borges; el Borges, si recuerdo bien la foto, más relajado y risueño que yo haya visto en...

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