Abstract

En las tres últimas décadas, la estrecha relación del teatro con las artes visuales ha experimentado un auge inusitado, cuyos antecedentes se remontan al Siglo XVII, momento en el que la preocupación de los dramaturgos por el arte queda reflejada a nivel estructural, temático y/o de decorado en un buen número de sus creaciones. Éste es el caso de La quinta de Florencia y Peribañez de Lope de Vega, y El mayor monstruo del mundo y El pintor de su deshonra de Calderón de la Barca, obras en las que se enfoca nuestro análisis de la función dramática de las descripciones ekfrásticas introducidas en las mismas y, muy específicamente, nuestro estudio del papel que desempeñan los retratos de mujeres como mediadores del deseo masculino. Estos retratos femeninos determinan aspectos claves de la acción dramática y son generalmente elementos fundamentales en el desencadenamiento de la tragedia. Son además indicio de la otredad de la mujer y constituyen reflexiones intertextuales mediante las cuales se subraya la función mimética del arte pictórico, e implícitamente, del dramático. Queda pues reflejada en estas obras esa preocupación tan barroca (y también tan actual) sobre la relación entre dos mundos eternamente enfrentados: el de las apariencias y el de la realidad.

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