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LAS COLINAS SUEÑAN EN ESPAÑOL 177 Capítulo 8 C ata de León y la viuda Victoria Inclán se estaban haciendo amigas. Tenían más o menos la misma edad y mucho en común: eran guapas, tenían buenas personalidades y compartían cierto interés en los solteros que eran buenos partidos del pueblo. Una tarde, cuando los gangsters italianos se dirigían hacia la casa de Alfredo López para ir a recoger el whisky, uno de ellos quiso parar para comprar puros en el Carrito. Cata estaba visitando a Victoria cuando entró Santo Russo, el gangster. Sabía muy poco inglés. Pidio cigaros señalando una caja de puros sobre la estantería. Miró a la viuda Inclán y le gustó lo que veía. Tras haber pagado los puros, se fue hasta su automóvil y les dijo a sus dos cómplices que acababa de ver a la mujer más bella que había visto jamás. De ahora en adelante, se iba a parar a comprar puros en aquel sitio siempre que pasara por ahí. Dijo que había dos hermosas mujeres en la tienda, pero que aquella le había dedicado una sonrisa que él no podía olvidar. Santo era muy moreno, algo bajito, acaso cinco pies y seis pulgadas, y bastante fornido. Tenía el pelo negro y ondulado, el cuello ancho y los ojos muy juntos. No era guapo pero sí atractivo. Mostraba unos dientes fuertes y blancos cuando sonreía. Victoria le vio la sonrisa cuando él abrió su cartera, enseñando un grueso y compacto fajo de billetes gordos. En cuanto salió, le preguntó a Cata: “¿Has visto lo que este hombre tenía en la cartera? Te apuesto a que tenía más de mil dólares.” “No he visto el dinero,” respondió Cata, “pero sí tu mirada y sabía que habías visto algo interesante.” “En vez de tirarles los tejos a estos pobres diablos que trabajan en los hornos de fundición y que parece que nunca tienen un miserable dólar en el bolsillo, voy a prestar atención a un hombre que me pueda mantener con estilo. ¡Voy a ir a por él!” “ ¿Un hombre así?” —dijo Cata, sonríendo— “no vale la pena, Victoria.” “¿Cómo sabes que no vale la pena?” “Porque sé que vive de robar el dinero de los que se lo ganan con el sudor de su frente. Es un bandido. Pero acaso no me creerás hasta que te enteres por tu cuenta.” La mayoría de los españoles solteros del pueblo entre veintiuno y treinta y cinco años estaban empezando a pensar en coches. Cuando uno se compraba un Star, otro se compraba en seguida otro Star o un Maxwell. No tardaba en aparecer otro con un Ford Coupe y salía otro con un Jewett Six. Empezaban a hacer viajes hacia Westview y Coalton, donde vivían grandes colonias de españoles que trabajaban en los hornos de fundición de aquellos pueblos. LAS COLINAS SUEÑAN EN ESPAÑOL 178 Además de ir a los bailes de otoño en la Casa Loma, estaban empezando a organizar bailes en sus propias localidades. Algunos de los hombres de los otros dos pueblos estaban comprando automóviles también, y venían a la Casa Loma a cortejar a las chicas de Glenncoe. Los padres de las chicas no les dejaban subirse a los automóviles de los hombres. Les permitían a los hombres que acompañaran a sus hijas a casa andando, o incluso a que fueran juntos de paseo, con tal de que alguien les vigilara. Pero nadie puede contener las llamas de una fogata, y donde hay deseo se encuentran medios. Una tarde, Pepe, Jaime Vega, Dominic y Alberto Fiorito y yo recogimos algunos gusanos y nos fuimos andando hasta el arroyo Elk para pescar un poco. Había un sitio a la sombra cerca de ahí, donde se reunían los que iban de picnic durante los meses de verano. Oímos un automóvil acercarse y pararse ahí. Había una joven pareja en el coche, que era un coupé. Empezaron a abrazarse. Naturalmente, esto suscitó nuestra curiosidad, ya que teníamos todos entre diez y trece años. Nos acercamos para mirarles. Se estaban besando de una manera apasionada y abrazándose cuando la muchacha...

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