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117 Capítulo tres El Libro de la vida y costumbres y las misceláneas Sabemos que don Alonso empieza a escribir su Libro, o al menos los textos que pasarán más tarde a formar parte de él, cuando sale de su hogar en Sevilla a los 19 años de edad —es decir, hacia 1518–19 —y no deja de añadir materiales hasta 1547, cuando misteriosamente desaparece sin dejar huella alguna.1 En 1534, mientras cruza el océano en busca de las riquezas americanas , da muestras de tomar conciencia de la importancia de su proyecto libresco con miras a mantenerse de alguna manera presente entre los nobles y cortesanos de Carlos V, de quienes se siente parte. Como sostuvimos en el capítulo anterior, la experiencia del viaje a América significa para don Alonso valorar el potencial de aquello que escribe. Tratándose de una persona para quien estar en la corte significaba tanto, el libro con sus “acaeçimientos” era la única posibilidad de seguir estando presente a la distancia. Es así que escribe una dedicatoria a Juan Alonso Pérez de Guzmán y recurre a las cartas como un modo de actualizar constantemente esa presencia suya —esto es, su Libro— en la corte. Estoy convencido de que don Alonso empieza a darle a su Libro la forma que hoy tiene motivado por un cambio radical en su vida: su salida de España y decisión de atravesar el Atlántico para llegar a América. La redacción de esta dedicatoria a favor de Juan Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, y la fecha y lugar que ahí aparecen,2 así como el cotejo de documentos oficiales relativos a sus desplazamientos, nos muestran que empieza a vislumbrar el potencial de sus varios escritos para componer un libro al mismo tiempo que empieza la más ardua de sus aventuras: la de indiano. El propósito proclamado en el preliminar “Al lector” de imitar a Julio César se enfrenta con continuos préstamos de la 118 Capítulo tres lírica, popular o culta. Y el resultado de ello es que don Alonso se nos presenta como un escritor improvisado que vacila entre la imagen del estratega romano y la imagen más personal que ha encontrado en la literatura en general y la poesía en particular. La primera es una imagen que le satisface al mismo tiempo que responde a la presión social que espera de él hechos heroicos; la segunda nos habla del hombre arrojado a la aventura por el mero placer de ella pero que es consciente del peligro que acecha . Al principio estos dos polos nos explican las oscilaciones del, primero, asustado marinero y, luego, improvisado conquistador , que escribe la historia de su vida no necesariamente con acuerdo a los modelos mencionados —la poesía que siempre recuerda y cita; Julio César, a quien menciona explícitamente — sino más bien reuniendo un conjunto disímil de materiales. Estos materiales debían informar sobre sus viajes y guerras, las personas que había conocido y la experiencia acumulada (que ahora puede presentar a manera de conocimiento práctico) pero, sobre todo, debía entretener a sus lectores —o, es lo mismo, sus corresponsales— cortesanos y al hacerlo dejar sentado que al ser uno de ellos goza de estima social. En la base del Libro está, pues, una relación personal que el autor establece con la literatura. Hemos visto en el capítulo anterior que don Alonso lleva en la memoria un conjunto de materia lírica que aflora una y otra vez en su prosa. Las palabras de la poesía que recuerda son injertadas con frecuencia en su discurso, donde encuentran su lugar con naturalidad. Por momentos , don Alonso deja de lado la prosa y se pone a hacer “trovas ”; pero la poesía no es lo suyo. Es más original injertando el verso en su prosa. Cada hecho decisivo en su vida puede expresarse a través del recuerdo de unos versos o, más creativamente, transformando el sentido original de esos versos (o haciendo una “glosa” de ellos). Los villancicos, los romances, los libros de caballerías, etc., todos son discursos que él puede malear y adaptar a las circunstancias propias de su vida. Esta acumulación de materiales debió llevar casi naturalmente a que el Libro de don Alonso adquiriera el perfil de...

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