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73 Capítulo dos La conquista de Chile y la reconquista de Brasil A finales del XVI y comienzos del XVII, España empieza a interesarse de forma oficial por la historia americana fomentando el que se escriban crónicas históricas que detallen las hazañas de los peninsulares en el Nuevo Mundo. En parte, mucho de este interés por América es fruto del éxito e impacto de La araucana de Alonso de Ercilla (1569, 1578, 1589), poema épico de gran difusión que inspiró un número notable de obras tanto directa como indirectamente.1 Al mismo tiempo y en parte también motivadas por La araucana —como sostiene Gilman— aparece una serie de comedias que narran las gestas de los héroes peninsulares que llevaron a cabo la conquista. Ya hemos visto la primera, El Nuevo Mundo de Lope. A ésta seguirán, en la primera mitad del XVII, un grupo de dramas sobre las heroicidades peninsulares en América escritos por los mejores dramaturgos del momento. En general, se trata de epopeyas laudatorias, obras de encargo que, en el caso de Chile, los herederos del general Hurtado de Mendoza mandan escribir para que favorezcan sus intereses en los distintos litigios que los dichos herederos tienen abiertos contra los poderes públicos en lo relativo a la continuidad de los títulos y privilegios de sus antepasados. La mayoría de las obras que nos ocupan en este libro son de esta índole y las que tratan sobre la conquista de Chile específicamente superan en número al resto. Seis y no cinco son las comedias de tema araucano en el teatro español del Siglo de Oro, pues El nuevo rey Gallinato de Andrés de Claramonte desarrolla su trama en el reino imaginario de Cambox, actual Camboya, territorio que geográficamente el autor sitúa en un lugar cercano a Chile, lo cual no es para nada peregrino en su tiempo como prueban Barbara Tadman y Frederick de Armas (“Fashioning” [“Confeccionando”]). Sin 74 Capítulo dos embargo, cinco comedias son las que propiamente escenifican la reconquista de Arauco llevada a cabo por las tropas peninsulares comandadas por el “mozo capitán acelerado” —como lo llamaría Ercilla— García Hurtado de Mendoza, marqués de Ca- ñete. También se ha incluido en este capítulo El Brasil restituido de Lope por cuestiones cronológicas; con esta obra de 1625 cierra Lope su recreación del tema de América y el indio en el teatro. Asimismo, para completar este estudio se ha analizado la Primera Parte de El español entre todas las naciones y clérigo agradecido de Alonso Remón, pues representa de forma fugaz al amerindio en escena, más que nada como trasfondo para ensalzar la vida y heroicidades del viajero y clérigo andaluz Pedro Ordóñez de Ceballos. Por lo que se refiere a Chile, hablamos de reconquista en los términos en los que lo ha planteado también Robert Lauer (“La conquista”), porque en definitiva se trata de la pacificación, tras la rebelión mapuche, de los territorios araucanos antes conquistados por los españoles. Todas las comedias reciben influencia directa de La araucana de Alonso de Ercilla y Arauco domado de Pedro de Oña para exaltar y ennoblecer las hazañas de los peninsulares y en particular las del adelantado marqués. Cuatro de ellas funcionan dentro de la categoría de las tragicomedias históricas y las otras dos lo hacen en la de la comedia de enredo. Lo que resulta evidente es que en todos los dramas se prueba la hipótesis que he venido manteniendo. De un lado, las convenciones del código de los dramas de honor se encargan de presentar al “salvaje” con los atributos de un posible súbdito de la Corona: el indio posee honor, habla español, se enamora del peninsular , tiene alma, sabe del Dios cristiano y elogia el poderío de quien lo esclaviza. De otro lado, el indio no puede ser más que un bárbaro idólatra —en este caso además un salvaje traidor sublevado—, si se quiere defender, como es obvio, la conquista y colonización de esas tierras en los términos planteados por la teología vitoriano-lascasiana que hace del amerindio un “niño” que necesita del español para llegar a adulto y salvarse en Dios. De forma paralela, todas estas...

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