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Introducción 1. Esta nueva pastoral y las razones a las que aluden los moralistas como el aumento de la confusión espiritual, la extensión de la sífilis, el auge de la sodomía y las reyertas en lugares donde existían mancebías serán foco de estudio en el capítulo 1. 2. Los delitos de fornicación vienen de la confusión que incita a decir que el tener trato sexual con prostituta no era pecado si se paga, ya que seg ún alegaban los bienintencionados ciudadanos, el rey y la Iglesia no iban a permitir a sabiendas tales lugares de perdición. La cuestión es del todo paradójica, más si se tienen en cuenta dictados como el del Manual de confesores de Martín de Alpizcueta: “De manera que las mujeres públicas que se ponen a ganar con sus cuerpos malaventurados, aunque pecan por ello, pero no pecan tomando su salario” (136). 3. No creo necesario detenerme aquí en la cuestión—debatible y larga—de la aceptación de la picaresca femenina como subgénero por parte de la crítica. De esto comentaré en más detalle en el apartado “El submundo de la picaresca femenina” incluido en el capítulo 1. Véase también Enriqueta Zafra, “Teaching the Role of Prostitution in the Female Picaresque,” en Approaches to Teaching “Lazarillo de Tormes” and the Picaresque Tradition, ed. Anne J. Cruz, forthcoming. 4. En Felipe IV, R. A. Stradling hace un comentario sobre la profunda religiosidad del rey y su convencimiento en que la reforma de las costumbres , incluso la suya propia, traería a España la vuelta al esplendor: la política de regeneración moral que marcó los primeros años del reinado se había visto recompensada con la asombrosa racha de triunfos militares… En 1644, Felipe IV se felicitó por un raro éxito contra los rebeldes portugueses diciendo: “Lo que más me alegra es que fuera el día del Corpus, porque es señal de que por fin nos hemos ganado el favor de Dios.” (387) 5. Lo mismo se puede decir de las doncellas, como aconseja Juan de la Cerda en Vida política: “No las consientan que hablen a boces, no se rian disolutamente y amonestelas que traigan los ojos bajos, y que no miren en la cara: más si alguno les habla, repondan con mucha modestia” (15) Continúa diciendo: “Ni tampoco se las embie con sirvientes, ni escuderos a devociones y romerias revueltas, tapadas y hechas cocos, porque no acaezca, que vayan romeras, y vuelvan rameras… la doncella no sea salidera , ni ventanera: y que cuando saliere, sea con su madre” (17-18). 6. Las listas de novelas picarescas nunca son exhaustivas ni completas, sino que obedecen a diferentes criterios, entre otros: carácter autobiográfico , punto de vista único, estructura abierta, afán de medro o determinismo social desde el origen vil. Sin embargo seguimos la relación del canon picaresco de Howard Mancing en “The Protean Picaresque,” al que añadimos una que el crítico deja fuera, La Lozana andaluza. Consideramos Notas 173 174 que los recientes estudios sobre la novela picaresca femenina (Damiani; Imperiale; Cruz) dan suficiente prueba de que esta obra merece ser incluida dentro del canon picaresco. 7. Ángel Valbuena Prat recoge esta novela en su antología de La novela picaresca española. 8. Gracias a una beca de investigación Buchanan otorgada por la Universidad de Toronto, tuve la oportunidad de viajar a España y llevar a cabo mis estudios en la Biblioteca Nacional de Madrid y el Archivo Municipal de Sevilla. En el primero consulté las obras de moralistas como Farfán, Gerónimo Velázquez, Alfonso Rubio y Gabriel Maqueda, quienes se ocuparon del tema de la sexualidad y del control de ella en sus discursos. Sus objetivos en casi todos los casos eran el orden de la instituci ón de la prostitución o su erradicación en vista de la imposibilidad de mantener ese orden. Cuando he reproducido estos textos, he modernizado la grafía para adaptarla a las reglas de ortografía actuales y así hacer más fluida su lectura. En el Archivo de Sevilla, localicé algunas ordenanzas que se ocupaban del control de la prostitución y de los miembros que la componían, y que estipulaban según los casos penas y sanciones, de las cuales hablaremos en...

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