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Notas 275 Introducción 1. Aludo a “Siglo de Oro” aun a sabiendas de que es más “académicamente correcto” en nuestros días—siguiendo, en esto como en tantas otras cosas a la crítica surgida de los departamentos de inglés—referirse a “temprana modernidad.” Con todo, creo que “Siglo de Oro” se ha convertido con el tiempo en un concepto que evoca, sin ambigüedad de ningún tipo, un periodo muy definido de la cultura espa- ñola que abarca desde mediados del XVI a mediados del XVII, aproximadamente. 2. Pablo Jauralde, Francisco de Quevedo (1580–1645) (Madrid: Castalia, 1998). 3. Fernando Cabo Aseguinolaza, ed., El Buscón, de Quevedo (Barcelona: Crítica, 1993). 4. James O. Crosby, ed., Sueños y discursos, de Quevedo (Madrid: Castalia, 1993). 5. Ignacio Arellano, ed., Los sueños, de Quevedo (Madrid: Cátedra, 1996). 6. Carmen Isasi Martínez, ed., El Rómulo, de Quevedo (Bilbao: Universidad de Deusto, 1993). 7. Celsa Carmen García Valdés, ed., La prosa festiva completa, de Quevedo (Madrid: Cátedra, 1993). 8. Valentina Nider, ed., La caída para levantarse, el ciego para dar vista, el montante de la iglesia en la vida de San Pablo Apóstol, de Quevedo (Pisa: Giardini, 1994). Capítulo uno El primer campo literario español 1. Algunas lecturas psicoanalíticas del Burlador de Sevilla tirsiano son muy ilustrativas a este respecto: se analiza “históricamente” la psique motivacional del personaje dejando totalmente de lado la de su creador. 2. Es decir, a qué se refiere el lenguaje, de qué trata, y en qué medida el contexto de emisión de un texto o mensaje lo modifica, aclara o completa. Como afirma el propio Wittgenstein en el párrafo 499 de sus Philosophical Investigations, cuya cita encabeza este capítulo, dibujar una línea de demarcación no equivale a decir para qué se ha dibujado dicha línea. 3. Esa interacción sobre la que se basa el armazón teórico sociocultural de Bourdieu se inserta en lo que podríamos llamar una corriente empírica de la sociolog ía, volcada en dar sentido a la constante interacción que presentan la praxis social. Erving Goffman, un sociólogo norteamericano con quien el sociólogo francés coincidi ó a su paso por la Universidad de Pennsylvania, fue uno de los miembros más destacados de dicha corriente. Una de sus contribuciones más destacadas fue la de la conceptualización y aplicación a la sociología del llamado “orden interactivo.” 4. Sirva de contraste con el enfoque sociocultural de Bourdieu la sociocrítica que ha venido desarrollando Edmond Cros, influenciado por Lukács y Goldmann (sobre todo en lo que toca al estructuralismo genético). Cros analiza los textos con arreglo a las estructuras sociales—económicas, políticas, culturales o mentales—propias de la época en que se escribieron y cómo las prácticas discursivas emanadas de esas estructuras fueron dejando su huellla (trace idéologique) en la historia a través de la semántica (Ideología y genética textual 163–84). A pesar de una tímida incorporaci ón de algunos artículos de Bourdieu en una de sus últimas manifestaciones (Genèse 276 socio-idéologique des formes 21–37), el modelo de Cros no acaba de incorporar plenamente las posibilidades que la teoría de campos ofrece a una “génesis socioideol ógica de las formas.” Con todo, es un modelo muy válido y a tener en cuenta y cuyos rigurosos análisis microsemióticos pueden servir de herramienta en estudios socioculturales que vayan más allá del campo y se centren en un texto concreto. Otro destacado sociocrítico es Antonio Gómez-Moriana. 5. Si el cronotopo bajtiniano alude a las conexiones espaciotemporales y a su impacto en los géneros literarios (“Mikhail M. Bakhtin” 1187), por sociotopo entiendo una combinación del impacto literario interno (intraliterario, intertextual, relacional) de la concentración social de los escritores en un espacio delimitado (en este caso las academias) y de la visibilidad social de ese espacio. 6. Esta preocupación semeja ser una suerte de aplicación al campo de las ciencias humanas del principio de indeterminación científica de Werner Heisenberg, cuya formulación dice, a grandes rasgos (¡y que Alan Sokal me perdone!), que lo que a menudo se observa no es el objeto sino la figuraci...

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