Abstract

ABSTRACT:

For almost sixty years, Cuban exports to the United States enjoyed an advantage not available to any other country: at least a 20 percent reduction in import duties on items subject to a US tariff. This article explores the extent to which Cuba was able to take advantage of this special relationship to diversify its agricultural exports to the United States. I argue that US trade preferences toward Cuba played different roles in different periods. The 1903 Reciprocity Convention provided the incentive for the development and growth of a number of nontraditional fruit and vegetable exports to the US market. The combination of growing US protectionism and expanding US production of similar crops cut short this trajectory, as did external shocks. The 1934 Reciprocal Trade Agreement that granted these exports even more favorable duty concessions during the US winter season had a minimally positive effect. In the post–World War II period, the lack of supportive domestic policies, the rise of nontariff barriers to trade, and growing competition from Mexico also constrained the growth of these nontraditional exports. Thus, Cuban exports of fresh and processed fruits and vegetables to the United States rarely reached four percent of total exports, reflecting the dominant role of sugar.

RESUMEN:

Por casi sesenta años, las exportaciones cubanas a los Estados Unidos tenían una ventaja en relación a otros países: una reducción de por lo menos 20 por ciento en los aranceles aduaneros para la mayoría de sus productos. Este artículo examina hasta qué punto Cuba pudo aprovechar esta relación especial con los Estados Unidos para diversificar sus exportaciones agropecuarias. Se argumenta que estas preferencias aduaneras jugaron un rol diferente dependiendo del periodo. Sin duda, la Convención de Reciprocidad de 1903 fue un incentivo para el desarrollo de exportaciones de frutas y vegetales no-tradicionales hacia el mercado estadounidense. Pero el crecimiento de estas exportaciones fue truncado por el proteccionismo que caracterizó la política arancelaria estadounidense en la década de los 20, la expansión de su producción interna de estos mismos productos, más el golpe de la Gran Depresión. El Tratado de Reciprocidad de 1934, el cual concedió ventajas aún más favorables a estos productos en ciertos meses del año, tuvo un efecto positivo mínimo. En el periodo después de la Segunda Guerra Mundial otra serie de factores incidieron en el poco crecimiento de estas exportaciones no-tradicionales: la falta de políticas internas cubanas que favorezcan su desarrollo, la proliferación de barreras no-arancelarias al intercambio, y la competencia de México. Por lo tanto, las exportaciones cubanas de frutas y vegetales frescas y procesadas casi nunca sobrepasaron el cuatro por ciento del total de sus exportaciones a los Estados Unidos, reflejando el rol predominante de sus exportaciones de azúcar.

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