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  • El mejor regalo es ser mujer y sobre todo mujer negra
  • Altagracia Jean Joseph (bio)

Desde que puedo recordar, he escuchado a mi madre siempre decir que las mujeres somos responsables de la casa, de los hijos y, sobre todo, del cuidado del marido. También desde que puedo recordar, fuera de mi casa, en la casa de mi madrina y la iglesia también escuché que las mujeres son las culpables o responsables de cualquier hecho lamentable, tanto así que en mi niñez traté lo más que pude de ser un niño en lugar de una niña. No jugué con muñecas, no jugué con juegos de cocina, era mejor que los niños contemporáneos míos en los juegos denominados de niño. Era mi manera de demostrarme diferente a las niñas ya que éstas supuestamente eran tan frágiles y tenían tan poca permisividad.

¿Qué ganaba yo de ser una niña?

Aprendí todo lo que sabían mis amigos de ser un hombre, hasta el hecho de golpearles más fuerte a ellos mismos. Aprendí cómo ser un mejor hombre, más fuerte, más cruel, más implacable. Pero no sabía que crecería y que, al filo del tiempo, me vería obligada a aceptar lo que soy, pues esa cierta libertad se me permitía porqué según mi madre, aún no había peligro. De repente crecí. Empecé a tener pechos y cosas de niñas y mi madre empezó a restringirme el acceso a los niños. Decía que el fuego y la gasolina no podían estar juntos. Volví a recaer en la realidad: sí, era niña. Las fajas no pudieron detener mis pechos, ni mi primera menstruación, la cual que me costó una pela por tratar de ocultarla. Desde ese momento comencé a vivir lo difícil que es ser mujer y la responsabilidad que conlleva. Ya no podría [End Page 7] como antes, pues mis pechos me hacían frágil y mi madre decía que me podrían matar con un golpe muy fuerte en los senos. También hablaba mucho de que podría quedar embarazada, aunque tampoco me decía cómo era eso posible.

En fin, en el afán de ocupar el tiempo antes ocupado por los juegos de niños empecé a leer los Harlequins, las Biancas, las Azucenas y todos los libros y novelas a los que tenía acceso, entre ellos la Biblia. Aprendí que la mujer era un ser necesitada del apoyo de un hombre para ser útil y para tener apellido. Además, algunas mujeres traían el fracaso, como es el caso de Adán que tuvo que aprender a trabajar y depender del sudor de su frente porque Eva había desobedecido a Dios y pecado. Al paso del tiempo, quería ser diferente a esa única mujer que me habían descrito en los poquitos libros que pude leer. Lo único que temía más que ser una de las mujeres de los libros que leí era ser como las mujeres que conocí en mi entorno, la sumisa, la dependiente, la migrante, la ama de casa cuyo único rol era atender a los hijos y el marido.

En esa búsqueda de ser diferente a esa mujer bateyana y dependiente que me ofrecía mi entorno como ejemplo, seguí estudiando. Hice de los estudios un hábito y una necesidad del día a día, al límite que mientras que a mis congéneres en ocasiones se les castigaba con cualquier otra cosa, para mí el castigo era “¡no vas a la escuela si desobedeces!” En punto enfaticé, soñé distinto y luché por otras causas y otros intereses. Hablaba diferente a mi entorno pues hablaba como leía y después de muchas lluvias y varias primaveras terminé siendo madre adolescente. No obstante, seguí luchando, creyendo en la posibilidad de ser una mujer diferente. Y lo llegué a ser, hasta que el mismo tiempo se encargó de mostrarme que esa mujer que yo temía ser ten...

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