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  • Cuerpos monstruosos y cuerpos robados en Los últimos hijos de Antonio Ramos Revillas y La giganta de Patricia Laurent Kullick
  • María de Alva Levy

Publicadas en 2015, las novelas de Los últimos hijos de Antonio Ramos Revillas y La Giganta de Patricia Laurent Kullick problematizan a padres e hijos en función ya sea de la inexistencia de los hijos o de una maternidad pródiga donde hay más hijos de los que se pueden sostener. Las novelas tienen como protagonistas a personajes diametralmente opuestos dentro del marco socio-económico mexicano, pero en ambas historias se ponen en cuestionamiento las relaciones familiares que van de los padres a los hijos y lo que se espera dentro del status quo que dichas relaciones representen. En los dos casos el resultado son intentos fallidos por hacer y ser lo que la sociedad espera de las familias. En estas novelas, queda muy lejos el anuncio publicitario donde una alegre familia de cuatro con padre y madre y de preferencia un hijo varón y una hija conviven de manera armoniosa. Tal imagen queda como caricatura y en todo caso, sólo representa el fracaso de los personajes que se rebelan ante las obligaciones de una sociedad hipócrita y perversa que los obliga a representar una comedia inexistente. La idea de la familia feliz tradicional se convierte otra vez así en una calca falaz, pero que ciertamente causa sufrimiento al no poder cumplir con las expectativas que dicho status quo social conlleva. Es así que en ambos casos hay una paternidad o maternidad ausente de los cánones sociales, un grado cero en el que dicho estado se convierte en una obsesión por obtenerla o bien, desecharla. Los hijos tampoco asumen un rol tradicional y se perfilan como hijos imperfectos y hasta defectuosos y marginales, fuera de cualquier línea discursiva de un patrón común.

En Ramos Revillas, la obcecación por la paternidad o maternidad se presenta como un problema del nuevo milenio, de un estrato socio-económico clase mediero, donde la presión social por los hijos acaba por implementar [End Page 149] prácticas nocivas como el uso de cyborgs para representar a los hijos ausentes o el secuestro como medida desesperada. Por su parte, la Giganta de Laurent Kullick desea matar a sus hijos porque la falta de oportunidades y el callejón sin salida de su pobreza extrema, aunada a la violencia en la que viven hacen más razonable la idea de la muerte que la de la vida. Ambas novelas muestran personajes en situaciones límite en quienes la irracionalidad adquiere mucho más sentido. Los cuerpos representados de la madre gigante y monstruo o el hijo mecánico en el otro texto son suplantaciones a las imágenes convencionales de madres santas y buenas o hijos rosados y regordetes. Aquí los cuerpos muestran una alteridad, un performance, como diría Judith Butler que revela en dicha proyección la profunda soledad y el sentido de fracaso de los personajes. El cuerpo transformado esconde y a la vez revela aquello que martiriza.

Como una Medea contemporánea, la Giganta desea acabar con la miseria de sus diez hijos. "Tú te ibas a suicidar. ¿Ahogarías en una tina de baño a tus diez hijos?" (9), pregunta la narradora de once años, hija también de la Giganta en esta narración escrita en segunda persona en la que la niña, lejos de culpar a la madre, parece entenderla. Sabe de su amor gigante por ellos y también del dolor de la vida que llevan. La pobreza extrema y la multitud de hijos que no puede atender mueven su desesperación. Esta Giganta recuerda la película mexicana dirigida por Felipe Cazals, Los motivos de Luz (1985), en la que una madre es acusada de dar muerte a sus cuatro hijos. Las razones son las mismas: en una vida vacía de propósitos y llena de violencia y miseria, la muerte representa el fin del sufrimiento. La muerte "es la piedra de toque de la vida ética porque únicamente una vida que anticipa su...

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