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  • Bayardo San Román, narcotraficanteUna ida y vuelta de Crónica de una muerte anunciada a la narco-novela1
  • Kristine Vanden Berghe

A los lectores de crítica latinoamericana, la queja les sonará conocida: si bien el realismo mágico contribuyó a dar visibilidad a América Latina en el mapa de la literatura mundial, ocasionó el daño colateral de alentar en la misma escala mundial la difusión de una serie de estereotipos que revelaban un continente exótico donde eran cotidianos los prodigios más imposibles en un mundo arcaico. Se entiende que la frustración fuera aún mayor cuando irrumpió el boom de la narco-narrativa porque no solo se creaban nuevas imágenes estereotipadas del continente que eran tan reductoras como las anteriores, sino que, además, quizás eran aún más nocivas porque ahora el imaginario de América Latina se construía en torno a un núcleo de personajes marginales, de una violencia brutal y extrema. Para colmo de males, la diferencia de calidad literaria entre lo mejor del realismo mágico y lo narco/sucio a menudo parecía inmensa.2

Pero la transición entre el realismo mágico y las novelas actuales aún tiene otras aristas, como ha demostrado con fina ironía Eduardo Becerra. Refiriéndose a la literatura contemporánea, Becerra sostiene que los autores, cuando ofician de críticos, en su mayoría se distancian de sus predecesores. Al contrario, en su escritura de ficción su deuda se plasma en los argumentos de sus novelas mediante guiños puntuales o a través de elaboraciones más complejas de los mismos. Varias novelas que tratan de narcos y sicarios corroboran este diagnóstico por cuanto aluden a García Márquez. En El Eskimal y la Mariposa (2005) de Nahum Montt, un personaje afirma que [End Page 137] "Macondo agoniza" (45); en Cartas cruzadas (1995) de Darío Jaramillo Agudelo un personaje le dice a otro: "El dinero, si quieres un epílogo sobre la honradez de los nuevos ricos, estaba completico. Y que viva Macondo" (213); en La Oculta (2014) de Héctor Abad Faciolince, uno de los narradores se refiere a la endogamia en su familia concluyendo que "Lo único que nos falta es la cola de cerdo" (42); por su parte, Delirio (2004), de Laura Restrepo, alude a varios textos de García Márquez. Tampoco en México la narconarrativa es inmune a la influencia del Nobel colombiano y Alejandro Páez Varela dio a su novela Corazón de Kaláshnikov el subtítulo de El amor en los tiempos del narco. Se trata, pues, de una serie de breves alusiones intertextuales cuya intencionalidad está fuera de duda y que se sitúan en el nivel micro-estructural de los textos.

En lo que sigue demostraremos que entre la obra de García Márquez y la narco-novela existen también relaciones que sobrepasan la alusión puntual y se sitúan en el nivel del architexto (Genette). De forma palpable, Noticia de un secuestro (1996) se presentaría de manera más obvia como elemento de comparación por cuanto trata de una acción orquestada por Pablo Escobar. Sin embargo, es Crónica de una muerte anunciada (1981) la que incluye varios rasgos architextuales que serán luego compartidos por no pocas novelas sobre traficantes y sicarios. Estas coincidencias permiten dar a Crónica el estatuto de precursor de la narco-novela y proponer una lectura en lo relativo al personaje de Bayardo San Román que conducirá a una conclusión de raigambre borgeana conforme a la cual la lectura de las novelas colombianas que tratan de capos de la droga es capaz de auspiciar nuevas aproximaciones a novelas anteriores.

Polifonía, perspectivismo, circularidad

En los últimos años se ha venido construyendo un importante corpus crítico sobre la narco-novela que ha sacado a la luz diversos rasgos suyos. La investigación etnográfica de Gabriela Polit Dueñas ha revelado cómo aquélla contribuye a la catarsis de los lectores locales que han sido testigos...

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