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  • Nota del editor

Vuelvo a escribir esta nota introductoria en castellano, para facilitar el acceso a los lectores de la isla. Comienzo por compartir una grata sorpresa: el número de trabajos enviados desde Cuba—desde varios rincones de Cuba—se multiplica rápidamente, dando fe de que numerosos intelectuales y académicos residentes en la isla ven a Cuban Studies como una plataforma importante para diseminar sus resultados de investigación. A nombre de nuestro equipo editorial, agradezco a nuestros colegas en Cuba por darnos la oportunidad de leer y de evaluar sus trabajos. Una mención especial a los miembros de nuestro consejo editorial, algunos de los cuales han animado a varios autores jóvenes a publicar con nosotros.

Concluimos el numero 46 de Cuban Studies bajo el impacto de dos hechos potencialmente importantes para los estudios cubanos: el fallecimiento de Fidel Castro, líder histórico del proceso revolucionario cubano, y la elección de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. El fallecimiento de Fidel Castro produjo titulares y notas de prensa alrededor del mundo. Aunque su muerte, a los noventa años de edad, no sorprendió a nadie; a pesar de que llevaba casi diez años fuera del gobierno, al menos formalmente; y a pesar de que, además, en su cotidianidad los cubanos apenas hablaban de él, la muerte de Fidel Castro representa un momento simbólicamente importante, el ocaso inevitable de una generación cuya huella en la historia de Cuba ha sido y continuará siendo objeto de debate. Cualquier estudioso de nuestra historia sabe que el tiempo histórico de la nación cubana es frecuentemente medido en generaciones. No sé si esa generación será recordada como la "generación del centenario"—como la denomina la historia official cubana—, o si será recordada como la de-generación de dicho centenario. Tampoco está claro cuán importante y duradera, en el sentido profundo de los engranajes culturales de la cubanidad, será el impacto de esa generación. Los legados, contradictorios y complejos, del proceso revolucionario cubano y de sus líderes serán objeto de estudio y de polémica durante mucho tiempo.

Para muchos, Fidel Castro encarnó las ansias de justicia social y de afirmación soberana de todo un continente, de cara a la arrogancia imperial americana y de sus obsesiones anticomunistas. Para muchos otros, Fidel Castro fue un caudillo, megalómano y cruel, que traicionó los ideales puros de una revolución genuinamente popular, anclada en los reclamos cívicos de amplios sectores de la población. Lo que ninguna de las dos partes disputará es que no [End Page ix] se puede estudiar el siglo XX cubano, o latinoamericano, sin mencionar a Fidel Castro. De hecho, hay procesos fundamentales de la pasada centuria, como la Guerra Fría o los procesos descolonizadores de África y Asia, que no pueden ser estudiados sin tener en cuenta las aspiraciones, acciones e influencias de Fidel Castro. Aunque los tiempos en los que los estudios sobre Cuba y su revolución versaban sobre su máximo líder han sido felizmente superados, hay muchos temas importantes de investigación que conectan, de una forma u otra, con Fidel Castro y con las distintas etapas de su larga vida. Los futuros presentes de Cuba tejerán sus propios pasados, reivindicando a algunos y condenando a otros. Es imposible predecir como evolucionarán dichos legados y como Fidel Castro será recordado. Cualquier lectura premonitoria de esos legados está inexorablemente anclada en el presente y es, por lo tanto, fundamentalmente equívoca.

Con irreflexividad característica, el presidente-electo Donald Trump reaccionó a la muerte de Fidel Castro con un "tweet" desprovisto del más elemental decoro presidencial. Esto tampoco sorprendió a nadie: el decoro no es precisamente una de las cualidades del presidente-electo, quien ha hecho una carrera política basada en el insulto, el sexismo, la xenofobia, la vulgaridad y el racismo. Con la elección de Trump, hay temas tradicionales de los estudios cubanos que adquieren vigencia renovada, como las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. En algún sentido perverso, Trump es un regalo...

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