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  • Ser escritor negro en España:Ensayo
  • Donato Ndongo-Bidyogo
    Translated by Julia Borst

Bajo seudónimo por sugerencia del director, publiqué mis primeros escritos en el diario ABC, de Madrid, en 1969. Tenía 18 años. Había decidido ser escritor, vocación surgida tras leer, traducida, Things Fall Apart. Fue estimulante descubrir a Chinua Achebe: víctima del falaz discurso colonial que escamoteaba a los negros su plena condición humana, y, en consecuencia, despreciaba por "grosera" toda nuestra creación cultural, ignoraba hasta entonces que un africano hubiese escrito un libro alguna vez; y me subyugó la historia narrada por el maestro nigeriano porque se trataba de mi propia historia. No fue un proceso: surgió impetuosa la determinación de explicarme a mí mismo, y comunicar a los demás, las realidades africanas, nuestras inquietudes y anhelos, distorsionadas por miradas ajenas desde el prejuicio o la superficialidad. Pese a que gravitaban irremisiblemente sobre mi propia vida, desconocía por qué sucedían aquellas cosas en aquellos años convulsos: nuestras independencias malogradas, reducidas a caricaturas que parecían confirmar los peores augurios de los racistas más conspicuos; las luchas violentas de los afroamericanos por sus derechos civiles, culminadas con los asesinatos de Malcolm X y Martin Luther King; guerras asquerosas en Nigeria y Congo, símbolos de la deshumanización absoluta. ¿Éramos así los negros? ¿Por qué? Recordaba con nitidez mi propia sociedad, de la cual había salido cuatro años antes, y no me reconocía en los negros retratados en los noticiarios; percibía la dicotomía entre lo que veía y sentía en mi propio ser y la imagen que me devolvía el trato recibido—entre compasivo y agresivo—de la sociedad circundante, en la España oscura y oscurantista de los estertores de la dictadura de Franco. Necesitaba armonizar ambas vivencias—el yo íntimo y el yo social—lograr que nos vieran como somos y no como creen que somos. Y me decidí a escribir, intentando comunicarme con los demás sin intermediaciones ni interpretaciones. Empeño que permanece casi medio siglo después. Pese al tesón, tan arduo camino fue minando la esperanza y moderando los entusiasmos, aunque permanece intacta la fe, en pugna porfiada con la humanísima necesidad de soñar.

Testigo soy de las dificultades de ser escritor negro en España. Lo reflejé en un breve ensayo, publicado en el libro colectivo El otro en la España Contemporánea (2011). Porque, más de cinco siglos después, experimento las mismas sensaciones que expresara Juan Latino, erudito negro del s. XVI, profesor en la Universidad de Granada, preceptor de El Gran Capitán, notable escritor celebrado por Cervantes, Lope de Vega y Ximénez de Enciso. Lo dice Lambert Obama Ondo, protagonista de mi novela El metro: "a los blancos no les gustan los negros altaneros." Porque se considera "altanería" este empeño en poner las cosas en su sitio, medio siglo [End Page x] escribiendo y hablando para desmentir las mentiras establecidas, intentando demostrar que Hegel y sus epígonos no tenían razón porque ningún pueblo carece de Historia; que las teorías del conde de Gobineau y su legión de seguidores no son sino opiniones acientíficas; que los negros no tenemos un gen especial que nos haga mejores o peores que el resto de los bípedos implumes; que África no es un continente pobre sino inmensamente rico; que los conflictos que desangran nuestras naciones no son "tribales," sino guerras de depredación inducidas por intereses ajenos a los nuestros; que las dictaduras que nos maltratan son impuestas y sostenidas por otros; que nuestra miseria es un eficacísimo mecanismo de sometimiento; que somos, en definitiva, unos habitantes más en esta Tierra común, cuyas peculiaridades deben ser respetadas, puesto que de la exclusión nacen pasiones irrefrenables, y de la sesgada visión eurocentrista surgieron los conflictos más amargos conocidos por el género humano, que nos avergüenzan y humillan a todos, sin importar dónde se viva.

Hubiese sido fácil sucumbir a las tentaciones de honores...

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