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  • Fanatismo en tiempos de guerra y neoliberalismo:Poeta ciego de Mario Bellatin y Un ejército de locos de José B. Adolph
  • Edward Chauca

El presente artículo analiza las novelas Poeta ciego (1998) de Mario Bellatin y Un ejército de locos (2003) de José B. Adolph dentro de la dinámica social establecida por el fanatismo como estructura de sentimiento dominante en el Perú de la década de los noventa. Entre 1980 y 2001, Perú experimentó su más severo conflicto armado desde la independencia. Una sangrienta guerra interna entre el gobierno y los grupos terroristas Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. El conflicto dejó más de 69.000 muertos y desaparecidos (Lerner). Los académicos han dividido usualmente el periodo en dos: el primero va de 1980 a 1992 y está caracterizado por el asesinato masivo de campesinos en los Andes, torturas, violaciones, inflación económica y desilusión política. En el segundo periodo, de 1992 al 2001, se vivió una disminución en la intensidad del conflicto armado a expensas de la institucionalidad democrática: el entonces presidente Alberto Fujimori estableció un régimen autoritario que promovió políticas neoliberales mientras extendía una red de corrupción dentro y fuera del estado. Desde los más tempranos textos académicos que analizaron a Sendero Luminoso (el grupo que perpetró la mayor parte de la violencia), historiadores, sociólogos, periodistas y literatos caracterizaron al grupo terrorista como un grupo fanático fundamentalista cegado por la ideología (marxismo maoísta en su caso), cuyo único propósito era gobernar por la fuerza. Como indica Fernando Toledo, dos buenos ejemplos de este fenómeno son los títulos Qué difícil es ser Dios (2011, originalmente publicado en 1989) de Carlos Iván Degregori y Profetas del odio (2012) de Gonzalo Portocarro. Ambas obras, pertenecientes a la llamada "senderología", evocan ese halo mítico de Sendero Luminoso, aunque con el objetivo de desmitificarlo.1 [End Page 37]

Bajo el gobierno de Fujimori, esta representación se consolidó mientras el fomento de reformas neoliberales fue interpretado como la sola y única salvación para el país. Académicos como Degregori y Jon Beasley-Murray han resaltado que Fujimori no acabó con el fanatismo fundamentalista como categoría social y mental sino que, por el contrario, lo canalizó hacia la ideología neoliberal. En otras palabras, las llamadas instituciones democráticas se apropiaron de las estrategias del terrorismo. Al describir los programas de televisión más característicos del fujimorato (término usado para designar los casi once años de gobierno de Fujimori) y su pulsión sin constricciones por el rating y el poder ("Laura" y "Magaly TV"), Degregori los compara a las palabras del líder senderista

Abimael Guzmán, que en la famosa "Entrevista del siglo" justificó la masacre de decenas de campesinos en Lucanamarca como una acción destinada a que las FF.AA. comprendieran que los senderistas estaban "dispuestos a todo, todo sin excepción".

¿Qué efectos tiene esta filosofía en un país sin frenos institucionales? Todo vale. Todo se compra, todo se vende. Títulos de telenovelas exitosas que nos hablan de un contexto que favorece la aparición de estas personas. Lo que las vincula es el envilecimiento al que arrastran al televidente (incluido a ver y hacer suya la lógica del igualamiento hacia abajo); al ciudadano (obligado a aceptar como natural el soplonaje y el miedo al poder oculto); al militante (obligado a asesinar con saña, y a morir) y a la "masa" (obligada a aceptar como natural la vigilancia de "los mil ojos y mil oídos" del partido). Todo en nombre del culto al utilitarismo y la eficacia.

(La década 207)

Las estrategias y políticas de la guerra se trasladaron a la vida social del país bajo nuevas formas y premisas. Se pasó del culto a la ideología política y la violencia al culto al utilitarismo y el envilecimiento mediático. O como bien lo planteara Romeo Grompone: "ambos grupos, los Senderistas y Fujimoristas...

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