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  • Felisberto Hernández:Inéditos
  • Ignacio Bajter

Los textos siguientes fueron encontrados, a última hora, en el curso de las investigaciones recientes dedicadas a Felisberto Hernández en la Biblioteca Nacional de Uruguay, durante la preparación de un número de Lo que los archivos cuentan, que dirige Carina Blixen. Forman parte de la colección José Pedro Díaz del Archivo Literario de la Biblioteca,1 guardados entre los materiales de la edición crítica de Nadie encendía las lámparas y El caballo perdido para la colección Archives, un volumen que no llegó a concretarse. Como están mecanografiados y ordenados en una secuencia coherente, cabe suponer que José Pedro Díaz había decidido hacer con ellos un uso práctico.

Esta selección responde al interés de esclarecer los procesos creativos y desanudar, lentamente, una madeja no siempre clara y bien dispuesta. Las claves genéticas de Felisberto Hernández emergen de los fragmentos inéditos, buena parte de ellos sumados, póstumos, a su obra. Esa zona fue establecida por Díaz y acumula, como secuela de la exhaustividad, problemas de varios tipos y de diferentes consecuencias. El sexto volumen del primer proyecto de edición de las Obras completas, publicado con el título Diario del sinvergüenza y últimas invenciones (1974), determina dudosamente algunos textos, y fija, desde entonces, equívocos que no se resuelven en la reedición final de las Obras completas en tres volúmenes, publicados por Díaz entre 1981 y 1983, ni mucho menos en ediciones posteriores, que copian la que compuso Díaz a riesgo propio. La trama subsiste desde que varios textos vieron la luz y tiende a ser cada vez más enredada. Dos épocas se confunden (1943-1947, 1955-1957) y lleva tiempo entender por qué. De fondo hay razones biográficas, grandes pasiones y un poco de azar.2

Con las notas de 1955 Felisberto intenta recobrar el pulso y de hecho vuelve a la escritura. El 10 de marzo de ese año, le había escrito al poeta Jules Supervielle: “Tengo miedo que sin su magia no pueda hacer nada nunca más”.3 Felisberto tuvo una actitud similar en agosto de 1946, después de enviar a Sudamericana Nadie encendía las lámparas y poco antes de comenzar su aventura transatlántica en el Formose, el 4 de octubre. La diferencia es que por entonces, a la salida de un ciclo creativo que no tiene comparaciones, anotaba la primera línea de un argumento, describía una situación, observaba la síntesis de un hecho narrable, y en 1955, a la salida de largas temporadas de sequía, registra una experiencia de otro tipo (mental, especulativa), líneas que están cerca del poema absurdo y del poema a secas, algo que recuerda a otros intentos de volver a empezar, de mover la rueda. En 1934, por ejemplo, en una de las giras de pianista, publica un poema en un diario de Treinta y Tres. Dice en los primeros versos, como en una crónica:

He ido a la memoria a juntar hechosAlrededor de los hechos han crecido pensamientos. [End Page 103] Estos pensamientos tienen muchas palabras.Son pocas las que he podido arrancar.Aquí se encontrarán.

Hace poco tiempo la vida se me detuvo en una mujer.Tiene una manera de ser rubia: es rubia nada más que como ella.Tiene ojos azules: pero son de un nuevo azul.

(...)

Sumado al cuerpo de la obra por Norah Giraldi y José Pedro Díaz, este poema poco leído no está muy lejos, formalmente, de los apuntes con los que en épocas posteriores Felisberto proyecta ideas, imágenes y formas para los relatos, así en el caso ejemplar de los que tomó en 1946 (publicados como “Almacén”)4 y los de 1955, casi por completo inéditos. El ejercicio final, que damos aquí, repite el procedimiento usado por Felisberto cuando buscaba olvidar Nadie encendía las lámparas para entrar en una dimensión desconocida, camino de París, solo que en lugar de apuntar hechos, pequeñas escenas...

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