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  • Violencia, género y discapacidad:la ideología de la normalidad en el cine español
  • Jill Robbins

Las teorías de la discapacidad son particularmente aptas para estudiar el reciente cine español.1 Esto se debe a una pluralidad de factores. El más obvio es el hecho de que se hayan representado en pantalla varios personajes con discapacidades físicas o emocionales, particularmente después de la transición a la democracia en España (1975-1981). De hecho, han aparecido numerosos estudios críticos sobre Huevos de oro (Bigas Luna 1993), Acción mutante (Alex de la Iglesia 1993), Carne trémula (Pedro Almodóvar 1997), Mar adentro (Alejandro Amenábar 2004), Hable con ella (Pedro Almodóvar 2002), La vida secreta de las palabras (Isabel Coixet 2005), Yo, también (Antonio Naharro y Álvaro Pastor 2009), Los abrazos rotos (Pedro Almodóvar 2009) y La piel que habito (Pedro Almodóvar 2011) y los dos documentales, ¿Qué tienes debajo del sombrero? (Lola Barrera e Iñaki Peñafiel 2006), y Más allá del espejo (Joaquim Jordà 2006).2 A pesar de esa similitud superficial, sin embargo, tanto los filmes como la crítica sobre ellos ofrecen perspectivas muy diversas sobre el valor simbólico, político, social y económico de la representación de la discapacidad. En lo que sigue, explico las principales aproximaciones teóricas al tema, que ilustro con breves análisis de dos películas españolas, Mar adentro y La piel que habito.

1. La representación de los discapacitados

Desde una perspectiva médica, el cuerpo discapacitado ha sido un objeto individualizado de análisis que representa un problema por resolver o un problema sin remedio, caracterizado por un déficit y susceptible a la normalización a través de tratamientos de varios tipos y/o el uso de prótesis. Según lo explica María López González: [End Page 167]

Se considera fundamental la categorización, la correspondencia de los datos sobre cada tipo de handicap (Robert Bogdan, 1989), de manera que el conocimiento científico obtenido responda a las cuestiones ya referidas: confirmar o clarificar las causas del déficit, los síntomas característicos de cada tipo y las formas específicas de tratamiento que les correspondan,

(s. p.)

En este sistema, el individuo como tal desaparece, ya que llega a ser conocido y reconocido únicamente por su discapacidad. Es un ciego, un sordo, un parapléjico, un tetrapléjico, un autista; en resumidas cuentas, un ser cuya vida carece de la riqueza y plenitud que caracterizan a las de las personas capacitadas. En los casos de defectos irremediables, se suele proponer la desaparición de la persona discapacitada a través del aborto, la institucionalización, o la eutanasia. La muerte se justifica, irónicamente, como una solución compasiva para una vida que, de alguna manera, no lo es.

Teóricos recientes contestan la representación de la discapacidad como déficit al notar que el concepto de la normalidad es una construcción social basada en un ideal inexistente: el cuerpo absoluta y permanentemente capacitado. Lennard Davis asevera que “el problema no radica en la persona que tenga discapacidades; el problema radica en la manera en que se ha construido la normalidad de tal forma que se produce el problema de la persona discapacitada” (l).3 El equipo de investigación de la Facultad de Trabajo Social en la Universidad Nacional de Entre Ríos en la Argentina “que se formó en el año 2003 con el objetivo de diseñar un proyecto de investigación que abordase la relación entre discapacidad y exclusión” (Rosato “Introducción” 20) explica cómo esta “ideología de la normalidad” llega a tener una apariencia real y natural:4

Este trabajo ideológico borra las huellas de los procesos históricos concretos de producción de la normalidad y, en consecuencia, de producción de la discapacidad como uno de los modos en que este sujeto, situación, cuerpo, no se ajusta a la norma. Lo que decimos es que no hay idea de déficit...

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