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  • Escribir el espacio ausente: exilio y cultura nacional en Díaz, Wajsman y Bolaño by Antonio Gómez
  • Ricardo Gutiérrez-Mouat
Gómez, Antonio. Escribir el espacio ausente: exilio y cultura nacional en Díaz, Wajsman y Bolaño. Santiago: Editorial Cuarto Propio, 2013. 185 pp.

El exilio ha sido una experiencia determinante en la construcción del latinoamericanismo y uno de los temas más trabajados por la crítica literaria y cultural del continente. Como experiencia, el exilio es un hilo que recorre la historia latinoamericana desde los tiempos de Andrés Bello y Sarmiento hasta los tiempos más recientes de las dictaduras caribeñas y de sus contrapartes sudamericanas de los años setenta. El componente afectivo del exilio ha sido un motivo preponderante en la creación artística y autobiográfica de un sinnúmero de escritores latinoamericanos que se han sentido—o que han sido—perseguidos por regímenes nacionales [End Page 759] totalitarios. Es cierto que muchos presidentes democráticos han sido también víctimas del exilio, pero la ironía es que junto a ellos dictadores como Perón, Batista, Somoza, Duvalier hijo y Stroessner—responsables durante su mandato del exilio de multitud de conciudadanos—han tenido ellos mismos que exiliarse cuando sus regímenes tocaron fondo. Claro que en estos casos se trata de un exilio dorado, simplemente un epílogo extraterritorial de la infame historia de estos personajes. La imagen típica del exiliado latinoamericano no es la del otrora jefe de estado que esconde fondos malhabidos en cuentas extranjeras y vive a su sombra los días que le quedan, sino la del perseguido que deja media vida en su país de origen y tiene que vivir a costa de otros en países que no siempre lo acogen de buena fe. Las penurias, la nostalgia y el desarraigo cultural son algunos de los componentes afectivos más notorios de la literatura del exilio. Hay también exilio interno y desexilio pero todas las variantes del exilio se confunden en la posmodernidad con otras formas de desterritorialización tales como la expatriación, la inmigración, el turismo, el cosmopolitismo y el viaje, modos de desplazamiento que en los últimos tiempos han atraído el interés de los especialistas, tanto como en otro tiempo lo atrajo el exilio. La era del exilio se ha acabado en América Latina (en Chile terminó formalmente en 1988; en Cuba hace tiempo que el exilio se convirtió en diáspora), aunque no hay que olvidar la importancia fundamental que el exilio tuvo en la construcción del latinoamericanismo. América Latina es una región multicultural y multiétnica que desde dentro muestra fácilmente sus fracturas pero que vista desde fuera se deja interpretar como una unidad histórica. El fin del exilio corresponde al eclipse de la nación en la filosofía política contemporánea. Los exiliados pertenecían al mundo de las naciones, al así llamado “orden internacional”, mientras que la teoría posmoderna se interesa por el mundo transnacional de la globalización.

Todo esto está implícito y es a veces explícito en el estudio de Antonio Gómez, cuyo objetivo general es describir la desaparición del exilio político en la agenda cultural latinoamericana y su reemplazo por la noción más abarcadora de diáspora (16). El subtítulo del libro, por lo tanto, es bastante relativo. El libro fue en su origen una tesis doctoral y consta de tres capítulos principales, una introducción y una breve conclusión. Los capítulos principales tratan de tres novelas de autores heterogéneos, de distintos países y de muy dispar relevancia en el mundo de las letras, ya sea a nivel nacional, regional o global: Jesús Díaz, Paula Wajsman y Roberto Bolaño. Gómez justifica su selección de autores haciendo notar que los tres publican novelas en los años noventa, una década “post-política” y “post-nacional”, aunque insiste en que las obras estudiadas siguen dependiendo en cierta medida del modelo de la cultura...

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