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  • Puerta de Atocha - Estación de los Desamparados
  • Eduardo Chirinos (bio)

Puerta de Atocha - Estación de los Desamparados

Váca mi estómago, váca mi yeyuno. César Vallejo

1

Paradojas del movimiento. En el interior del trenel paisaje se percibe desde la quietud. Todolo sólido se desvanece en el aire, deja partículasde polvo, su estela multicolor en la retina.En el exterior, en cambio, es paisaje es inmóvil.El tren perfora la quietud como una aguja en laarteria, como la sangre que circula en un cuerpoinerte pero todavía vivo. Y el sol. El sol benéficoque arde en los metales, en la memoria queagradece la llegada del tren. Y me adormece.

2

Ahora, por ejemplo, veo paisajes con vacas.¿Por qué el tren me hace pensar en paisajescon vacas? Del soporte de fierro cuelgan bolsascomo ubres. Están conectadas a mi cuerpo y micuerpo, callado, las recibe. Miro sin entusiasmolas ubres de las vacas. Su leche rosada y salinaque ha de llegar hasta mí. Una enfermera entraa la habitación y pide mi boleto. Las vacas pastanen las laderas de los Andes, vuelan por los tejadosde Madrid, aterrizan sin alas a orillas del Jocko.Yo bebo su leche, palpo las ubres que cuelgan delsorporte de fierro. Siempre de pie, junto a mi cama.

3

Estación de los Desamparados, mayo de 1973.Todo está en orden: el sol, el río, los asientosnumerados. Domingo familiar en las afuerasde Lima. Escucho la algarabía del tren, suinsistente y frágil traqueteo. ¿Quién hacetanta bulla? Quiero descansar, pero tampocoquiero que se vayan. Me hace bien tantoalboroto, tanto laberinto. La enfermerame pide mi boleto. No lo tengo, pregúntelea mis padres, tal vez esté escondido entrelas sábanas. El tren partió con media horade retraso. Miro las aguas del río. Ellastambién viajan, pero en sentido contrario.Conforme suben se tornan más limpias,más violentas, meno habladoras.

4

Silencio. Lo que necesito es silencio. Cierrolos ojos, acomodo la cabeza en la almohaday trato de dormir. Pero no puedo. En cadaestación los ambulantes ofrecen sus productos:bolsitas de cancha, de camote frito, de manítostado. Artesanía barata para turistas pobres.La enfermera me trae la comida en una bandejade aluminio. Dice que volverá en dos horas.Se llama Eulalia como la santa del pueblo,como la marquesa de Darío que ríe y ríe y ríe.

5

Estación de Atocha, septiembre de 1986.Frente a nosotros viaja una familia de gitanos.El compartimento es pequeño y huele mal.Aquí no hay cante jondo, ni romance con luna,ni sangre de cuchillos. Con una navaja el padrecorta un queso. La niña duerme en faldas de lamadre, el niño me ofrece revistas pornográficaspor tres duros. El destino se aleja a la velocidaddel tren, se adentra en la noche, se hunde sinpiedad en la pupila del lobo. Me aferro a losbarrotes de la cama (“váca mi estómago, vácami yeyuno”). En la próxima estación se bajanlos gitanos. Y yo debería irme con ellos.

6

Imagina un tren que parte de una estacióncualquiera. Imagina que en cada estación eltren se multiplica. Que lo que fue al comienzoun tren solitario y reluciente son ahora milescirculando sin control. Invadiendo lentamentey en silencio cada vía sana y libre de tu cuerpo. [End Page 121]

7

Infiernillo es rojo yda miedo. Estoy hablandode mi primer viaje en tren (Lima-Jauja, 1967).Atrás quedó Desamparados, la cuesta amablede Chosica, Matucana, San Mateo. Mejor nomires, advierte mi madre. Estelas de sal en losrieles podridos de la Oroya (3,700 m.s.n.m.).El tren perfora la montaña y la divide en dosen tres, en cuatro. La enfermera preguntasi he comido ancas de rana. Hace tiempo mearrodillé ante la Se...

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