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  • La Relación de la jornada de Cíbola de Pedro Castañeda de Nájera como una poética del fracaso
  • Juan Manuel Escudero Baztán

Existen pocos datos biográficos sobre el cronista Pedro de Castañeda, natural de Nájera, que debió de embarcar hacia América en algún momento de la cuarta década del siglo xvi como miembro de la expedición de Francisco Vázquez Coronado en busca de las míticas Siete Ciudades de Cíbola.1 Según consta en el documento de matrícula de dicha expedición, redactada por el escribano Juan Cuevas en 1540,2 Castañeda aparece registrado como “Pedro de Nájera que lleva dos caballos, una cuera de malla, [y] armas de la tierra.”3 Dos décadas después de su regreso, entre 1562 y 1565,4 Pedro Castañeda escribió una crónica detallada de aquella expedición: Relación de la jornada de Cíbola compuesta por Pedro de Castañeda de Nájera donde se trata de todos aquellos poblados y ritos y costumbres, de la cual fue el año del 1540. Como testigo directo su relato tiene un enorme valor geográfico y etnográfico, pues es la primera narración descriptiva y real sobre dichos territorios hasta entonces desconocidos. Lo que interesa, no obstante, de esta crónica es la perspectiva a posteriori de un fracaso, de la conciencia pesimista del testigo, que pergeña un relato donde se asoma a cada momento la constatación de la derrota de una expedición que nació con el ánimo de descubrir una tierra mítica preñada de oro y riquezas. [End Page 35]

Fue a partir de la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida en 1527, como Álvar Núñez de Vaca y otros conquistadores llevaron a México numerosos relatos de los pueblos nativos que insistían en la existencia de una rica región donde abundaban el oro y las piedras preciosas, situada de forma indeterminada al norte del llamado Mar de Cortés (Golfo de California). A su regreso Cabeza de Vaca fue recibido por el virrey Antonio de Mendoza quien quedó impresionado por el relato del conquistador. Ese relato mítico de un territorio lleno de riquezas se cruzó pronto con la tradición medieval de las Siete Ciudades, leyenda portuguesa que habla de siete obispos que partieron de Oporto para fundar hacia occidente en una isla lejana cada uno una ciudad llena de tesoros.5 El mito no desapareció nunca del imaginario luso, y durante el siglo xv se barajaron varios proyectos para dar con la isla y sus siete ciudades.6 La leyenda se extendió también por el ámbito hispánico para contaminarse a su vez con otra tradición oral de los indios mexicas (Gandía 56-61),7 que narraban cómo las tribus que poblaron los valles centrales mexicanos partieron de siete cuevas o ciudades del norte. La leyenda europea y el mito mexica se fusionaron y esto explicaría por un lado las constantes noticias dadas por los nativos del norte de México sobre la existencia de las siete ciudades, y por otro lado, la relación establecida por los españoles con las legendarias ciudades episcopales (Hartmann 345). Sin embargo, Cabeza de Vaca jamás adujo datos concretos, pero su narración permaneció vívida en el imaginario colectivo, lo que dio lugar a varias expediciones de escaso éxito. Sin embargo, la iniciada en 1539 por el fraile franciscano, fray Marcos de Niza, provocó a su regreso una inusitada excitación difundiendo fascinantes noticias a partir de los relatos indígenas sobre la existencia de una ciudad fabulosa llamada Cíbola, la primera de las siete ciudades maravillosas, que puso por escrito en su Relación del descubrimiento de las siete ciudades.8 Su relato aceleró la expedición que el virrey Mendoza9 [End Page 36] y el gobernador Vázquez de Coronado estaban preparando en septiembre de 1539.10

Los veinte años transcurridos desde la expedición hasta la escritura de la Relación de...

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